A unos 50 de kilómetros de Madrid, en el extremo sur de la Sierra de Guadarrama, se yergue una imponente cruz de 150 metros de alto. A sus pies se encuentra el resto del conjunto monumental conocido como Valle de los Caídos, en cuyo interior yace enterrado el cuerpo del dictador Francisco Franco.
El gigantesco mausoleo fue concebido por el propio Franco como un lugar conmemorativo para honrar a los caídos en la Guerra Civil española (1936-1939). De hecho, en un decreto de 1940 se asigna a este ambicioso proyecto la función de poner "un digno marco al campo en que reposan los héroes y mártires de la Cruzada".
Sobre su descomunal tamaño, el mismo decreto explica que "es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido".
Sobre la supuesta dignidad del "marco" en el que hoy se encuentran los "héroes y mártires" existen, sin embargo, grandes discrepancias. El dictador inauguró finalmente el monumento en 1959 y se estima que, entre ese año y 1983, más de 30.000 cuerpos fueron trasladados allí y depositados en sus criptas, desde diversos puntos de España. Es por eso que lo que en otro decreto de 1941 se proyectó como "un grandioso monumento que perpetúe la memoria de los que cayeron" en la Guerra Civil, haya acabado siendo considerado, con menos romanticismo, la mayor fosa común de España.
La mera existencia de un lugar tan cargado de significado histórico como el Valle de los Caídos es, en un país en el que el recuerdo de la Guerra Civil aún produce notables fisuras ideológicas, objeto de gran polémica.
En busca de "cierta normalidad democrática".
El Gobierno de Pedro Sánchez ha anunciado recientemente una reforma de la Ley de Memoria Histórica que hará posible la exhumación del cuerpo de Franco y la resignificación del Valle de los Caídos.
Esta ley, promulgada en 2007 por el Ejecutivo también socialista de Jose Luis Rodríguez Zapatero fue derogada 'de facto' en las legislaturas siguientes por el gobierno del Partido Popular: bajo el mandato de Mariano Rajoy no se asignó ninguna partida presupuestaria para su aplicación efectiva.
El regreso al poder del PSOE ha venido acompañado de un nuevo impulso a esta norma, que también declarará nulos todos los juicios del franquismo y prohibirá la apología del fascismo y de la dictadura.
"Tenemos que hacerlo, hay que implementar esta ley porque, si no, la estamos incumpliendo", decía el pasado 3 de julio la ministra de Justicia, Dolores Delgado, a Antena 3, en una entrevista en la recordó que se trata de "una norma aprobada en el Parlamento en la que se pretende una cierta normalidad democrática".
Este asunto de la "normalidad" está en el núcleo del conflicto social que se deriva de la mera permanencia del Valle de los Caídos: mientras la izquierda española lo contempla como una grave anomalía política en el contexto de un país democrático, hay quien considera que este conjunto monumental de origen franquista es un respetable vestigio de la historia nacional y tiene perfecta cabida en la España contemporánea.
"Europa debe conocer este problema"
El pasado día 2 de marzo, ocho eurodiputados viajaron hasta el municipio madrileño de San Lorenzo del Escorial para reunirse con un grupo de familiares de víctimas del franquismo que aún luchan por reparar la memoria de sus parientes desaparecidos o represaliados, por darles una digna sepultura a los que aún no la tienen, y por implicar al Gobierno de España en la tarea. Los eurodiputados escucharon sus relatos y luego se acercaron todos juntos al valle de Cuelgamuros, en la Sierra de Guadarrama, donde se encuentra el Valle de los Caídos.
La construcción del conjunto monumental comenzó en 1940 y fue llevada a cabo, en gran parte, por presos –en algunos casos represaliados políticos capturados durante la guerra– que, en teoría, se acogían voluntariamente a un sistema penitenciario de redención de penas por el trabajo. Otros testimonios, como el del sociólogo Emilio Silva, se refieren al Valle de los Caídos en construcción como un "campo de concentracióndonde hubo mano de obra esclava".
El resultado de aquellas obras que se prolongaron durante 18 años es un conjunto que consta de la mencionada cruz de 150 metros de alto, una Basílica excavada en la roca al pie de la cruz y una hospedería monástica con 150 habitaciones a disposición de los turistas. En un lugar expuesto y privilegiado, en el suelo de la basílica, se encuentra la tumba del dictador Francisco Franco, y junto a ella la del político español Jose Antonio Primo de Rivera, fundador del partido fascista Falange Española.
En declaraciones recogidas aquel mismo de marzo por eldiario.es, una de las eurodiputadas, la portuguesa Ana Gomes, describió el Valle de los Caídos como "un insulto a las víctimas" y aseguró que el hecho de "que algo así no se sepa fuera de España, en Europa, es un problema". Gomes también admitió, escandalizada, que "no tenemos la dimensión de los crímenes, ni la dimensión de la impunidad. No creo haber visto esta monumentalidad en otro lugar".
Grandes dimensiones
Lo cierto es que las "dimensiones" a las que se refiere la eurodiputada portuguesa son considerables. La Plataforma de Víctimas de Desapariciones Forzadas por el Franquismo estima que fueron 140 000 personas, sumando las víctimas de la propia Guerra Civil Española a las de la posterior dictadura. Eso ha situado a España, según algunos historiadores, como el segundo país del mundo en número de desaparecidos cuyos restos no han sido recuperados ni identificados. El fatídico primer puesto lo ocupa Camboya, cuya población se vio asolada por el brutal genocidio perpetrado a manos de los Jemeres Rojos, que acabaron con la vida de unos dos millones de personas.
Por otra parte, un mapa elaborado por el Ministerio de Justicia español da cuenta de la apabullante cantidad de fosas comunes descubiertas en el territorio español –más de 2000–, y del estado en que se encuentra cada una de ellas. En ese mapa, el Valle de los Caídos tiene su propia marca distintiva, diferente de las demás: una estrella de color azul que simboliza la ingente cantidad de cuerpos que fueron trasladados allí, en ocasiones sin permiso ni conocimiento de la familia de la víctima.
"Una montaña de huesos"
Una cuestión que ha resultado importante en la polémica del Valle de los Caídos y en la disputa por sus posibles destinos es el estado de conservación de los cadáveres que albergan sus criptas. Los últimos estudios arrojan resultados y vaticinios gravemente pesimistas.
Un artículo publicado por Francisco Ferrandiz, investigador del Centro de Ciencias Sociales y Humanas y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, sugiere "la imposibilidad real de cualquier tipo de exhumación o identificación individualizada de los restos", y detalla que "las goteras y filtraciones que sufre el monumento desde hace décadas han afectado de tal manera a las criptas donde están depositados los cadáveres que el osario se ha disuelto en la roca, haciendo indistinguibles unos cuerpos de otros".
En 2011, el forense Andrés Bedate, enviado al Valle de los Caídos por el Gobierno socialista de Jose Luis Rodríguez Zapatero para examinar el estado de los restos enterrados allí, elaboró un informe que confirmó el pésimo estado de los cuerpos allí sepultados. Efectivamente, la humedad y las filtraciones de agua habían descompuesto muchas de las cajas de madera y habían reducido las criptas funerarias en una "montaña de huesos".
Un eslogan publicitario de la dictadura franquista
Emilio Silva, sociólogo y fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), explica en conversación con este medio que "el Valle de los Caídos es un monumento que se vendió políticamente como un lugar de reconciliación, cuando simplemente era un eslogan propagandístico de la dictadura franquista".
Silva recuerda que el conjunto monumental fue inaugurado en 1959, cuatro años después de la entrada de España en la ONU. "En 1959 es cuando [el entonces presidente de EE.UU.] Eisenhower visita España y esa va a ser la 'puesta de largo' de Franco en la comunidad internacional. A Franco entonces se le ocurre crear ese falso discurso de la reconciliación, pero si uno lee el discurso del día de la inauguración vemos que hay no hay nada de reconciliación: es un acto más de persecución de la oposición a la dictadura, de las personas que no se habían sumado a su golpe de estado", aclara Silva.
En efecto, en el discurso Franco se refiere al bando republicano como "la Anti-España", y menciona la necesidad de "la tensión de un Movimiento político que levantado sobre los principios proclamados que nos son comunes mantenga el fuego sagrado de su defensa".
"Durante muchos años –continúa el sociólogo– el monumento fue relativamente bastante visitado como sitio turístico, en parte porque es una 'rara avis' de la arquitectura fascista y nacional-católica en Europa, y no había un señalamiento político del hecho de que el cuerpo de Franco estuviese ahí y de que tanto las familias de sus víctimas como quienes creen en la democracia fuesen obligados por el Estado a pagar con sus impuestos la tumba de ese dictador".
Por eso hoy en día hay otra pelea más. Ya no solo se trata del hecho de que Franco esté dentro, de que sea un monumento directo al negacionismo de lo que ocurrió, sino que ahora hay familiares que desde el año 2004 empiezan a reclamar, a ir a juzgados, incluso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos a exigir que el Gobierno les deje sacar los restos de sus familiares de ahí.
Que el monumento cuente su propia historia
Emilio Silva habla en nombre de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, al decir que "nosotros seguimos apostando por que el monumento cuente su propia historia: con qué idea se creó, cómo se inauguró, cómo se construyó, quiénes fueron los presos obligados a construirlo e incluso cómo se le dio un uso, en los años 60, como lugar de reunión de excombatientes europeos...".
Silva se detiene a comentar este aspecto: "¿Qué 'excombatientes' podían venir aquí a reunirse en los años 60? Pues nazis refugiados en España, algún fascista italiano, algún irlandés ultracatólico de los que vinieron a ayudar a franco en la guerra…".
En suma, el fundador de la ARMH insiste en que el Valle de los Caídos debe ser un símbolo histórico y contar su pasado "como hoy lo hacen los campos de concentración en Alemania o la Escuela de Mecánica de la Armada Argentina (ESMA) en Buenos Aires… simplemente debe pasar a ser una herramienta para conocer un pasado que nunca debió ocurrir".
De lo contrario, tal vez podría cumplirse el vaticinio del mencionado investigador Francisco Ferrándiz, que en el mismo artículo al que nos referimos más arriba, opina que "sea como fuere, es previsible que gracias al ritmo irremediable de su deterioro arquitectónico y a la descomposición de las bases ideológicas que lo sustentan, el Valle se transforme paulatinamente en un monumento a la deriva, tan completamente desanclado de la sociedad española contemporánea como de la eternidad buscada".
"El Valle no se toca": la voz franquista
En los últimos días, y ante la aparente inminencia de la exhumación de los restos de Franco, una campaña anónima se ha dejado sentir en las calles de España y en las redes sociales.
Carteles con fotografías de Franco y la imagen de la cruz del Valle de los Caídos proclaman que "El Valle no se toca" y reflejan la enérgica oposición de un sector de la sociedad española.
Las sedes del Partido Socialista en Madrid y en Alcalá de Henares amanecieron el pasado lunes dos de julio empapeladas con estas consignas que demuestran que el asunto de la memoria histórica es una realidad aún muy sensible en España.
Como era previsible, la campaña generó una encendida polémica en Twitter, donde los partidarios de que los restos de Franco continúen en este lugar y sus detractores publicaron abundantes mensajes bajo el 'hashtag' #elvallenosetoca.
Un comentario publicado en la cuenta oficial del partido político de la Falange, resumía en pocas frases los argumentos de quienes se oponen a la exhumación del dictador: "Porque es inmoral, porque es revanchista, porque no se respeta a los muertos ni a los caídos por Dios y por España, porque es innecesario, porque nos divide entre españoles, porque hay que respetar la historia...".
Aunque todavía no se ha hecho pública ninguna fecha concreta para el traslado del cadáver del dictador, se ha difundido con claridad que el Gobierno dará a este asunto un carácter urgente y se ha llegado a insinuar que le exhumación podría realizarse este mismo mes de julio.
La salida del cuerpo de Franco de su ubicación actual supondrá sin duda una auténtica afrenta para sus defensores, y un avance democrático casi imprescindible para los sectores más progresistas. De lo que no cabe duda es que supondrá un notable cambio en el capital simbólico del Valle de los Caídos, y quizá un primer paso del proceso de transformación de este monumento, que podría perder todo rastro de su carácter exaltador de la dictadura para acabar convirtiéndose en un mero testimonio histórico. En cualquier caso, difícilmente dejará ya de ser la mayor fosa común de España, y por lo tanto una herida de difícil cicatrización en el tejido social del país.
David Romero