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"Estúpida coincidencia": ¿Por qué esta virgen de Quito le da la espalda al sur?

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La virgen que, en el imaginario quiteño divide a la ciudad, tiene su mirada puesta hacia el norte. ¿Los bendice a todos o solo a algunos?
"Estúpida coincidencia": ¿Por qué esta virgen de Quito le da la espalda al sur?

"La virgen se parece a todos los alcaldes, cuando suben le dan la espalda al sur", dice, en tono de broma, Oswaldo García, un comerciante que tiene un local de venta de velas y estampas religiosas en el sur de Quito, la capital de Ecuador.

García se refiere a la Virgen de Quito, un monumento emplazado en la cima de El Panecillo, un cerro ubicado en pleno centro de la capital.

La virgen fue inaugurada en esa elevación, a 3.000 metros sobre el nivel del mar, en marzo de 1975. Es una obra del español Agustín de la Herrán Matorras, quien se inspiró en la Virgen Apocalíptica —por ello tiene alas— de Bernardo de Legarda, un escultor ecuatoriano del siglo XVIII.

Para los quiteños y los foráneos que viven en esta ciudad, El Panecillo y su virgen marcan la división que el imaginario colectivo ha denominado como norte y sur de la capital.

La polémica y dichos en torno a la virgen comenzaron desde el mismo momento que dieron inicio a los trabajos de levantamiento del monumento —relata García— porque la ubicaron con el rostro hacia el norte y la espalda al sur.

¿Por qué la virgen les da la espalda?

Las versiones sobre la posición de la virgen, y en particular por dar la espalda al sur son muchas, incluso los quiteños de esa parte de la ciudad difieren en relación a ello.

García dice que fue "una coincidencia, una estúpida coincidencia". Aclaró que al principio, recién inaugurado el monumento, hubo cierto recelo por parte de los habitantes del sur, pero "ya no, ya entienden que no fue a propósito".

Por su parte, Vicente Tutasig, otro habitante del sur, mencionó que la colocación del monumento tiene el significado maternal que suele dársele a la "Madre de Dios".

"La virgen protege al sur, por eso está a su espalda, y le pide al norte (al que le da la cara) que tenga misericordia de sus hermanos", dijo.

En el imaginario colectivo, el sur de Quito es asociado "con desprovisión o pobreza, con el espacio de las zonas marginadas", explica Alfredo Santillán, coordinador de la Maestría en Antropología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en entrevista con RT.

Mientras, el norte es visto "como espacio de los privilegios sociales (...) donde se concentra el capital".

Es posible que esa sea la visión de Fabiola Saransig, una chica que vende ropa en una de las esquinas de la avenida Mariscal Sucre, en el sur de la ciudad. Para ella, la razón por la que la virgen les da la espalda está relacionado con las "malas acciones" de los habitantes.

"La virgen da la espalda porque hay delincuencia, es como que no le gusta lo que hay de este lado (...) y por eso las mayores desgracias ocurren en el sur, porque ella no nos mira".

Francisca Vela, quien vende frutas en las calles Cañaris y Mariscal Sucre, al sur de Quito, tiene una versión que apunta más a lo comercial o estratégico, justo porque El Panecillo está frente al Centro Histórico de la ciudad, un lugar muy concurrido por turistas locales y extranjeros.

"Es lógico que pusieran la cara de la virgen hacia ese lado, hacia el Centro Histórico, hacia el norte, para que la vean los turistas, para que se vea desde todas las iglesias que hay en esa zona", indica.

Su explicación coincide con lo que sucede día a día. Desde muchos de los puntos turísticos de la ciudad, como el Palacio de Cristal del parque Itchimbía o desde la Basílica del Voto Nacional, se puede apreciar completa la imagen de la virgen.

¿Son realmente diferentes el sur y el norte de Quito?

En el imaginario colectivo, como indica Santillán, las dos partes de la ciudad son muy diferentes.

De hecho —señala el especialista— "hay una cierta aversión, un rechazo a la idea de que podemos ser semejantes (…) todos están convencidos de las diferencias".

La división de la capital ecuatoriana comenzó entre los años 1930 y 1940, cuando "los grupos más acomodados de la ciudad (...) optan por un traslado hacia el norte". Hasta entonces, Quito era básicamente lo que hoy se conoce como Centro y Centro Histórico, y era "un espacio multiclasista".

Luego, en 1945, se institucionalizó esa diferencia, cuando se elaboró el primer Plan Regulador para la Ciudad de Quito, realizado por Guillermo Jones Odriozola. Se estableció el asentamiento de barrios, jardines como se les denominaba entonces, en el norte y los barrios obreros en el sur.

"Ahí hay un fuerte componente real, material, concreto, tanto de la acción de las élites, como de la acción municipal, de que las clases ya no se mezclan tanto, sino que ocupan espacios diferentes en la ciudad", explicó Santillán.

Pero entre las décadas de 1970 y 1980, cuando hubo el 'boom petrolero' en el país, ambas partes se expanden y se hacen heterogéneas, y es en ese momento, de acuerdo al antropólogo, que "se desdibuja la frontera entre norte y sur":"En todo el norte están clases pobres y clases ricas; en el sur están juntas clases medias con clases populares".

Sin embargo —detalla Santillán— en el imaginario siguieron y siguen las diferencias, a lo que se suma la connotación religiosa por la división que hace la Virgen de Quito.

Pero en la actualidad, más que definir entre ricos y pobres, ya salen a relucir otras características, una "imagen ambivalente", y es lo que justamente les lleva a insistir en no parecerse, explica.

"El norte es un lugar visto como muy servido, con muchas comodidades, pero con gente de pocas virtudes morales, con gente engreída, con gente que no le gusta socializar, con gente individualista que vive encerrada en sus casas, con gente como con pocas cualidades de interacción".

Mientras que el Sur "es visto como un lugar carente, como un lugar peligroso, como un lugar no tan moderno, pero habitado por gente muy sociable, muy alegre, muy emprendedora, con muchas virtudes".

Norte o sur, "la virgen nos bendice a todos, ya nosotros no sentimos rencilla porque no nos mire, estamos claros que es una mera casualidad", es la apreciación de Fernando Guerrero Torres, jubilado de la administración pública, quien ahora vende helados frente al Colegio Paulo VI.

Edgar Romero

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