Los brasileños votaron por la mano dura en las elecciones más polarizadas de la historia de Brasil. Tras una jornada frenética, el ultraderechista Jair Messias Bolsonaro se alzó como ganador en los comicios presidenciales del domingo al conseguir el 46,04% de los votos.
Sin embargo, al no superar el 50%, tendrá que enfrentarse el próximo 28 de octubre en una segunda vuelta a su rival, el izquierdista Fernando Haddad, que obtuvo un 29,26%.
Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT) y sucesor del encarcelado Luiz Inácio Lula da Silva, cuenta con tres semanas para intentar alcanzar a Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), en la carrera por la Presidencia. Entre sus objetivos estarán los electores de centro y aquellos que se abstuvieron de votar, un 20,3%.
"El crecimiento de Bolsonaro en la última semana antes de las elecciones ha sido realmente sorprendente. Creció casi de un 32% de los votos a ocho días de las elecciones a un 46% en los comicios", explica el analista Thomaz Favaro, de la consultoría estratégica Control Riks.
Una misión casi imposible
Según Favaro, "el desafío de Haddad es ampliar sus alianzas y moverse hacia el centro del espectro político para intentar sustraer votos a Bolsonaro, pero obviamente con la diferencia que tienen será muy difícil en tan poco tiempo".
Los resultados indican que la estrategia de transferir a Haddad los votos del histórico líder –al que no se permitió presentar su candidatura a la Presidencia– tenía sus límites, y no todos los votantes de Lula apoyan a cualquier candidato del PT.
Favaro comenta que "los escándalos de corrupción relacionados con la Operación Lava Jato afectaron a los principales partidos de Brasil y Bolsonaro ha logrado capturar esa tendencia casi exclusivamente para su candidatura".
Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura militar (1964-1985), que quiere dotar de armas a los civiles –en un país con 63.000 muertes anuales–, ha calado entre un electorado cansado de la crisis económica, la inseguridad y la clase política tradicional.
Su éxito en esta primera vuelta también ha sido posible gracias a su popularidad entre la comunidad evangélica, que representa casi un tercio de la población.
El 'Donald Trump brasileño'
Con un discurso misógino, homófobo y racista, el apodado como el 'Donald Trump brasileño' salió reforzado durante la campaña tras la puñalada que recibió en el abdomen en un mitin a principios de septiembre y que lo mantuvo tres semanas en el hospital.
Ni siquiera la manifestación convocada contra él una semana antes de las elecciones y en la que participaron decenas de miles de personas consiguió debilitar a este exmilitar de 63 años.
También en materia económica –donde no ha tenido reparos en declarar su falta de conocimientos– ha sabido captar la atención de los mercados, al colocar junto a él a Paulo Guedes, un gurú de la economía, que quiere privatizar las empresas para sanear las cuentas públicas.
Esta mañana, la bolsa de Sao Paulo se disparaba con un alza de 5% con un claro mensaje: los inversores confían en su programa económico.
Bolsonaro, con casi 30 años de carrera política, se ha situado en el extremo de lo hasta ahora conocido en Brasil y ha logrado poner a gran parte del electorado de su parte.
Un fenómeno parecido a lo ocurrido en las elecciones estadounidenses con Donald Trump.
"Se ha posicionado como candidato anti establishment de manera muy exitosa", comenta el analista para quien de cara a la segunda vuelta, el candidato de ultraderecha tendrá que hacer menos ajustes en su discurso porque claramente su estrategia ha funcionado.
En las redes sociales, donde es muy activo, Bolsonaro continuaba hoy sus ataques: "Mi compromiso es con mi patria, no con corruptos en la cárcel".
Bolsonaro no solo logró apoyos para su candidatura a la Presidencia, sino que también su pequeño partido, el PSL, se aseguró un puesto como una de las formaciones más grandes del Congreso al pasar de 8 a 52 diputados.
"Fue el hito de la jornada. La votación superó incluso las expectativas más optimistas del PSL", concluye el analista, mientras advierte de que la fragmentación existente en el Congreso será un desafío para la gobernabilidad del futuro presidente de Brasil.
Marta Miera