"Antes de los '80 no había un orden en el país, pero ahora sí lo hay". La frase pertenece a Eloisa García Castro, miembro de la cooperativa de mujeres Gloria Quintinilla de Nicaragua, y hace referencia a la situación antes de la Revolución Sandinista de 1979. El suyo es uno de los primeros testimonios que recoge el documental The New Battle for Nicaragua [La nueva batalla por Nicaragua] de Redfish.
Frente a las protestas que comenzaron en el país en abril de 2018 contra un proyecto de Reforma de la Seguridad Social, y que continuaron pidiendo la renuncia del presidente Daniel Ortega, el periodista Marcel Cartier viajó al lugar para analizar los hechos. Con entrevistas a opositores y partidarios del Gobierno, buscó desentrañar que está sucediendo realmente.
Francisco Martínez, uno de los estudiantes opositores, sostiene: "Cuando el Gobierno dice que aprueba una nueva ley sin nuestra opinión, decimos que es inaceptable", y aclara que están "protestando pacíficamente". Su compañera, Valeska Valle, opina igual y va más allá al afirmar que el jefe de Estado "debe ser considerado un genocida y un dictador que debe salir de Nicaragua".
Sin embargo, esta mirada es contrastada por la de Verónica Gutiérrez, otra estudiante que participó de las manifestaciones pero luego decidió dar un paso al costado. "Al principio se miraba como una protesta por las reformas a la seguridad social. Pero la verdad es que nunca fue por eso. Era algo disfrazado, un golpe de Estado", asegura. Cuando se retiró de la ocupación de la Universidad, la joven fue "amenazada por redes sociales". "Subieron los datos de mi carro [vehículo], la dirección de la casa de mi mamá, la de mi trabajo", relata.
Es que según denuncia, luego de unos días, se instaló "una pandilla dentro de la Universidad" que salía "a robar a los guardias de seguridad de la gasolinera". "Les robaron las armas e incluso mataron a uno", completa.
¿Quién ejerce la violencia?
Una constante del trabajo realizado por Redfish es dar cuenta de la cobertura sesgada que han hecho muchos medios de comunicación respecto a los acontecimentos. Si bien hubo represión policial, también hubo violencia –y mucha– desde la oposición.
Dennis Schwartz, director de Radio Ya, cuenta como la emisora fue atacada e incendiada por manifestantes anti-gubernamentales. "Fue un saqueo indiscriminado. Nos atacaron con bombas, con morteros, con molotovs, con balas, con piedras. Había 20 compañeros trabajando que no pudieron salir", dice.
Y describe que si bien son un medio de comunicación "de principios sandinistas" no dejan de ser "una empresa privada". Silvana Jarquín, trabajadora de la radio, recuerda: "Le pedía a Dios de corazón que nos protegiera y que a esas personas que nos atacaban les diera paz". "Nosotros no hicimos nada malo, solo por ser sandinistas nos vinieron a atacar", asegura.
Otro relato conmovedor es el de Mirlen Méndez, esposa de Bismarck de Jesús, un hombre que fue filmado mientras lo torturaban y luego desapareció.
"Tenía muchos años de trabajar en la alcaldía de Managua, era un hombre sandinista desde muy joven", afirma Mirlen. Un día, según cuenta, su esposo viajo a Jinotepe, "lo identificaron como sandinista y él no lo niega", por lo que "se ensañaron con él". "Queremos que nos ayuden, que nos digan donde está, para que se acabe esta historia tan dura", añade.
La injerencia de EE.UU.
Finalmente, el documental revela cómo se ha ocultado el papel de Washington en todo este conflicto. Por ejemplo, la agencia estadounidense National Endowment for Democracy (NED) brindó millones de dólares a los grupos opositores. Incluso, siempre según el video, una publicación de la NED se jacta de financiar la "insurrección" contra Ortega.
En esa línea se recuerda que Freedom House pagó el viaje a EE.UU. de cuatro líderes estudiantiles que fueron recibidos por el senador republicano Marco Rubio y el gobierno de Donald Trump anunció el apoyo de 1.500.000 de dólares para grupos antigubernamentales.
José Valle, exguerrillero sandinista y guía del Museo de la Revolución en la ciudad de León, opina que "en las décadas de 1980 y 1990 se dio algo similar a lo que se ve hoy", ya que "los mismos gringos quisieron sacar al Gobierno" mediante un grupo paramilitar denominado la Contra.
"Los gringos hoy inventan otra cosa. Agarran a la Iglesia, a los ricos, pero les falló el brazo armado y el Frente Sandinista tiene su pueblo. Por esa razón no les funcionó el golpe", concluye.