Desidia en Argentina: ¿Cómo es vivir junto a un basural a cielo abierto?
La Matanza es uno de los municipios más poblados y humildes de la provincia de Buenos Aires, cada dos años se convierte en un distrito importante para la política y los medios debido al enorme caudal de votos que aporta en cada elección. Recientemente, Cristina Kirchner le ganó al oficialismo en los comicios primarios de cara a las legislativas de octubre, en buena medida gracias a este territorio. Sin embargo, cuando se apagan las cámaras y los eslóganes de campaña ya no suenan tan fuerte, en las calles solo queda la realidad. Y es dura.
En 1976, año en que comenzó la última dictadura militar argentina, se creó la empresa Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), para ocuparse de la acumulación y tratamiento de los residuos de la provincia y Ciudad de Buenos Aires. Esta compañía estatal, coordinada por ambos distritos, instaló enormes predios para depositar los desechos domiciliarios. Uno de ellos está en la ciudad de González Catán, donde 200.000 vecinos conviven junto a una inmensa montaña de basura a cielo abierto. Pocas veces la administración pública y los negocios mostraron tanto desprecio por la vida humana.
Algo huele mal
Utilizando el transporte público, González Catán está a dos horas y media del Congreso porteño, su estación de tren es la última de todo el recorrido. En la avenida principal las paradas de colectivos están repletas de trabajadores, muchos se dirigen a zonas más céntricas por las diferencias salariales. La gran mayoría extiende su jornada laboral varias horas debido al largo trayecto que transita de forma cotidiana. Allí no hay sonrisas, los rostros de esta localidad reflejan desazón y RT pudo comprobar los motivos.
Desde la terminal del ferrocarril Belgrano Sur, a una diez cuadras de la CEAMSE, ya puede apreciarse la incipiente montaña de basura. Tan solo unos metros más cerca del establecimiento, el escenario cambia de forma radical: los caminos son de barro, las viviendas más sencillas y se percibe un olor que apesta en el ambiente. "Para los que vienen por primera vez es fuerte", comenta Hugo Ossore, miembro de los 'Vecinos Autoconvocados contra la CEAMSE'. Mientras el sol se esconde en esta parte gris del país, una especie de bruma se posa sobre los senderos, pero nadie diría que Catán se parece a Londres: "Son los gases", advierte el activista, quien camina tranquilo como si todo el contexto fuese normal. "Se viola el Convenio de Estocolmo que Argentina firmó en 2005, donde se identifica a la incineración como una de las principales fuentes de dioxinas. Nuestro país se había adherido a su prohibición", menciona.
"Muchos vecinos tienen niveles elevados de cromo y arsénico"
El guía cuenta que "la contaminación es aérea y terrestre, pero también se transmite a las napas de agua y luego a la comida". En efecto, a falta de respuestas oficiales, los vecinos impulsaron una demanda en un juzgado especializado en lo criminal y correccional. En 2006 se presentó un informe de la Policía Científica de Gendarmería Nacional, donde se encontró plomo, mercurio, cromo, cadmio y arsénico en las muestras líquidas. Según cita un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda, "también se comprobó que las chimeneas del relleno despiden al aire gases como tolueno, benceno, metano y butano". En otro apartado mencionan la peor parte: "Los análisis de laboratorio incluidos en la causa demostraron, además, que muchos vecinos tienen niveles elevados de cromo y arsénico en orina".
Ese mismo año, el Instituto Nacional de Alimentos consideró que el agua de la zona no era apta para el consumo humano, pero el juez fue más allá y advirtió que no se usara "ni para lavarse los dientes". Además, ordenó al Estado que provea de agua potable a los vecinos, víctimas de su propia desidia. En 2010 se comprobó que muchos de estos componentes tóxicos también estaban en los principales acuíferos subterráneos, que abastecen a toda la comunidad. Entonces, las autoridades gubernamentales desarrollaron un sistema de bombeo de agua, donde cada aparato "abastece a unas 20 manzanas a la redonda, pero no son plantas potabilizadoras", se queja Ossore, y añade: "Es decir, tal vez maten a las bacterias con cloro, pero los metales siguen estando, es agua directa de pozo".
No es necesario ser sociólogo para entender por qué la contaminación se produce en esta zona; en los sectores más próximos al basural la pobreza está a la vista de todos. Estos barrios se llaman San Enrique y Nicole, "porque no ingresan ni colectivos", explica el vecino. Sería difícil imaginar un monte de basura semejante en territorios más ricos. Por motivos obvios, el Estado no realiza estadísticas certeras sobre la situación, por eso los vecinos tuvieron que hacer su propio relevamiento. Entre los años 2014 y 2015 registraron en San Enrique y Nicole a 566 personas con patologías vinculadas a la contaminación, de 815 consultadas. RT confirmó la veracidad de esta encuesta informal al toparse, sin un análisis exhaustivo, con varios casos de cáncer de testículo, una enfermedad bastante popular en las inmediaciones de la CEAMSE.
No discriminan: también enferman a los bebés
Beatriz Ortiz tiene 31 años, vive en González Catán hace 16 y junto a su esposo padecen el doble discurso político que envenena a sus cinco hijos todos los días, literalmente. "Estamos a un par de cuadras del basural", se ubica, mientras comienza el reportaje."Hay días que llueve y no se puede aguantar el olor, es horrible. Salís y te arden los ojos, la nariz y la garganta, cuando hay humedad también", describe. Sus brazos tienen manchas en la piel, pero por sus cualidades maternales los protagonistas del relato son sus niños: "Tenía 11 meses, hace 11 años, cuando comenzó con la enfermedad, pero ahora está de alta. Fue terrible, estaba constantemente internado. Casi no pisábamos la casa, se descompensaba y teníamos que volver al hospital", relata Beatriz sobre uno de sus hijos.
El pequeño perdió un testículo. Al principio, cuando la madre lo llevó al hospital de Catán, le dijeron que tenía "una bolita de agua" que iba a irse, "y también que era sarna, pero la bola crecía", recuerda Ortiz con la voz temblorosa. La atención médica no fue de lo mejor, y el malestar siguió en otras parte del cuerpo: "Una semana cayó internado por una gastroenteritis grave y después un familiar me recomendó que lo lleve al hospital Penna-en la capital-. El pediatra lo ve y nos deja una dieta de rutina, pero cuando le abre el pañal ante mi consulta, no duda: '¡Mamá, eso es un tumor!', me dijo. Sin tocarlo, eh". Y relata: "Aquella vez me mandaron a un hospital especializado en niños y me pidieron estudios. Al mes volví con todo y lo operaron de urgencia, ese mismo día". El tratamiento terminó hace diez años, "ya está bien", se enorgullece la madre.
Los hijos no reconocidos de la CEAMSE
Hasta ese entonces, la familia no había considerado las condiciones del ambiente donde viven, pero el pediatra indagó y lo relacionó directamente con las consecuencias en la salud del niño: "Me preguntó dónde estaba viviendo, le conté cómo era el lugar y me dijo que es todo por la contaminación que hay". Sus otros hijos también presentan síntomas adversos, con "ataques de alergia y problemas respiratorios". Sin embargo, la mayor preocupación se posa sobre el pequeño Ciro, quien acaba de cumplir un año: "Ahora tengo al bebé brotado, hoy lo llevé al médico y me dijeron que varicela no es. Mañana tengo que llevarlo de vuelta", cuenta. El chico ya recibió la bienvenida de un mundo injusto y vive el castigo por ser pobre, sin siquiera haber comenzado el jardín de infantes. "Si tuviéramos la posibilidad de irnos a otro lado, nos iríamos, pero el tema económico es complicado", se lamenta Beatriz, y agrega: "Cuando vinimos para acá nadie nos informó de nada, es raro que salga en algún medio, esto no sale en ningún lado".
En su caso puntual, Ortiz explica que antes no se enfermaba con frecuencia, pero ahora suele tener gripes y alergias recurrentes. A su vez, pide: "Lo más justo sería que cierren el lugar, hay mucha gente que sigue sufriendo esto". Además, cuenta que tiene "muchos conocidos con casos de leucemia y problemas en la sangre por el agua contaminada", y enumera otros casos trágicos: "En frente hubo una nena con un tumor en la cabeza, a media cuadra otra chica falleció de cáncer", ejemplifica sucesos que ocurrieron a menos de 100 metros de su hogar, pero hay muchos más.
A muy pocas cuadras de distancia se encuentra Gustavo Garzón, un profesor de historia que vive allí "hace más de 25 años", se presenta. Preocupado por la salud de sus alumnos, el maestro notó que varios de ellos iban a la escuela con problemas en la piel, entonces se organizó junto a otros vecinos para difundirlo. "Tuvimos nuestro 'boom' de denuncias, pero en la última década se tapó todo, la Subsecretaría de Salud Pública de La Matanza no muestra nada. Hoy no hay estadísticas, las pocas que existen no son nada confiables", opina. Por otro lado, explica que al conflicto se suman nuevas víctimas: "Al costado de la CEAMSE está naciendo un barrio nuevo, es inmenso".
Cáncer para todos
Lo más difícil para los ambientalistas es sumar adhesiones de especialistas y profesionales que aporten conocimientos para darle autoridad a sus investigaciones artesanales. Hay pocos valientes dispuestos a arriesgar sus fuentes laborales por la causa. En el campo de la medicina, el único doctor que se atrevió a estampar su firma para certificar los relevamientos vecinales fue Pedro Zamparolo, quien se desempeñó durante 37 años en el rubro y fue director del centro de salud Dr. Domingo Roca. "Algunos médicos decidimos embarrarnos las patas", bromea el guevarista, quien sostiene que las enfermedades se relacionan a "las condiciones de vida y trabajo de la gente". Al respecto, plantea que "la medicina social se pregunta sobre los orígenes de estos padecimientos".
En su basta trayectoria atendiendo a pacientes de González Catán, entendió que los patrones en la población cambiaron con el correr de los años: "Dos décadas atrás, se pronunciaban sobre todo en niños y ancianos, enfermedades respiratorias en invierno o gastrointestinales como diarreas en verano. Esos eran los puntos críticos", explica, pero profundiza: "A medida que pasó el tiempo eso se sostenía, los cuadros de neumonía o conflictos respiratorios no dejaban de existir en primavera o verano, y las diarreas no desaparecían en otoño e invierno. Ahí nos replanteamos qué estaba pasando y notamos que estas consultas venían de vecinos próximos a la CEAMSE".
Lo complicado también es vincular las enfermedades con sus orígenes, en este caso la contaminación. Para el especialista, el razonamiento es sencillo: "Si vos calculás en una población testigo que entre 10.000 chicos aparecen 100 casos de diarreas, tenés un índice. Si en barrios como Nicole o San Enrique eso se duplica o triplica, te hace pensar que alguna causa produce la patología". Según Zamparolo, los cuadros más comunes son: "Enfermedades respiratorias, como broncoespasmos y asma infantil, y conflictos gastrointestinales, que están muy por encima del promedio nacional o de La Matanza. Eso se multiplica por tres o cuatro. Después están los problemas dermatológicos, con forúnculos o dermatitis. Los cuadros más severos son las púrpuras, los linfomas, leucemias y las enfermedades tumorales, entre otros cuadros gravísimos, como los cánceres".
El dato que duele: 3.000 muertes
"Los relevamientos vecinales detectaron 3.000 muertes vinculadas a la contaminación de la CEAMSE a través de los años", resalta el médico, y por ahora no hay estadísticas oficiales que contrasten esta información. A su vez, valora la lucha de los habitantes: "Los vecinos hicieron un gran estudio epidemiológico, tocando timbres, donde había timbre, y registraron patologías graves".
Por su parte, tras hacerse conocida su vinculación con los vecinos autoconvocados, a Zamparolo le negaron la chance de dirigir un importante hospital de la zona, a pesar de tener la calificación más alta. "Me demoraron algunos años para que supere el límite de edad", relata, y suma otra represalia: "No hubo otros médicos que hayan querido firmar el relevamiento, fui sumariado por esto en cuatro oportunidades, pero me salvó la gente con pequeñas puebladas barriales. Para mi es un orgullo".
Un negocio multimillonario
¿Cómo es que funciona un basural a cielo abierto de 50 hectáreas en una zona urbana? ¿Por qué nadie lo evitó? ¿Cómo lograron instalar semejante atentado contra el medio ambiente y los seres vivos? "Por la plata", resume Ossore, de la agrupación vecinal. El lugar se montó en 1979, durante la dictadura, y en tiempos de terrorismo de Estado no podían oponerse, o al menos preguntar sobre este sistema. "Un decreto obligaba a la capital del país y los municipios de la provincia a tratar sus desechos en estos centros de disposición final", explica, y reseña: "El andamiaje legal fue diseñado por los empresarios y perpetrado por el Gobierno de facto". Esta normativa dictatorial no se modificó, y el proceso de acumulación de basura, junto a la población civil, fue garantizado principalmente por el peronismo, el kirchnerismo, y ahora también sostenido por el macrismo; no hay banderas políticas si de capital se trata. Sin embargo, tras años de lucha, los vecinos lograron que dejen de arrojar basura desde la capital y otros municipios. Ahora solo depositan desechos de La Matanza, que tiene más de 1,7 millones de habitantes.
A pesar de que la compañía sea estatal, Ossore sostiene que interfieren grandes actores privados: "En González Catán el gran beneficiario es Techint, que le cobra a los municipios por enterrar los residuos". Por si no se entiende, La Matanza le paga a una gran compañía privada por contaminar a sus propios ciudadanos, caso contrario, recibiría sanciones económicas de la provincia "sobre la coparticipación", garante del negociado.
Para tomar dimensión del conflicto, vale mencionar que en 2014 el tratamiento de cada tonelada de residuos costaba 25 dólares, "aunque ahora el precio debe ser mayor", destaca Ossore. Según informa la CEAMSE, en todos sus predios tratan 17.000 toneladas por día, eso se traduce en 425.000 dólares diarios, aunque con los montos actualizados la cifra sería aún más sideral. ¿Qué harían los vecinos de Catán con ese dinero? En definitiva, también sale de sus impuestos. En este rincón de Argentina, la impunidad es tan grande que las compañías ni siquiera acuden a la típica Responsabilidad Social Empresaria (RSE) para mostrar las bondades del capitalismo, al menos asfaltando las calles del barrio Nicole.
Yo no fui
Consultada por RT, la secretaria del área de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de La Matanza, Karina Rocca, manifestó que "el cierre de la CEAMSE depende de la provincia", y agregó: "Nosotros acompañamos el reclamo de los vecinos". Sobre la falta de estadísticas oficiales, dijo que suelen "pedir informes a las autoridades competentes, pero no pasa nada". Según Rocca, los representantes de su distrito, kirchnerista, no pueden hacer más por los habitantes perjudicados. Además, expresó no saber cuánto dinero gasta el municipio por este servicio dañino.
A nivel provincial, la autoridad competente en esta clase de conflictos es el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS). Una vocera de esta dependencia indicó que para realizar relevamientos, antes debería haber denuncias. Cuando RT le mencionó la causa judicial disputada por los vecinos, solicitó unos días más para informar sobre sus estudios al respecto, si es que existen. ¿Es necesario un fallo judicial para hacer lo correcto? De todas formas, insistió con que "lo mejor es hablar con la CEAMSE, porque ellos lo manejan".
En el sitio oficial de la empresa ofrecen visitas guiadas a algunos de sus predios, menos al de González Catán. Minutos antes de publicarse este artículo, uno de los referentes del equipo de prensa, Alfredo Vega, contestó que "cumplen con todas las disposiciones de la OPDS". Todo queda entre amigos, pero todavía hay muchas preguntas por responder. ¿Lo harán?
Leandro Lutzky