La administración del presidente estadounidense, Donald Trump, busca hacerse cargo del suministro de petróleo en toda la región del Caribe. Washington desea retomar el control de la zona que considera su "tercera frontera", situando al Gobierno de Nicolás Maduro en su punto de mira. Uno de los motivos que llevaron al secretario de Estado, Rex Tillerson, a elegir a Jamaica entre los destinos que visitó la primera semana de febrero, fue romper los acuerdos de cooperación establecidos entre el Caribe y Venezuela, país que desde 2005 asumió el compromiso de garantizar el suministro de crudo.
Ante la negativa del Gobierno de Maduro de suspender la elección presidencial convocada para el próximo 22 de abril, EE.UU. no descarta aplicar sanciones sobre el petróleo venezolano, pues considera que los comicios que se han convocado no tienen ninguna garantía de ser "justos, libres y validados internacionalmente". En caso de que se apliquen sanciones sobre el petróleo, el suministro a los países caribeños se vería interrumpido. Frente a ello, las empresas petroleras estadounidenses estarían buscando sustituir a Venezuela como fuente de abastecimiento.
En el documento 'Caribe 2020', salta a la vista el interés norteamericano por convertirse en la potencia con mayor influencia en la región: todo apunta a que ningún otro país que no sea EE.UU. parece tener el liderazgo suficiente para dirigir a los países caribeños por el camino de la seguridad, la prosperidad y el bienestar. El Gobierno de Trump aparece como el único autorizado para participar en los asuntos relacionados con la energía: "Las exportaciones de gas natural de EE.UU. y el uso de tecnologías energéticas renovables ofrecerán alternativas más limpias y económicas al uso de combustóleo pesado y asimismo reducirán la dependencia de Venezuela".
EE.UU. busca administrar la dependencia energética de las naciones de todo el Caribe. Y uno de los requisitos para conseguirlo es aislar al Gobierno de Nicolás Maduro en el plano regional, suplantando el abastecimiento de crudo venezolano hacia los países caribeños. Recordemos que Venezuela logró aumentar su influencia en la zona gracias a Petrocaribe, un acuerdo de cooperación energética que fue lanzado por el fallecido comandante Hugo Chávez en septiembre de 2005 y que, en poco tiempo, terminó aglutinando a 18 países. Petrocaribe nació como una iniciativa de integración regional en la que el Gobierno de Venezuela se comprometió a garantizar el aprovisionamiento de petróleo crudo.
Venezuela consiguió detonar un círculo virtuoso: a cambio de suministrar energía a bajo costo y con facilidades de crédito, la nación bolivariana obtenía una gran variedad de productos (ropa y alimentos, por ejemplo) de sus socios caribeños. Entre 2005 y hasta el cierre de 2016, la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) entregó más de 100.000 barriles de petróleo diarios. Así, los países que integraron Petrocaribe recibieron de Venezuela más de 340 millones de barriles durante todo este período.
La venta de crudo venezolano disminuye
Hoy, sin embargo, Petrocaribe se encuentra en un serio predicamento. Atrás quedaron los años de bonanza económica gracias a los elevados precios del oro negro. A últimas fechas, no ha sido sencillo para el Gobierno de Venezuela seguir cumpliendo sus compromisos con los integrantes de la alianza regional, pues sus ingresos dependen esencialmente de las cotizaciones del crudo. Los problemas se profundizaron a partir de mediados de 2014, cuando los precios del petróleo se desplomaron.
Las iniciativas de integración regional como Petrocaribe están perdiendo impulso debido a la caída de los ingresos petroleros de Venezuela. Aunque el Gobierno de Maduro continúa suministrando crudo a los miembros de Petrocaribe, los volúmenes entregados se han visto reducidos considerablemente. Según datos del reporte anual de PDVSA correspondiente a 2016, hay varios países que dejaron de comprar petróleo crudo a Venezuela en cantidades equivalentes a por lo menos un 50% de las cuotas que fueron establecidas originalmente en Petrocaribe, entre ellos: Antigua y Barbuda, Dominica, Jamaica, San Cristóbal y Nieves y San Vicente y Las Granadinas.
Y el Caribe no es la única región. El declive en el abastecimiento de crudo venezolano está afectando también a países de América Central. A lo largo de 2016, PDVSA entregó a Belice apenas 2.800 barriles de petróleo por día, un volumen muy por debajo de los 4.000 barriles de la cuota que había sido pactada anteriormente. En consecuencia, algunas empresas se han visto obligadas a dar por terminados los acuerdos establecidos con Venezuela bajo la iniciativa Petrocaribe.
En septiembre de 2017, luego de reunirse con su Gobierno, la empresa Belize Energy Limited (Apbel) anunció la suspensión de compras de crudo. "Hemos sido informados por PDVSA que, a veces, han tenido que comprar en el mercado spot para cumplir con sus compromisos con nosotros. Esto definitivamente no es lo que fue planeado por Petrocaribe. Estamos muy agradecidos con la República Bolivariana de Venezuela y con PVDSA por todo lo que han estado tratando de hacer para cumplir sus promesas (…) pero no tiene sentido forzar un arreglo en estas circunstancias", apuntaba el comunicado de prensa de la empresa, según reseñó The Gleaner.
En países como Jamaica, que también forma parte de Petrocaribe como Belice, las ventas de PDVSA están cada vez más cerca de llegar a su fin: el suministro de petróleo venezolano cayóde 19.500 a 3.000 barriles diarios en apenas un año, un desplome colosal entre 2015 y 2016. Los responsables de la política exterior de Washington tomaron nota. Ante el declive de los volúmenes de aprovisionamiento, EE.UU. se ha declarado dispuesto a cubrir el boquete dejado por Venezuela.
Tillerson en Jamaica: Dinamitando la unidad de Petrocaribe
Altos funcionarios de Washington han buscado convencer a los países caribeños de que retiren su apoyo a Venezuela de cara a su próxima elección presidencial. El anzuelo utilizado por el Gobierno de Trump es el suministro de petróleo crudo. Esta fue una de las razones por las que Tillerson, quien antes se desempeñó como director ejecutivo ('Chief Executive Officer') de la petrolera Exxon Mobil, llegó a la ciudad de Kingston el pasado 7 de febrero para reunirse con el primer ministro de Jamaica, Andrew Holness.
El Gobierno de Donald Trump quiere hacerse cargo de abastecer petróleo a todo el Caribe, así lo dejó claro Tillerson en su visita a Jamaica. "Tuvimos una discusión muy amplia sobre las formas de promover una mayor independencia energética no solamente para Jamaica, sino para todo el Caribe (…) estamos listos para ayudar a Jamaica y a otros socios caribeños a explorar y desarrollar los recursos que tienen", sentenció el secretario de Estado.
Poco a poco, las empresas norteamericanas están aumentando las ventas de petróleo a Jamaica. Según la Administración de Información Energética de EE.UU. (EIA, por sus siglas en inglés), en 2016 alcanzaron los 7.153.000 barriles de crudo, es decir, un promedio de 19.598 barriles por día. Sin embargo, llama la atención que hasta el momento no exista ningún plan elaborado por el Gobierno de Trump para garantizar la seguridad energética a todo el Caribe.
Washington "estudia" el lanzamiento de un plan de abastecimiento
En conferencia de prensa, y a pregunta expresa sobre si el Gobierno de EE.UU. estaba en condiciones de suministrar petróleo a Jamaica, y al Caribe en general, Tillerson se limitó a señalar que antes de elaborar un plan en concreto, era necesario sopesar las consecuencias que una interrupción del suministro de petróleo venezolano traería para las naciones de la región. "No voy a entrar en detalles ahora pero vamos a realizar un estudio sobre esto muy pronto", comentó nervioso.
En relación a la misma pregunta, el primer ministro Holness reveló que su país ya no estaba comprando petróleo a Venezuela y que, bajo las nuevas características del mercado petrolero global, donde EE.UU. se perfila como exportador de energía: "Jamaica puede en este nuevo paradigma, beneficiarse de eso".
EE.UU. no está solo en su intención de suplantar el abastecimiento de petróleo venezolano. Tiene el apoyo de México, un país rico en recursos naturales y que, hay que destacar, luego de aprobar una reforma constitucional en materia energética en 2013, otorgó los derechos de explotación de varios de sus yacimientos de petróleo a empresas de origen estadounidense.
En agosto del año pasado, la agencia Reuters publicó que el Gobierno de Peña Nieto estaba elaborando un plan de suministro alternativo para el Caribe. Hace unos días, sin embargo, el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, declaró que si bien era cierto que el Gobierno sí había analizado el lanzamiento de una estrategia de abastecimiento, reconoció que México no estaba en condiciones de garantizar el suministro de crudo. "Difícilmente creo que México pudiera asumir una responsabilidad de esa naturaleza dado que nuestra producción petrolera ha venido declinando", sentenció Coldwell.
Las aspiraciones de EE.UU. en el Caribe contrastan con la falta de una estrategia para garantizar la seguridad energética. A pesar de la caída en los volúmenes de suministro, Petrocaribe todavía no es un proyecto muerto, continúa su funcionamiento a pesar de las sanciones económicas impuestas en contra de Venezuela. Sin embargo, no hay duda de que el giro de la política exterior de Kingston encendió las alarmas de la cancillería venezolana. Había llegado el momento de pasar a la contraofensiva.
Días antes del viaje de Tillerson a Jamaica y a otros países que integran el llamado Grupo de Lima, el ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, Jorge Arreaza, comenzó una intensa gira de trabajo por prácticamente todos los países que conforman Petrocaribe para, entre otras cosas apuntó, "fortalecer" los mecanismos de la integración regional. Sin tregua, la guerra energética entre EE.UU. y Venezuela por el Caribe.
Ariel Noyola Rodríguez