La publicación del video de la interceptación de un avión de reconocimiento estadounidense por un Su-27 atrajo la atención de muchos medios de comunicación occidentales. No obstante, ninguno ha comentado el hecho de que el avión estadounidense EP-3E, que despegó de la base aérea de la bahía de Suda en la isla griega de Creta, pasó varias horas circulando a lo largo de la costa sur y sudoeste de Crimea, informa el periódico Rossiiskaya Gazeta.
En algunos momentos se acercó a la península, a unos 40 kilómetros de distancia.
El vuelo "claramente provocador" no quedó sin reacción de las fuerzas de la Flota rusa del Mar Negro desplegadas en Crimea, por lo que un caza Su-27 tuvo que "ahuyentar al espía aéreo" de las fronteras rusas. El Ministerio de Defensa ruso aseguró que la interceptación se realizó de manera segura y de acuerdo con todas las normas internacionales.
"Está claro que los estadounidenses no se acercaron a Crimea por curiosidad ociosa. El objetivo de estas rutas es bien conocido: gracias al equipo de reconocimiento a bordo del avión, los militares de EE.UU. intentaron captar los datos de los equipos radioelectrónicos de nuestros complejos de guerra", explica el periódico.
En concreto, a EE.UU. le interesa "en qué frecuencias funcionan los equipos de los sistemas de misiles antiaéreos S-400 desplegados en la península y los sistemas de misiles Bal y Bastión", precisa la publicación.
Con esta información, los generales en el Pentágono podrán empezar a trabajar en los métodos de "supresión radioelectrónica de estos sistemas para dejarlos fuera de servicio incluso antes del lanzamiento de los misiles". Es por eso que los aviones de reconocimiento de EE.UU. casi todas las semanas aparecen cerca de las costas de Crimea, de modo que los interceptores rusos se ven obligados a ahuyentar a los espías de sus fronteras, concluye el artículo.