Las 5 grandes derrotas para los intereses financieros de EE.UU. en el extranjero

Una de las promesas de Donald Trump fue impedir que su país fuese considerado "la alcancía del mundo", pero otras naciones tampoco están dispuestas a llenar la 'alcancía' de EE.UU. en su propio detrimento.

Estados Unidos sigue siendo el segundo mayor exportador del mundo después de China. No obstante, no siempre logra salirse con la suya en sus intentos de predominar en los mercados extranjeros.

La guerra con Huawei por el mercado global del 5G

Washington trató de disuadir a otros países occidentales de la colaboración con el gigante tecnológico chino Huawei en el suministro del equipo necesario para la red 5G, afirmando que Pekín podría robar datos transferidos por los dispositivos de la compañía y espiar para el Gobierno chino.

Tanto Alemania, como el Reino Unido se negaron a prohibirle a Huawei participar en las licitaciones. Berlín incluso reprendió a Washington, recordándole que tiene "sus propias normas de seguridad". Francia e Italia también continuarán usando productos de la empresa china.

La red ultrarrápida 5G proporcionará conexiones de datos no solo para móviles y ordenadores, sino con toda probabilidad para cualquier dispositivo electrónico sofisticado que pueda aparecer en nuestras casas en los próximos años.

Queda por adivinar si el fracaso del Gobierno estadounidense a la hora de convencer a los demás del posible "espionaje" de su principal rival en ese incipiente mercado se debe al hecho de que su hipótesis carece de evidencia alguna y se basa en las ganas de ser monopolista, o si el factor más importante es la imposibilidad de EE.UU. de ofrecer una alternativa que pueda competir o estar a la altura del proveedor chino de 5G.

Trabas para los gigantes tecnológicos en la UE

Desde los intentos de regular Facebook y el monitoreo del contenido de Twitter hasta la revisión de las prácticas tributarias de Amazon y la multa récord de unos 5.000 millones de dólares a Google por vulnerar las normas antimonopolio locales, la Unión Europea no ha escatimado esfuerzos durante años en los juzgados para hacer frente a los equipos legales de los gigantes estadounidenses.

A finales de marzo las autoridades antimonopolio europeas multaron a Google por 1.700 millones de dólares por bloquear publicidad de sus competidores en las búsquedas en línea, con lo cual el total histórico de las multas antimonopolio en Europa contra la compañía asciende a 9.300 millones de dólares.

Uber

Si bien la batalla por el mercado europeo puede formar parte de una gran campaña estratégica, las dificultades que afrontan empresas estadounidenses como Uber y Airbnb se asemejan más a una batalla calle por calle.

Actualmente Uber queda fuera de los mercados de China, Turquía y una serie de países de la Unión Europea, aunque las regulaciones en las partes donde operan podrían reducir de manera significativa sus ventajas frente a los taxistas convencionales. Airbnb, por su parte, afronta reacciones contrarias en muchos destinos populares, como París, Barcelona, Los Ángeles o Japón.

Mientras que para el consumidor son innovaciones que hacen la vida más fácil, diversifican la oferta del mercado y la relación calidad-precio, y permiten gastar menos, tanto en el taxi como en el alojamiento en comparación con los hoteles, algunos ven en ello competencia injusta, falta de seguridad, condiciones desfavorables para los empleados y hasta el funcionamiento al margen de las leyes en determinados países.

Luz verde para el Nord Stream 2

En el sector energético, EE.UU. apuesta por el gas natural licuado (GNL), pero para ascender hasta la cima de la nueva industria de exportación, que requiere sólidas inversiones en la infraestructura para ofrecer un producto que no siempre tiene precios competitivos, Washington ha tenido que hacer uso de todas sus destrezas de presión económica.

Cada vez que el Gobierno de Trump ha insistido en que Alemania debe abandonar el proyecto del gasoducto Nord Stream 2, que permitirá duplicar el suministro de gas natural desde Rusia hasta Alemania a través del mar Báltico y reducir el coste de energía para los ciudadanos europeos, no solo se preocupa por la dependencia económica de Berlín y sus lazos más estrechos con el Kremlin, sino también por las perspectivas de los exportadores estadounidenses de gas natural licuado.

Alemania optó por mantenerse firme en su decisión y divorciar el calentamiento de sus hogares y las preferencias en las cocinas de la política e intereses de Washington.

S-400 vs. F-35

Siendo exportador global de armamento y técnica militar, EE.UU. ha podido contar durante mucho tiempo con una fuente de ingresos fiable en forma de sus suministros a los aliados militares. De ahí surgen preocupaciones que van más allá de cuestiones económicas en relación a la suspensión por EE.UU. de sus suministros de los cazas F-35 a Turquía en protesta por la adquisición del sistema antiaéreo ruso S-400.

Si más aliados de EE.UU. ―especialmente países que no son miembros de la OTAN, como Arabia Saudita― abandonan su férrea lealtad a las armas estadounidenses y buscan otras opciones con una mejor relación calidad-precio, el Gobierno de EE.UU. podría verse obligado a gastar aún más dinero en el apoyo de sus exitosos pero complacientes gigantes como Lockheed Martin y Boeing, que últimamente tiene otros problemas.

Mientras los países miembros de la OTAN siguen rezagados en sus gastos militares, las naciones donde los presupuestos de defensa aumentan con más rapidez ―China, Rusia y la India― no dependen de los suministros desde EE.UU. o se oponen a ello de manera activa. Si bien hace 25 años podía parecer que las principales economías mundiales girarían en torno a Washington, ahora parece que el otro hemisferio se está forjando su propio camino.