La matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968 marcó el inicio de una etapa histórica por la democracia en México. Una etapa que, de acuerdo con algunas interpretaciones, culminó 50 años después, con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las recientes elecciones presidenciales de 2018.
Un proceso donde la "hegemonía absoluta" del Partido Revolucionario Institucional (PRI) jugó un papel predominante a la hora de entender la historia política del país en el último medio siglo.
La lucha contra el autoritarismo
"No se podía entender la actividad política y social de aquellos tiempos sin el dominio aplastante de un partido, que era un partido de Estado", señala el periodista Julio Hernández.
Y fue en ese contexto que las protestas estudiantiles de 1968 y la sanguinaria represión por parte del régimen serían el detonante de diversos movimientos sociales que proclamaban la democratización del país y cuyos ecos siguen resonando hasta nuestros días.
"La explosión cívica de los estudiantes de la Ciudad de México a partir de un incidente menor detonó esa vocación represiva de las autoridades de ese sistema priista y desembocó en la matanza del 2 de octubre. Eso es una parte del proceso de cambio que ha vivido México y que ha desembocado en las pasadas elecciones del 1 de julio de 2018", añade Hernández en entrevista con RT.
"En el 68 lo que aparece es el sentido de la represión absoluta", señala Julio Bracho, académico del Instituto de Investigaciones Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, experto en historia y filosofía política.
Aunque no existen cifras concluyentes sobre el número de muertos a manos del gobierno mexicano en 1968, el dato varía entre un número aproximado entre 26 y 500 personas.
El investigador explica que, a partir de entonces, "creció un sentido de demanda social y ciudadana, a partir de la cual se fue construyendo un sentido nuevo democrático".
En el contexto de la Guerra Fría y con plena efervescencia de la utopía socialista entre los estudiantes mexicanos, así como la manera en que los expresidentes mexicanos como Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría trabajaban para el gobierno de Estados Unidos como informantes de la CIA, algunos sectores sociales optaron por tomar las armas para enfrentar el autoritarismo mexicano.
Fue así que surgieron diversos grupos guerrilleros en México, los cuales fueron perseguidos y reprimidos en los años siguientes.
Para las elecciones presidenciales de 1976, los partidos de oposición realizaron un boicot para que José López Portillo ganara las votaciones sin tener competencia, situación que evidenció la falta de democracia en México. Esta situación, aunada al descontento social y una crisis económica, obligó al PRI a impulsar una reforma política en la que se abrieron espacios a los partidos de oposición en el Congreso, como una forma de liberar presión de una "olla express" a punto de reventar.
"El propio sistema organizó después de la elección de José López Portillo como presidente de la República, una reforma electoral que buscó darle dinero a los grupos de oposición para que hicieran política, e inventó también las curules plurinominales para entretener a toda la gran fuerza social, dosificarla, irla incorporando a ese juego de partidos que es en lo que nos hemos pasado hasta este momento", señala Hernández.
En ese tenor transcurrieron dos décadas, hasta que a mediados de la década de 1980, el PRI sufrió una ruptura interna de cara a las elecciones presidenciales de 1988.
El triunfo del neoliberalismo
La fractura al interior del PRI ocurrió cuando el partido adoptó el modelo económico neoliberal en lugar del modelo nacionalista que se impulsó después de la Revolución Mexicana.
"¿Qué vimos en 1988? La ruptura del partido gobernante en el país, que era el PRI. ¿Qué es lo que se gesta ahí?, que es bien diferente: un proyecto de nación. ¿Qué significa el 88 aquí en nuestro país? El triunfo del neoliberalismo. Una cosa muy de fondo, estructural, es cuando ganan los tecnócratas, se vienen las privatizaciones; 88 es el rompimiento de lo que quedaba de aquella cola revolucionaria", señala la periodista Martha Anaya, autora del libro '1988: el año que calló el sistema'.
"Ese proyecto de nación, que nace en 1988, con el triunfo de Carlos Salinas de Gortari, es el ciclo que culmina desde mi punto de vista, ahora, en 2018, 30 años después, cuando se derrota al neoliberalismo con una visión de izquierda enarbolada por Andrés Manuel López Obrador y Morena", añade la periodista en entrevista.
Con la llegada de Salinas al poder, en medio de acusaciones de fraude electoral, el PAN, que había sido un partido de derecha opositor al PRI, tuvo coincidencias en el nuevo modelo económico y entre ambos partidos impulsaron juntos temas prioritarios para el país como el rescate bancario de 1997 y varias reformas legales que fueron construyendo la llamada alternancia en el poder.
La instauración del modelo neoliberal provocaría el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, como una respuesta del descontento social entre los sectores más marginados.
Pero, paradójicamente, el modelo neoliberal también abriría las puertas para la alternancia en el poder con el triunfo del panista Vicente Fox en las elecciones presidenciales del 2000.
"Cuando se viene la alternancia en el 2000, lo que la gente buscaba era esencialmente mandar al PRI a su casa, sacarlo a patadas de Los Pinos, como decía Fox", recuerda Anaya.
"Creo que se le permitió llegar por las propias fuerzas del PRI, los empresarios y hasta el visto bueno de EE.UU., porque era un cambio que pintaba hacia la derecha", afirma la periodista. "El gran cambio presidencial se permite hacia la derecha, que no te implicaba un gran cambio en el terreno económico. En 2000 hubo cambio nada más de presidentes, pero no de modelo económico", explica.
El llamado "bipartidismo de derecha", impulsado por el PRI y PAN, mantuvo una misma visión en lo económico pero provocó cambios en la correlación de fuerzas en la distribución del poder, dando una mayor independencia a los gobernadores. Con la llegada al poder del PAN, algunos grupos sociales que antiguamente habían sido sometidos por el PRI, comenzaron a ganar mayor independencia y poder, tal como ocurrió con los medios de comunicación, el sindicato magisterial e incluso el narcotráfico.
"La estructura estatal mexicana, que siempre funcionó bajo la corrupción, se empezó a desarticular con la alternancia y los partidos que se corrompieron y se volvieron parte de un gran PRI dividido en distintas corrientes, permitió este ascenso no sólo de la corrupción, sino su vínculo con el crimen organizado", señala César Enrique Pineda, académico y doctor en ciencia política por la UNAM.
Las consecuencias de la alternancia
Pero el encanto de la alternancia duró poco, cuando el gobierno del entonces presidente Vicente Fox operó políticamente para impedir que el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, llegara a la presidencia del país. Esto provocó que en 2006, la elección presidencial mexicana terminara con acusaciones de fraude y una sombra de ilegitimidad sobre el gobierno del panista Felipe Calderón.
"El problema de la transición en los últimos 30 años en México es que en realidad hubo un pacto oligárquico entre las derechas. Lo que se mal llamó transición democrática, fue una forma de excluir a las clases populares y la izquierda electoral del proceso democrático y electoral. Esa decisión que se da con el fraude de 1988 y en 2006, es una decisión que reorientó el rumbo político del país", añade Pineda.
En medio de fuertes protestas, Felipe Calderón asume el poder en un acto tenso y apenas unos días después, el 11 de diciembre de 2006, decide lanzar al ejército a las calles para luchar contra el narcotráfico. Una decisión que elevó significativamente los niveles de violencia en el país.
De 2007 a agosto de 2018, México suma 274.226 muertos por homicidio, según datos oficiales de INEGI y el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Una epidemia de asesinatos que abrió las puertas para el regreso al poder del PRI en 2012, con la llegada de Enrique Peña Nieto.
Pero el regreso del partido tricolor, lejos de resolver los problemas, los hizo todavía más grandes, pese a la aprobación de las llamadas reformas estructurales que abrieron las puertas para la privatización de la industria petrolera. La violencia creció a la par de la corrupción, con casos emblemáticos como la llamada Casa Blanca de Peña Nieto, múltiples casos de saqueo a nivel estatal con gobernadores como Javier Duarte y otros escándalos de sobornos y desvío de recursos. En este contexto, la violencia del Estado quedó de manifiesto en casos como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, un caso que marcó a la administración de Peña, tal como lo reconoció el mismo presidente en su último informe de gobierno.
Ese fue el contexto en el que el izquierdista López Obrador finalmente logró ganar las elecciones presidenciales en México durante su tercer intento el 1 de julio de 2018, de la mano de Morena, el partido que fundó tras 2012.
"¿A qué llegamos? Ni siquiera la seguridad la pueden garantizar, ya no digamos la salud, la educación. Los jóvenes no tienen acceso a las universidades y son efectivamente los que votaron a favor de Morena", apunta Bracho.
Un triunfo que tendría implicaciones históricas debido a su propuesta de poner fin al proyecto neoliberal en México, a pesar de que algunos analistas ven con preocupación varias "señales de continuidad" en el nuevo gobierno.
"La derecha perdió una guerra que ellos mismos lanzaron, la guerra contra el narcotráfico, y si acumulas todos estos fracasos, el país está convulsionado y la gente salió a decir: no más", afirma Pineda.
¿El fin de la transición democrática?
Aunque para muchos, la lucha por la democracia iniciada en 1968 culmina con el triunfo de López Obrador, algunos críticos ven con escepticismo la instauración de un régimen verdaderamente democrático pese a las muchas esperanzas que ha despertado el triunfo de la izquierda electoral.
"No puede haber democracia cuando todo se mueve con dinero sucio, dinero proveniente del narcotráfico", señala el periodista Julio Hernández. "No podemos decir que hay democracia cuando las grandes corporaciones y los grandes arreglos cupulares deciden lo que sucede en México", agrega.
"Pareciera que el propio régimen optó por una salida que les permitiera no ir por un fraude electoral, sino por una negociación que les permita impunidad a los principales actores, sobre todo al actual ocupante de la casa presidencial: Enrique Peña Nieto", afirma Hernández.
En este sentido, el periodista considera que el gobierno de López Obrador será "rehén de la realidad socioeconómica" que prevalece en el país.
Pero a pesar de que el triunfo de López Obrador logró calmar una parte del enojo social, los ajustes de cuentas entre los distintos grupos políticos harán que los próximos años no sean fáciles pese a que el partido del próximo presidente de México controlará las dos Cámaras que conforman el Congreso.
"Hubo la espita que se abrió con el triunfo, con el cambio, pues tenías una olla express. Pero también veo que los ánimos siguen polarizados. Están los que están felices por el triunfo y están en plena revancha, y los que están furiosos y tienen miedo", apunta Martha Anaya.
"Hay una serie de continuidades del viejo régimen que nos llevan a creer que no hay una democracia en México y lo que sería grave de López Obrador es que pudiera mantener varias de estas para mantener la gobernabilidad", señala Pineda, quien asegura que esto es precisamente lo que ocurrió con varios gobiernos progresistas en América Latina y que hoy explica el regreso de la derecha en varios países de Sudamérica.
Pero a pesar de los riesgos, el triunfo de López Obrador también abre la puerta para que la sociedad mexicana pueda resolver algunos vicios de su sistema político con el objetivo de lograr el bienestar de la gente.
"Si no se respeta el voto en México o se compran los votos estamos en un terreno tiránico. Y para poder convocar a la gente a resolver los problemas, se necesita legitimación, aquello que es el principio de la democracia. Desde sus inicios, ya Pericles puede decirnos: el papel de la democracia es luchar por la justicia de los que padecen injusticias. Ese es el sentido primordial, injusticias en relación a la seguridad pública, distribución del ingreso o la salud pública", concluye Bracho.
De ahí que la instauración de un régimen democrático en México pase por la impartición de justicia. Un tema crucial para un país que, tras 50 años de lucha por la democracia, la impunidad sigue siendo un asunto pendiente aún por resolver.
Manuel Hernández Borbolla