El oprobioso pasado de la cárcel mexicana en Islas Marías que quedará sellado con su cierre
Durante más de un siglo, hablar de ese lugar era una pesadilla. Si se cometía un delito, el mayor temor era pasar el resto de la vida recluido en una de las cárceles más emblemáticas de México: la Colonia Penal Federal Islas Marías.
Las Isla Marías, como se le designa popularmente, "eran un destino oprobioso", refiere Diego Pulido Esteva, historiador del Colegio de México y autor del libro 'Las Islas Marías: historia de una colonia penal', que hace un recorrido por las primeras décadas de existencia del centro penitenciario.
"En el imaginario —cuenta el historiador—, sobre todo en medios marginales y populares, es un escenario de pesadilla por varios motivos: el remoto archipiélago significaba separarse completamente, desarraigarse y someterse, además de la distancia, a un temible régimen de trabajo, principalmente en la producción de sal, la fabricación de ladrillos, en infraestructura y en condiciones insalubres. Era no solo terrible para los reos, también para sus familias".
Las Islas Marías, un conjunto de ínsulas localizadas en el Océano Pacífico a 112 km de las costas del estado mexicano de Nayarit (oeste), son famosas por su vida silvestre que le valieron una declaratoria como Reserva de la Biósfera en 2010 por la Unesco, pero más aún por la prisión que, hasta hace poco, albergaba María Madre, la más grande de las cuatro territorios insulares que la conforman.
Relato al margen
Para Pulido Esteva, la relevancia de las Islas Marías en la historia de México es muy marginal, hecha a jirones de relatos sobre lo destacado de algunos de sus presos y la forma en que eran purgadas las penas.
"Antes eran unas islas en manos de particulares donde había explotación del guano (un sustrato resultante de la acumulación masiva de excrementos de murciélagos, aves marinas y focas) y búsqueda de perlas, pero cuando se fundó como colonia penal, se convirtió en una alternativa a la pena de prisión, a la penitenciaria, con este modelo de readaptar a los reclusos con base en el trabajo al aire libre, en relativa libertad, con la posibilidad de formar familias", cuenta el escritor.
El sitio llegó a albergar hasta 45.000 reos, destacando tres perfiles sociales: reincidentes por delitos contra la propiedad, reos de alta peligrosidad y presos políticos.
"Primero, habría que entender que hay una distancia tremenda entre los códigos penales y las sentencias, y hay que decir que al inicio se privilegiaba a gente condenada por robo, delitos contra la propiedad, falsificación de moneda, que no son considerados delitos graves, pero tras modificaciones al código penal, después se incluyeron a homicidas", relata el historiador.
En esa época inicial, detalla, los reclusos eran resultado "más de prácticas policiales que judiciales: muchas veces se les enviaba sin mediar sentencia. Por ejemplo, en 1931, de 803 colonos, solo 39 tenían condena judicial, los demás habían sido remitidos de manera arbitraria".
Así, a la isla María Madre llegó un grupo heterogéneo de reos que incluía a ladrones, falsificadores, toxicómanos, traficantes, disidentes políticos y cristeros. "Una anécdota refiere que a los comunistas de militancia dura los enviaban a la escuela y la biblioteca de las islas", apunta.
Con las reformas al código penal en 1929 y 1931, empezaron a ser enviados presos de alta peligrosidad.
Más que secretos, una compleja historia
Al cuestionarlo sobre los secretos que quedarán sepultados después del cierre de las Islas Marías como colonia penal, Pulido apunta que no hay mayores misterios sino una compleja historia que deja en evidencia la "tremenda distancia entre el proyecto y su concreción".
En el anecdotario, dice, hay diferentes episodios, "algunos predecibles entre una población recluida que tienen que ver con violencia y distintos grados de represión."
En ese particular, evoca la historia de un preso apodado 'el Sapo', un supuesto asesino confeso de más de 150 personas que llegó a Islas Marías en 1960 y se acercó a la religión católica gracias al sacerdote Juan Manuel Martínez, con quien forjó una relación de amistad.
'El Sapo' fue asesinado por otros reclusos cuando, movido por la religión, dejó de portar objetos punzocortantes y no pudo defenderse. Años después, la tumba del sacerdote fue cavada junto a la de su amigo; ambas permanecen en el lugar.
En la isla también hubo mujeres reclusas, aunque siempre el número fue mucho menor al de los hombres. "Otro secreto, menos oscuro, es que había allí grupos de mujeres que apoyaban la guerra cristera. Hay testimonios que señalan que para rezar en secreto se iban cerca de la playa para que no se escucharan sus voces", narra Pulido.
Fue Concepción Acevedo de la Llata, conocida como 'Madre Conchita', la mujer más destacada de un grupo de cristeros, compuesto por 76 mujeres y 121 hombres. Fue recluida por órdenes de Emilio Portes Gil, quien asumió la presidencia de México de manera interina —de 1928 a 1930—, tras el asesinato de Álvaro Obregón, y cuya autoría intelectual fue atribuida a la monja.
La Guerra Cristera fue un enfrentamiento armado entre 1926 y 1929 en México, en el que lucharon los llamados cristeros contra las políticas de intolerancia religiosa promulgadas por el gobierno de Plutarco Elías Calles (1924-1928).
El valor de los relatos
Entre los reclusos más célebres que pasaron por la isla María Madre está el pensador José Revueltas, quien estuvo preso dos veces por sus ideas comunistas (entre 1932 y 1935). Allí se inspiró para escribir su novela "Los muros de agua".
"La importancia de las Islas Marías radica más en su carga simbólica, sin dejar de obviar la experiencia de mucha gente que pasó por ahí. La relevancia, más allá de ser una pena alternativa a la prisión, es la cantidad y la calidad de relatos en torno a ella, como la novela de Revueltas, pero también los testimonio de los cristeros y los sendos reportajes que realizaron periodistas de la talla de Luis Spota o Miguel Gil, quienes las veían más como una finca o un pueblo, pero no como una prisión", exalta Pulido.
En 1969, el escritor mexicano Luis Spota publicó "Lo de antes", que posteriormente Arturo Ripstein llevó al cine en "Cadena perpetua" (1971), una novela que muestra la pérdida de la condición humana de los reos.
Las historias tejidas alrededor del penal de las Islas Marías exhiben, a decir de Pulido Esteva, el régimen punitivo del lugar desde su fundación en 1905, hasta su reorganización en 1939, así como la relación del Estado mexicano con algunos grupos excluidos socialmente.
"Las colonias penales son anacrónicas. La de Islas Marías era de las últimas de la que se tenía noticia; una muy célebre, por ejemplo, es la llamada Isla del Diablo, en la Guyana Francesa, que cerró desde 1946; la de Ushuaia, en Argentina, también cerró. Uno pude ir sumando las experiencias de población penal y ninguna de ellas subsistía", destaca el también especialista de la Dirección de Estudios Históricos Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El pasado 18 de febrero, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, firmó un decreto para transformar el sitio en un centro cultural y ambiental, sin que hasta ahora se conozca el monto de la inversión del proyecto. No obstante, se estiman aproximadamente 6.626.000 de dólares (125.000.000 de pesos), según reportes de la prensa local.
Al respecto, Pulido concluye: "Creo que la medida tiene un carácter simbólico que debería de ir acompañada, mas bien, con una reforma penal; por otro lado, se da a conocer lo oneroso y la nula rentabilidad del proyecto, así que vería dos mensajes: uno simbólico y otro dramático, muy acorde con la austeridad que este Gobierno está impulsando".
Paola Morales
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