Con la de hoy ya son 13 las protestas consecutivas que los manifestantes ataviados con chalecos amarillos convocan en sábado para llevar a las calles de Francia su descontento con las políticas de su Gobierno.
En su marcha los manifestantes ondean banderas nacionales y gritan consignas, entre ellas"¡Largaos!", en dirección a las fuerzas del orden, o "¡Benalla a prisión!", en referencia a Alexandre Benalla, un empleado del cuerpo de seguridad del presidente francés, Emmanuel Macron, que agredió a un manifestante en las protestas del pasado Primero de Mayo.
Las protestas coinciden con la polémica por la 'ley antivándalos' que ha sido aprobada por 387 votos por la Asamblea Nacional tras un intenso debate. Ahora la iniciativa, que restringe los derechos para manifestarse, espera su ratificación en el Senado para el mes de marzo.
"No sabemos si seremos capaces de soportar todas estas cargas", comentó una de los manifestantes a RT. "Solamente queremos que se vea que reivindicamos nuestros derechos, los simples derechos de los ciudadanos", explica otra.
Al igual que en semanas anteriores, en las protestas de hoy se registran choques entre los manifestantes y agentes de Compañías Republicanas de Seguridad (Policía nacional). Los agentes han utilizado gas lacrimógeno para dispersar a la multitud antes de que estallaran los primeros enfrentamientos.
El patio del Palacio de Bourbon, sede de la Asamblea Nacional, se ha convertido en escenario de un tenso choque, a raíz del intento de los manifestantes de derribar las vallas frente al palacio. Durante los enfrentamientos uno de los manifestantes perdió la mano por el estallido de una granada lacrimógena que recogió para relanzársela a la Policía.
Asimismo, miles de personas han salido a las calles en ciudades como Toulouse, Marsella y Burdeos. En esta última los manifestantes se han concentrado en el centro de la ciudad, exigiendo el así denominado Frexit, la retirada de Francia de la Unión Europea, una idea activamente promovida por la candidata a la presidencia de Francia, Marine Le Pen, durante las elecciones de 2017.
Las manifestaciones de los 'chalecos amarillos' estaban motivadas originalmente por el aumento planificado del impuesto sobre el combustible. Sin embargo, pese a que el Gobierno del presidente Emmanuel Macron anuló ese incremento, las protestas se han convertido en un movimiento más amplio dirigido contra de las políticas oficiales y sus reformas económicas.
En el plano general, los manifestantes se quejan de los impuestos exorbitantes, de los bajos salarios y de la incapacidad de encontrar un trabajo bien remunerado, al tiempo que acusan a las autoridades de alejarse de la gente y trabajar en beneficio de las personas más ricas del país.
Más de 58.000 personas en todo el país —entre 10.000 y 13.800 en París— tomaron parte en la acción de la semana anterior, durante la que resultaron heridos al menos 1.700 manifestantes y 1.000 agentes de la Policía en distintos enfrentamientos.