Los militares se hacen fuertes en las urnas de Brasil
Pasadas más de tres décadas desde el fin de la dictadura en Brasil (1964-1985), los militares vuelven a cobrar protagonismo en estas elecciones generales, con el probable ascenso al poder del excapitán del Ejército Jair Bolsonaro.
En primera vuelta, el 7 de octubre, se presentaron 961 militares a diferentes cargos: un 8% fue electo.
"Llamamiento al orden"
La arrolladora victoria en el primer turno del ultraderechista Bolsonaro, un exmilitar que no esconde su nostalgia por la dictadura militar, estuvo acompañada por la elección de 22 personas que se declaran militares o exmilitares en el Congreso, el doble que en la actualidad.
Esto ocurre en un momento en que los brasileños clamansoluciones ante el imparable aumento de violencia, que registró en 2017 más de 63.000 asesinatos, y tras años de gigantescos escándalos de corrupción que dejaron el prestigio de la clase política por los suelos.
"Existe un llamamiento desde la sociedad al orden, a la fuerza, a la jerarquía, a una seguridad que antaño tuvimos. Claramente, hay una mayor votación hacia aquellas personas que se identifican como militares", explica a RT el analista Marco Bastos, de la consultora Octopus.
Salvo un giro inesperado de última hora, Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), que en el último sondeo lidera con un 57% frente al 43% de su rival izquierdista Fernando Haddad, logrará una inédita victoria para la ultraderecha en el balotaje del próximo domingo.
Su eventual llegada al poder preocupa a parte de la sociedad brasileña, que ve en él un riesgo para la democracia. A ello han contribuido sus polémicas declaraciones defendiendo la tortura, sus planes de colocar militares al frente de los ministerios o su propuesta de crear escuelas militares.
También inquietan declaraciones como la de su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, que dijo que bastaría "un soldado y un cabo" para cerrar el Supremo Tribunal Federal (STF).
Una encuesta de Datafolha de la semana pasada revela que un 50% de los electores considera que hay alguna posibilidad de que haya una nueva dictadura en Brasil, 11 puntos porcentuales más que en 2014.
Pero Bolsonaro insiste en que, si llega al poder, será "esclavo de la Constitución" y que su gobierno tendrá "autoridad, sin autoritarismo".
Terreno desconocido
El candidato de ultraderecha, diputado federal desde hace casi tres décadas, cuenta como compañero de fórmula con el general de reserva Hamilton Mourao, otra polémica figura que ha expresado su nostalgia de la dictadura.
En su posible gobierno suenan otros mandos del sector castrense, como el general Augusto Heleno en Defensa, el teniente coronel de la Fuerza Aérea Brasileña Marcos Pontes, como ministro de Ciencia y Tecnología, y Oswaldo Ferreira, exdirector de ingeniería y construcción del Ejército, en Transportes.
Hay tres estados –Río de Janeiro, Rondonia y Santa Catarina– donde los militares se disputan en estos comicios el gobierno del estado.
"Esto no tiene precedentes. Estamos entrando en un terreno desconocido que ofrece riesgos. Será un test para la gobernanza democrática brasileña", comenta el analista de Octopus.
Para Bastos, el ascenso de los militares tiene mucho que ver con la actual presidencia del conservador Michel Temer, que nombró por primera vez a un militar ministro de Defensa, Joaquim Silva e Luna, y autorizó en febrero pasado la intervención de las Fuerzas Armadas en las calles de Río de Janeiro en medio de la ola de violencia desatada después de los Juegos Olímpicos de 2016, especialmente en las empobrecidas favelas.
"Intervinieron y aumentó su influencia en la sociedad y en la vía política. El poder civil admitió que no podía lidiar con un problema clave como es la seguridad ciudadana y tuvo que convocar a las Fuerzas Armadas", señala el analista.
"Estamos en guerra"
En una entrevista el pasado domingo a Band TV, Bolsonaro fue muy claro sobre el papel del Ejército.
"Estamos en guerra, nadie lo niega. Si estamos en guerra, nos tenemos que comportar como soldados en combate", afirmó Bolsonaro, quien añadió que en caso de ser abatido "nuestro soldado debe ser condecorado, no procesado".
En estas tres décadas, dice Bastos, la presencia del Ejército estaba ahí, pero los brasileños pretendían que no existía porque pensaban que la democracia estaba muy establecida.
"Las relaciones entre el poder civil y Ejército no estaban del todo zanjadas en estos últimos 30 años, desde la democratización del país, y esto salió a la luz en un momento de crisis política y económica", concluye el analista.
Marta Miera