La diferencia entre el 68 y Ayotzinapa es la degradación del Estado mexicano: Lorenzo Meyer
A medio siglo de 1968, el historiador y politólogo Lorenzo Meyer considera que el triunfo de la izquierda en las elecciones presidenciales de 2018 representa la culminación de la oleada democrática que comenzó, precisamente, con las protestas estudiantiles que detonaron la masacre del 2 de octubre en México.
En este sentido, Meyer considera que existen diferencias sustanciales entre la represión de 1968 y el caso Ayotzinapa, además de que el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las recientes elecciones presidenciales representa un triunfo parcial sobre el antiguo sistema político.
De esto y más habló RT con el investigador emérito del Colegio de México al repasar los 50 años de "lenta" transición democrática que ha experimentado el país, dentro de un contexto geopolítico dominado por la influencia de los Estados Unidos.
Medio siglo después
Tras 50 años de la matanza estudiantil ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, las interpretaciones de dicho acontecimiento pueden cambiar a la luz de hechos más recientes, pues la historia es algo que nos obliga a plantearnos nuevas preguntas por el pasado, según refiere Meyer.
"El 68 puede ser visto como el inicio de esa ola electoral, democrática, que está ahogando, espero, a lo que queda del sistema autoritario del siglo XX", afirma el investigador del Colegio de México.
Recuerda que México asumió el reto de organizar los Juegos Olímpicos de 1968 a pesar de no estar considerado como un país desarrollado, lo cual serviría como un escaparate para que el país pudiera presumir los logros de la Revolución Mexicana.
"Se esperaba que el mundo viera, sobre todo en la parte cultural de la Olimpiada, al México dinámico, próspero, joven que se estaba comiendo el futuro. Y en las calles, este cuestionamiento al régimen, a la legitimidad de la autoridad. Ya para el 2 de octubre estaba planteada la decisión de acabar con esto a como diera lugar", señala.
"Aquí el régimen autoritario no tiene ningún límite para usar la fuerza, no hay nadie que lo pueda limitar, ni el Congreso, las leyes, ni la prensa que está manipulada. No tiene límite alguno", explica Meyer.
Las repercusiones del 68
La sanguinaria represión contra estudiantes significó un parteaguas en la historia de México, pues fue ahí donde se gestó un gran movimiento social que exigía la democratización del país. Una situación que se tradujo en más represión.
"El régimen consiguió lo que quería. Ganó. Los estudiantes intentaron en 1971 volver a salir a las calles y les fue peor. En esa ocasión ya no fue el ejército, que aprendió su lección, sino un grupo paramilitar entrenado por el ejército pero sin uniformes", quienes serían los encargados de reprimir y asesinar a la disidencia estudiantil.
Una siguiente oleada social volvería a sacudir a México dos décadas después, con las elecciones de 1988, las cuales representan "una insurgencia electoral", donde en vez de usar las armas, el régimen "usó el fraude y siguió adelante, pero cada vez más desgastado".
Con la alternancia en el poder en el año 2000, y el triunfo del derechista Vicente Fox, "el PRI deja Los Pinos pero no los estados". Dejó "una de las trincheras" pero mantuvo su fuerza a nivel regional. "El gobierno encabezado por Fox no quiso o no supo enfrentarse a ese PRI en la segunda trinchera", añade Meyer.
Y fue durante este episodio de la alternancia, que el gobierno mexicano comienza a perder el control sobre los llamados poderes fácticos que incluyen a los grupos empresariales, algunos sindicatos y sobre todo, a los cárteles del narcotráfico.
"Para 2012, cuando vuelve el PRI a Los Pinos, tenemos el Pacto por México, donde los tres grandes partidos se vuelven un solo programa, una sola fórmula, y dejan a esa sociedad mexicana que quería cambiar, la dejan huérfana, hasta que Andrés Manuel vuelve a levantar la alternativa creando un nuevo partido. Y lo notable es la rapidez con que lo hizo", apunta Meyer.
AMLO derrotó a una parte del sistema
Pero a pesar de que el triunfo de López Obrador significó en cierta medida, la culminación de un largo proceso de transición a la democracia, no logró derrotar por completo al régimen, según explica el académico del Colegio de México.
"Ha culminado en el sentido de que la oposición de izquierda –que algunos no aceptan que sea de izquierda Andrés Manuel pero es la izquierda que tenemos– ya tomó las instituciones y las van a seguir tomando. Es decir, la estructura institucional va a quedar en manos distintas al PRI, PAN y PRD. Y en ese sentido sí hay una culminación", señala.
"Él llega al poder no por una revolución, donde a sangre y fuego acaba con el antiguo régimen. No. Llega por las urnas. Ha derrotado al PRI, PAN y PRD, tres partidos. Los otros son migajas. Pero el régimen no es nada más la partidocracia, son también los poderes fácticos. Son las concentraciones enormes de capital de Slim, Bailleres, Larrea, Salinas Pliego, etcétera. Esas no las derrotó. Están ahí, intactas. Derrotó una parte del sistema, pero no la otra", apunta Meyer.
En este sentido, el politólogo considera que el gran adversario de López Obrador serán las élites económicas, más que los partidos de oposición.
"Esa otra parte sí está bien impregnada dentro de la sociedad. Si se ataca a esas grandes concentraciones de capital, tienen como responder, creando una crisis económica y esa crisis repercutiría en una desligitimación del gobierno de Andrés Manuel. No es Dios, no puede hacer milagros. Va a tener que estar contemporizando con esa parte del régimen que no es política, sino económica y que tiene mucha influencia cultural y social. Hay que ver en eso el gran reto de su sexenio", sostiene.
¿Regresar al pasado?
Sobre quienes advierten que la victoria de López Obrador implica un regreso al pasado, el historiador apunta que siempre sobreviven elementos de antaño, pero eso no significa regresar a lo mismo.
"Ningún sistema muere por completo. Después de la Revolución Francesa sobrevivieron elementos de la aristocracia. El rey volvió. Luego tuvimos al emperador Napoleón III. Pero ya no es lo mismo", dice Meyer.
"Siempre van a quedar rasgos del pasado. Imposible evitarlo. Pero ya no tendrán el poder en el caso mexicano, cuando lo tuvieron todo los autoritarios, no había lugar para nada más", comenta.
La diferencia entre el 68 y Ayotzinapa
Pero a pesar de que en México todavía sobreviven algunos rasgos violentos del viejo sistema autoritario, tal como se evidenció en el caso Ayotzinapa (donde 43 estudiantes fueron desaparecidos por el Estado), Meyer considera que el contexto político es muy diferente al de 1968.
"Ayotzinapa a diferencia del 2 de octubre, no es una decisión presidencial. Ahí se le escapó, como en muchos otros lados, el poder al presidente y al Estado. Eso es distinto. Eso es la degradación de un gobierno y en parte, del Estado. En 68 no había ninguna desintegración, era el Estado muy fuerte. Esto es la cara opuesta", señala.
En este sentido, el autor del libro 'Distopía mexicana: perspectivas para una nueva transición', advierte que a diferencia del autoritarismo que prevaleció buena parte del siglo XX, el México donde ocurrió el caso Ayotzinapa está más cercano a un Estado fallido donde la autoridad ha perdido el control en grandes extensiones del territorio.
"Aquí estamos viviendo la agonía de un sistema de gobierno, la gobernabilidad es la que ya no existe", dice.
"Es una brutalidad, como la del 68, pero en sentido contrario", apunta Meyer.
La lentitud del cambio
Uno de los rasgos más distintivos de este largo proceso de transición es la lentitud con la que ocurrió, a diferencia de otros países. Un factor que, de acuerdo con el historiador, se puede explicar en buena medida por los beneficios sociales que logró la Revolución Mexicana.
"Sí, es lento, porque el régimen autoritario que nació de la Revolución Mexicana fue uno de los más exitososen el mundo", explica.
"Este era un sistema muy bien montado, producto de una revolución que tenía muchos aspectos sociales, positivos. Para que se pudiera desgastar la parte positiva de ese sistema tomó mucho tiempo", sostiene Meyer.
Una situación que diferencia el caso mexicano de otras experiencias latinoamericanas.
"Es una lentitud en esa transición porque los cimientos del autoritarismo estaban muy fuertes, mucho más fuertes que en Chile, Argentina, Brasil. Ninguno de esos países tuvo la revolución que nosotros tuvimos para crear los cimientos del autoritarismo. Se suponía que no, que serían los cimientos de la democracia. Jamás lo fueron", señala.
El factor estadounidense
Pero a pesar de los cambios experimentados en medio siglo, la influencia geopolítica de Estados Unidos sobre México será un factor que seguirá latente.
"EE.UU. es el centro de nuestra vida internacional en el 68, antes del 68 y en el 2018. Ahí hay una continuidad. Somos un país periférico que se encuentra desde el siglo XIX en la órbita de influencia norteamericana y es una relación de poder. Esa no ha cambiado. Seguimos siendo débiles frente a EE.UU. y vamos a seguirlo siendo, esa no es una variable, es una constante", dice Meyer.
"Cualquier gobierno mexicano, de derecha, de centro, de izquierda, tiene como uno de sus límites a EE.UU", comenta.
Señala que el nacionalismo blanco de Trump y su desprecio por las soluciones multilaterales, así como el apoyo del sector más conservador de la sociedad estadounidense, pone a México en una situación muy difícil.
"Sólo un puñado de grandes potencias son las que pueden decir, somos soberanos en el sentido profundo del término (menciona a China y Rusia, como ejemplos). El resto, nuestra soberanía es relativa. Y esa la tiene que negociar cualquier gobierno. No hay uno solo de los gobiernos mexicanos que no la haya negociado. Lo tiene que hacer también Andrés Manuel. Lo que puede haber es negociaciones más inteligentes unas que otras", sostiene.
El espejo latinoamericano
Mientras que en América Latina varios países como Argentina, Chile y Brasil han experimentado un regreso a gobiernos de derecha, México apenas va transitando hacia su primer gobierno de izquierda en más de medio siglo. Un factor que, de acuerdo con Meyer, evidencia el distanciamiento de México frente a sus pares sudamericanos.
"Hace tiempo que México no está ligado a América Latina", señala Meyer. "Digamos que cultural y sentimentalmente, los mexicanos se ven como latinoamericanos, pero en la práctica, hace mucho que no tenemos una relación realmente sustentada en la economía y el intercambio importante con América Latina. Vamos por nuestra cuenta. Lo que allá pase, tiene pocos reflejos aquí".
"Cuando allá estaban en la izquierda, nosotros en la derecha. Bueno, ahora nosotros andamos en la izquierda y ellos en la derecha. Más desfasados no podemos estar", apunta.
Menciona que la parte de América Latina con la que México está mas unido es Centroamérica. "Nos llegan los efectos de lo que pase allá, aminorados, retrasados, pero llegan", señala Meyer, quien cita la migración como un ejemplo de estas repercusiones.
Sin embargo, reconoce que políticamente, los modelos políticos que habían servido de inspiración para México, como en algún momento lo fue Cuba para un sector de la izquierda, ya no lo son.
"Estamos muy solos en nuestro experimento democrático", señala.
La democracia, proyecto inacabado
¿Se puede decir que hay una verdadera democracia en México?, es la pregunta que planteó RT.
"Claro que no hay una verdadera democracia. En primer lugar, la democracia en sentido último no existe. Siempre hay, incluso en países como Dinamarca, posibilidades de mejorarla, áreas donde las cosas no están bien. Esos países nórdicos tienen problemas de asimilar a los migrantes. No tienen gran pobreza pero sí tienen diferencias sociales", responde Meyer.
"La democracia es un proyecto que nunca va a estar acabado. Así que en la nuestra, vamos camino a aumentar las áreas democráticas, la vida democrática. Ha sido un proceso muy lento y el precio ha sido enorme", agrega.
Y en este sentido, considera que México tiene oportunidad de mejorar la calidad de su democracia, aunque no se puede descartar tampoco el riesgo latente de un retroceso.
"México tiene un montón de posibilidades de ir mejorando su democracia, mejorándola, llenando muchos de los huecos que todavía existen, pero va a tomar generaciones, en el mejor de los casos. Y nunca debemos decir que no habrá retrocesos. Siempre hay que estar atentos al retroceso. Podemos volver, no al pasado, pero a algo tan negativo como el pasado. O peor. Hay que estar alertas en eso", concluye.
Manuel Hernández Borbolla