El 30 de diciembre de 2006 pasó a la historia como el día en que ejecutaron por ahorcamiento al expresidente iraquí Saddam Hussein. La imágenes de su ejecución recorrieron el mundo entero. "Terrible. Una ejecución bárbara", afirmó entonces el presidente ruso Vladímir Putin. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia rechazó el acto y aseguró que esta acción podría sumir al pueblo iraquí "en un conflicto interno que traerá muchas más víctimas".
No fue la reacción desde Washington. Por su parte, el presidente estadounidense George W. Bush declaró que Hussein fue ejecutado "tras recibir un juicio justo, de esos que él mismo negaba a las víctimas de su cruel régimen". Sin embargo, posteriormente, reconoció que no se respetó el derecho a una ejecución respetuosa y repudió el trato inhumano y humillante al que fue sometido por parte de sus verdugos.
Una férrea dictadura
Saddam Hussein se convirtió en presidente de Irak en 1979 y permaneció en el poder durante 24 años. Junto a sus poderosos y fieles seguidores mantenía el control total sobre su país. Logró estabilizar la exportación del petróleo, llevó a cabo una agresiva política exterior —condujo a su país a la guerra contra Irán entre 1980 y 1988 y a la invasión a Kuwait en 1991—, incrementó sus capacidades de armas químicas y fomentó el culto a su personalidad.
Se instalaban monumentos de Hussein en las principales ciudades iraquíes, se colgaban carteles con su imagen y su nombre entró con fuerza en el sistema de educación escolar y la cultura iraquí.
Se estima que durante sus años en el poder se ordenaron represalias que acabaron con la vida de decenas de miles de personas. Cerca de 300 fosas comunes fueron halladas con restos de personas torturadas y asesinadas. A pesar de ello, muchos analistas consideran que gracias a su crueldad Hussein logró mantener el 'orden' y evitar el surgimiento de organizaciones terroristas.
Condena y muerte
Tras la invasión estadounidense a Irak en 2003 y el derrocamiento del Gobierno de Hussein, el exmandatario se ocultó durante 249 días en el sótano de una casa de su natal Tikrit. Sin embargo, en diciembre de 2003 fue capturado por tropas del Ejército estadounidense en la denominada Operación Amanecer Rojo.
Un año después fue condenado a morir en la horca tras ser declarado culpable por la Masacre de Dujail, hecho ocurrido el 8 de julio de 1982, en el que 148 chiitas fueron asesinados después de ser implicados en un atentado contra Hussein registrado ese mismo día.
Algunos analistas consideran que la muerte de Hussein fue aprobada desde Washington. La sentencia fue dictada dos días antes de las elecciones parlamentarias estadounidenses, lo pudo haber permitido a George W. Bush obtener réditos.
Crisis en Oriente Medio
A pesar de que la comunidad internacional desaprobaba el régimen dictatorial de Hussein, muchos temían que su repentina muerte lo convirtiera en un mártir para su pueblo y desatara la ira de las organizaciones extremistas. El mismo día su ejecución se produjo un atentado con coche bomba en la ciudad de Kufa, de mayoría chiita, que mató a 30 personas.
Tras la entrada estadounidense en Afganistán en 2001 y la posterior invasión a Irak, la región fue testigo de una escalada de violencia interreligiosa y de la muerte de cientos de miles de personas. Tras la salida de las tropas estadounidenses de Irak en 2011, el Gobierno chiita tuvo que enfrentarse solo a un cada vez más fortalecido movimiento opositor.
Los eventos ocurridos en el Norte de África y Oriente Medio en 2011 y 2012, que fueron bautizados por los medios de comunicación como la Primavera Árabe, dejaron una ola de cambios de los regímenes de la región. Al derrocamiento del Gobierno de Hussein siguieron las revueltas de Egipto y Libia poniendo fin a varias décadas de autoritarismo de sus gobernantes: Hosni Mubarak (30 años en el poder) y Muammar Gaddafi (42 años en el poder).
En 2014, exmiembros del Partido Baaz, que algún día integró Hussein, se unieron a combatientes del suroeste iraquí y a varios radicales extranjeros para formar el Estado Islámico. Hasta el día de hoy, la coalición internacional liderada por EE.UU. no ha logrado liberar a Irak de su influencia y de los radicales métodos con los que buscan la creación de un 'califato' en la región.
De esta forma, la ejecución de Hussein podría considerarse como un punto de partida de un proceso de cambio en la región hacia modelos más 'democráticos' y 'civilizados' en la región. Sin embargo, varios analistas consideran que los resultados del proceso provocaron muchas más víctimas que con los regímenes autoritarios y un mal aún mayor que el registrado durante una difícil época en la historia moderna de Oriente Medio.