Cuando un territorio plantea su secesión con respecto al Estado al que aún pertenece, la primera pregunta que surge, casi de manera natural, es cómo se las arreglará ese territorio para gestionar su independencia. Los interrogantes son razonables y múltiples: ¿Será capaz de erigirse en un Estado con plena autonomía? ¿Funcionará bien su economía, su balanza comercial, su política fiscal? ¿Podrá hacer frente la creación y el mantenimiento de sus propias estructuras judiciales? ¿Se resentirá su tejido industrial? Y, en definitiva, todos esos cuestionamientos que hemos escuchado sobre Cataluña y su actual proyecto independentista. Sin embargo, pasan semanas hasta que alguien se acuerda de la otra parte del conflicto. En este caso concreto: ¿Cómo se las arreglará España sin Cataluña? ¿Le afectará negativamente la secesión?
Hay que asumir que partimos de una base de gran incertidumbre, desde la cual se ven muchas más preguntas que respuestas. En otras palabras: a día de hoy, es imposible saber en qué términos se llevarían a cabo las acciones concretas necesarias para que Cataluña fuera efectivamente una república soberana. Muchos asuntos requieren delicadas negociaciones para no derivar en catástrofes, y sin saber el resultado de esas negociaciones (o de esas catástrofes) es imposible imaginarse cuál será la situación real.
Territorio e infraestructuras
Así que, de momento, empecemos por lo obvio: España, sin Cataluña, pasaría de tener una superficie de 505.944 km a 473.854 km, lo cual supone una disminución territorial del 6,3%. Por otra parte, perdería 7 millones y medio de habitantes, pasando de una población de 46,4 millones de habitantes a una de 39 millones, como en los años 90.
El territorio, claro, es mucho más que una cantidad determinada de kilómetros cuadrados: contiene espacios e infraestructuras de vital importancia, que generan beneficios y repercuten positivamente en todo el territorio nacional; y el número de habitantes es una cifra de vital importancia también en el terreno de la contribución fiscal y de las pensiones.
- Sin Cataluña, la frontera de España con Francia se reduciría a la mitad, perdería su mejor paso fronterizo (La Jonquera) y Andorra dejaría de ser accesible directamente desde España.
- Y por supuesto, perdería también cientos de kilómetros de costa con su enorme potencial de explotación en servicios turísticos, por no mencionar el valor cultural del enorme patrimonio catalán.
- Una de las pérdidas infraestructurales más importantes para España sería el aeropuerto de El Prat, que es el segundo más activo del país, con cifras muy cercanas a las del aeropuerto de Madrid-Barajas: tan solo en el pasado mes de agosto, 4,9 millones de pasajeros transitaron por el Prat, en unas 31.500 operaciones.
- El puerto de Barcelona es el segundo puerto de España en cifras de tráfico, con 5,9 millones de toneladas registradas en julio, y con medio millón de pasajeros. El de Tarragona también es importante: es el sexto en tráfico. El impacto económico resultante de perder el control sobre estos puertos no es desdeñable en ningún caso.
- Dos centrales nucleares (cuya potencia conjunta supone casi el 40% del total de la que se produce en España), dos factorías automovilísticas (Seat y Nissan), una carísima red de conexiones ferroviarias y varios centenares de kilómetros de cable telefónico submarino dejarían de estar también bajo el control del Estado español, entre otras muchas infraestructuras industriales.
Es fácil imaginar que se trata de pérdidas significativas y relevantes.
¿Una España más pobre y desigual?
El analista político y periodista del diario catalán 'Ara' David Miró no tiene dudas al respecto de cómo quedaría el Estado español tras la hipotética secesión de Cataluña: "A grandes rasgos podemos afirmar que sería una España más pequeña, más pobre y más desigual".
Si Miró dice "a grandes rasgos" es porque las incógnitas son tantas que es imposible pormenorizar el análisis todavía, y de nuevo tenemos que ceñirnos a lo obvio, a lo inmediatamente calculable: España perdería los 210.000 millones del PIB catalán.
Otro analista, Pablo M. Beleña, del portal Diariocrítico.com, va un poco más allá: "España no solo perdería los 200.000 millones del PIB catalán, sino también todo el enriquecimiento generalizado como país que genera la actividad económica catalana. Ya sólo perder Cataluña sería como perder el 20% del PIB, lo que supondría una contracción inasumible, pero también se iría incrementando con el paso del tiempo, al perder los lazos económicos, por mucho que se mantenga una buena relación de intercambio comercial". Y añade que "los empleos que podrían perderse serían otro punto a tener en cuenta, igualmente desastroso".
"No se trata de un asunto económico"
En vista de todo lo anterior, sería legítimo sospechar que el ímpetu con el que el Gobierno de España está impidiendo la celebración del referéndum soberanista y su inflexibilidad a la hora de plantear o aceptar vías alternativas de diálogo tiene su raíz en el miedo al efecto económico "desastroso" que eso podría tener sobre la economía española.
No es lo que piensa José Moisés Martín, experto economista, al que hemos recurrido en RT para profundizar en el análisis de un hipotético escenario económico posterior a la independencia de Cataluña. En su opinión, el problema no es tanto económico, sino "político y de orden constitucional".
El aspecto económico del problema, por ahora, es poco previsible, debido a la gran cantidad de variables al que está sujeto. "En caso de que haya una desconexión, depende mucho de cual sea el acuerdo final, de si se trata de una conexión en la que Cataluña no participe en el mercado único, que sería mucho más dramática, o de si hay una desconexión dentro del mercado único de la Unión Europea, que requeriría una negociación muy importante y tendría consecuencias distintas", explica Martín. Lo que este analista tiene claro es que "si se hace a las bravas yo creo que será una catástrofe para las dos economías".
Con lo que sabemos hasta ahora, es imposible ofrecer un pronóstico fiable, porque "hay muchos elementos de interrogación".
De entrada, según Martín, una de las pocas cosas que pueden preverse sin duda que "España perdería en términos globales su posición en materia de renta per cápita". Sin embargo, en el terreno fiscal "se notaría, pero tampoco demasiado". "Aunque parece que se podría producir un impacto muy grande, yo creo que no lo sería. España lo podría superar con una subida de impuestos relativamente marginal, incluso manteniendo los impuestos como ahora y sin bajarlos, se podría sostener", augura.
En cuanto a las pensiones, hay que tener en cuenta, cómo el mismo señala, que tanto España como Cataluña incurren en déficit. Por lo tanto, pronostica Martín, "en caso de separación de las cajas de pensiones, Cataluña no podría pagar sus pensiones, por lo menos al principio, porque no tiene caja, no tiene pirámide suficiente. Ahora mismo se está sosteniendo prácticamente con los préstamos que recibe del Estado español. El impacto en España sería menor porque España ya está en déficit, y si le quitas una parte que está también en déficit, pues no se nota demasiado".
El comercio sufriría, pero la deuda pública sería más problemática
El comercio es un aspecto donde la economía española podría sufrir lo que Martín llama "un 'efecto frontera', que ya se produce en cierta medida, pero que si se establecieran fronteras fuertes sí que se notaría más, en términos de relaciones e intercambios comerciales entre España y Cataluña, y con el extranjero". A este respecto, el economista destaca que "buena parte de las exportaciones que vienen del eje mediterráneo necesariamente tienen que pasar por Cataluña, por una cuestión de infraestructuras".
La cuestión más importante en términos económicos, sin embargo, será la deuda pública. Martín explica que "si no se llega a un acuerdo sobre eso, es bastante probable que el impacto sobre España sea muy considerable. Pasaríamos de tener un 100% de deuda pública a un 120% aproximadamente". Este economista concluye afirmando que "en general la independencia de Cataluña empeoraría las condiciones de crecimiento de España, sin duda". Pero el experto insiste en que el conflicto de fondo "no es un tema económico, ni siquiera por la balanza fiscal, o porque se quiera independizar la parte más rica de España". Es más, Martín nos asegura que "si Cataluña fuera una región pobre, estaríamos viviendo un debate muy parecido al actual".
Dibujar una España sin Cataluña es de momento un ejercicio de política-ficción, una mirada al incierto escenario del futuro. No obstante, algunos elementos objetivos permiten componer un pre-diagnóstico en el que destaca una contracción económica (o al menos un pesado lastre al crecimiento) y una modificación infraestructural de consecuencias considerables.
De vuelta a la realidad, la propia realización del referéndum es aún un enorme reto lleno de dificultades legales y policiales para los independentistas catalanes, una afrenta intolerable para el gobierno de España, y una verdadera incógnita para todos los demás. Con un presente así de incierto, preguntar por el futuro es permitirse un lujo.
David Romero