La luz cenital "que cae de arriba y hace que las sombras se extiendan hacia abajo (…) es como la peor luz que existe" en el ámbito cinematográfico, porque cubre los ojos, el punto más importante en una imagen dramática, fue lo que le dijeron el cineasta documentalista ecuatoriano Diego Arteaga al entrar al mundo de la fotografía.
Esa afirmación le generó una duda: "Si esa es la peor luz que existe supuestamente para el cine, ¿cómo afecta eso a nosotros que vivimos aquí con esa luz todo el tiempo?", en referencia a Quito, capital de Ecuador, donde la luz del sol se presenta constantemente cenital, en la vida real, en el día a día de todos sus habitantes.
"Quito está sobre la línea Ecuador [que divide al mundo en dos hemisferios] y además está atravesada por Los Andes; son características únicas en el mundo", explica el cineasta documentalista. Esta circunstancia, en su opinión, hace "que la luz sea única también (…), porque no hay ningún otro sitio en el mundo donde pase la línea Ecuador y pase un sistema montañoso". Se trata de una conjugación de altura y posición geográfica: "Estás súper alto y, sabiendo que la tierra es achatada, entonces estás más afuera", añade.
Al conocer esa realidad, Arteaga decidió investigar y de ahí nació la idea de su documental 'Luz de América', que estrenará este sábado 12 de mayo en el festival internacional Encuentros del Otro Cine (EDOC), que se celebra en Quito y otras ciudades de Ecuador. También será proyectado el miércoles 16 y sábado 19 en el espacio cultural Ocho y Medio de la capital ecuatoriana.
"En esta ciudad no tienes sombras largas"
Arteaga define varias características propias de la geografía de Quito, que los quiteños no suelen apreciar o no las ven como especiales, en comparación con otras ciudades del mundo, y que "tal vez puede influenciar nuestro comportamiento de alguna manera":
- En Quito el horizonte siempre está bloqueado por una montaña. "Siempre está una montaña en frente y tienes esta situación de que está la ciudad en medio, el sol empieza a caer y ya las montañas cubren".
- "En esta ciudad y en casi todo el Ecuador, no tienes sombras largas".
- La hora en la que sale y se oculta el sol casi no cambia en todo el año. "Amanece y anochece casi a la misma hora y todo es súper fijo".
- El sol sube y baja "violentamente" y los atardeceres son muy cortos. "En cine, aquí la idea de atardecer es imposible, o sea rodar, porque dura 15 minutos y en eso no ruedas nada".
- No hay estaciones, solo dos temporadas que son la seca y la de abundantes lluvias, es como una primavera todo el año. "No tenemos esta relación de pensar en un invierno o en un cambio de clima para prepararse para algo".
- El cielo es como una cúpula. "Aquí el cielo se ve redondito (…) te alejas de aquí y ves el cielo plano, largo".
Quito, Luz de América
El documental, cuyo proyecto se extendió durante siete años, está dividido en tres ejes: Histórico, estético y filosófico, según cuenta Arteaga.
En la conversación con RT, el director hizo referencia al período incaico, civilización que tuvo su auge en la región entre los siglos XIII y XVI, aunque aclaró que en el documental no hablan propiamente de este imperio, sino que más bien muestran a Tiahuanaco, una ciudad arqueológica ubicada en Bolivia, "donde nacieron todas las civilizaciones andinas". Señala que "hubo gente que nos dijo que los Incas vinieron acá, si bien por un ánimo expansionista, la idea era llegar al sitio donde no hay sombra, que es aquí".
Y en efecto, eso ocurre dos veces al año en Quito, sobre la línea ecuatorial, en los equinoccios de marzo [20 o 21] y septiembre [22 o 23]. Esos días el sol alcanza el cenit, se ubica en el punto más alto de su elevación sobre el horizonte y ocurre el fenómeno de la "luz sin sombra; es decir, el sol está tan cenital que la sombra desaparece debajo de tus pies", dice Arteaga. Por eso, para los Incas, que eran heliocentristas –creían que la tierra y los demás planetas giraban alrededor del sol antes de que Copérnico formulara esta teoría, en 1543–, "era como una idea de llegar a la cuna del sol".
En la cinta está la presencia de los jesuitas españoles, que intentaron relacionar la cultura local con la religión que ellos trajeron. Arteaga retrata esto con imágenes de la famosa iglesia de La Compañía de Jesús, emplazada en el Centro Histórico de Quito. Muestra un efecto lumínico creado por los colonizadores con la "entrada de una luz en el cuadro del juicio final" que está en el templo, que buscaba "relacionar al dios sol con las imágenes católicas".
Posteriormente se da la llegada de la misión geodésica francesa, en 1736, con el fin de probar el achatamiento polar y el ensanchamiento ecuatorial de la tierra. En lugar de estar un año, como habían previsto, estuvieron ocho y fueron quienes trazaron el punto donde se pisa la mitad del mundo. "Ellos difundieron lo que sabían, trajeron la ilustración a Quito y eso cambió el escenario de pensamiento de la ciudad y fue el gran impulso que hizo que se dé el primer grito de la independencia" en el siguiente siglo. "Entonces es un hecho geográfico, que se vuelve científico y luego se vuelve político", dice Arteaga.
Pero esta parte histórica también cuenta el origen de la frase 'Quito, Luz de América', por la que es conocida la capital ecuatoriana. El apelativo se lo otorgó un fraile chileno llamado Camilo Henríquez, quien fue enviado a Ecuador y vio la masacre del 2 de agosto de 1810, una revuelta ciudadana que tenía como fin liberar a los próceres apresados por participar el año anterior en la Primera Junta de Gobierno Autónoma de Quito y por lo cual habían sido acusados de delitos de "lesa majestad". Arteaga relata que "las tropas españolas mataron a los héroes en la cárcel y luego salieron y empezaron a pelear con la gente y mataron a un montón de ellos, fue una mortandad terrible".
Ese episodio inspiró al fraile, de la Orden de la Buena Muerte, a que en su regreso a Chile lograra la colocación en el primer faro de Valparaíso una placa con la proclama: "A Quito, Luz de América".
"La luz es el bien"
La película retrata la característica de luz única de Quito, comparada con otras 14 ciudades del continente americano, desde Valparaíso (Chile) hasta Toronto (Canadá), y es ahí donde se percibe la parte estética.
Su realizador buscó mostrar la "diferencia de luz" entre esas urbes. Su comparación, por ejemplo, se evidencia con imágenes de retrato con luz cenital, captadas al mediodía en el equinoccio, "mostrando como esa luz cae aquí y cómo define cómo nos vemos aquí", subraya el cineasta.
"La luz es como el elemento más utilizado por el hombre para simbolizar las cosas nobles de su vida, es decir, es la revolución, es el amor, es el bien", dice Arteaga, que desde ese pensamiento explica la parte filosófica del documental que "busca y representa teorías de la luz".
Incluye la teoría o mito de la Caverna de Platón, que ilustra hasta qué punto vivimos en una sociedad donde lo que percibimos es simple ficción. También se contempla la teoría de los colores de Johann Wolfgang von Goethe, un poeta, científico y pintor que "le dio unas características a su trabajo sobre la luz (…) en el que hace un levantamiento en cuanto a la percepción psicológica que producen los colores".
Además, está el estadio del espejo del psicoanalista francés Jacques Lacan, que analiza la formación del 'yo' durante la fase de desarrollo psicológico del niño entre los 6 y 18 meses de edad, período en el que el infante es capaz de identificar su propia imagen en el espejo.
"Esta idea de la línea Ecuador la utilizamos como un artilugio turístico, pero no lo vemos ni entendemos en la realidad diaria", dice el cineasta, quien señala que es importante tomar conciencia "de estas características del sitio donde vivimos, lejos de ser un atractivo turístico define de cierta manera como somos y nuestra personalidad".
Edgar Romero