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El voto rogado: el laberinto burocrático que dificulta que los expatriados españoles participen en sus elecciones

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Desde su implantación en 2011, este sistema censitario hizo que la participación de los emigrantes españoles cayera del 30 % al 5 %.
El voto rogado: el laberinto burocrático que dificulta que los expatriados españoles participen en sus elecciones

Se acercan las elecciones generales en España –a las que seguirán, apenas un mes más tarde, los comicios municipales, autonómicos y europeos–, y cientos de miles de ciudadanos españoles residentes en el extranjero se ven obligados, una vez más, a cumplir con un trámite obligatorio para poder participar: el voto rogado.

Sin embargo, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), apenas un 8,4% de ellos (176.547 personas) ha solicitado el voto para las elecciones generales del próximo 28 de abril. Este escaso porcentaje de participación desde el exterior es similar al registrado en la última convocatoria electoral, en junio de 2016, y además es muy posible que la cifra final sea aún menor, ya que una de las características del voto rogado, en la práctica, es que suele complicar y hasta impedir la finalización del proceso.

Precisamente, esa complicación del procedimiento administrativo, la brevedad de los plazos, la apatía institucional a la hora de informar debidamente, y el propio concepto de "ruego" aplicado a un derecho fundamental en cualquier contexto democrático, centran las críticas de los detractores de este sistema electoral censitario que cada vez más personas perciben como un verdadero obstáculo a la hora de participar en los comicios.

De hecho, son las propias cifras las que sostienen el argumento más irrefutable contra el voto rogado: su implantación en 2011 hizo descender la participación de los españoles expatriados de un 30% a un 5%. Dadas las características casi kafkianas del mecanismo, muchos de sus contrariados usuarios hablan de "abstención inducida", y hasta de "voto robado".

Instrucciones complejas, documentos diversos, envíos postales, plazos ajustados, claves telemáticas y requerimientos consulares componen un universo administrativo que en muchísimos casos parece conspirar para que el voto no llegue a tiempo a su destino.

El trabajo que las instituciones no hacen

Una de las quejas más frecuentes de los expatriados españoles a la hora de afrontar una cita electoral en su país de origen es la falta de información clara y suficientemente publicitada sobre el funcionamiento y los plazos del proceso.

La plataforma más combativa al respecto es la llamada 'Marea Granate', un colectivo trasnacional de emigrantes españoles que se proponen, como objetivo genérico, "luchar contra las causas y quienes han provocado la crisis económica y social que nos obliga a emigrar". 

Más en concreto, desde su página web también explican que tratan de ayudar a los expatriados españoles a ejercer de manera efectiva su derecho al voto, "denunciando irregularidades, facilitando información de plazos y procedimientos, haciendo el trabajo que las instituciones no hacen, respondiendo a un sinfín de consultas diarias y exigiendo a la Administración información clara sobre el proceso", y reclamando también, y sobre todo, "la supresión del voto rogado".

Su cuenta de Twitter se convierte en estas fechas pre-electorales en un verdadero tablón de anuncios con información útil para ayudar a que los electores expatriados puedan votar. 

"Las papeletas nunca llegaron"

El voto rogado se implantó hace ocho años a través de una reforma electoral pactada por el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), como parte de un paquete de medidas que tenía la intención explícita de combatir el fraude electoral. A pesar de las innumerables críticas y quejas que suscita, sigue vigente ocho años después.

Varios españoles que han tenido que solicitar el voto desde diversos países relatan experiencias que coinciden en varios aspectos y componen una imagen clara del sistema de voto rogado: un laberinto burocrático a contrarreloj que, muchas veces, termina frustrando el voto 'de facto'. 

Alejandra tiene hoy 30 años y recuerda que en noviembre de 2015 trató de participar en las elecciones generales españolas desde Adís Abeba (Etiopía). Realizó en tiempo y forma el 'ruego' necesario para ser incluida en la lista de personas autorizadas a votar desde el exterior, pero eso no fue suficiente en su caso. "Se acercaba la fecha límite para votar y no llegaban las papeletas –explica Alejandra–. Yo llamaba todos los días, incluso me volví a presentar en el consulado, y nada". Al final no puedo emitir su voto: "Las papeletas nunca llegaron. Luego puse una reclamación y nunca me contestaron". 

La experiencia de Cristina es bastante similar. Tiene 36 años y vive en Italia desde 2009, actualmente en Roma, y recuerda su experiencia en las últimas elecciones: "No sólo no llegaron las papeletas, sino que en cambio me llegó propaganda electoral. Yo llamaba al consulado para preguntar y me decían que la afectada no era sólo yo, sino que estaba ocurriendo a nivel nacional, que las papeletas no llegaban desde España". 

En la convocatoria anterior, en 2011, Cristina sí obtuvo las papeletas, "pero me llegaron un día después de la fecha de la convocatoria", con lo que tampoco pudo votar. "Presenté una reclamación –añade–, pero no creo que haya servido de nada, ni que nadie la haya tenido en cuenta: nadie me contactó después". "El consulado me ha escrito emails para otras cuestiones, pero nunca para avisarme de las convocatorias electorales ni de los plazos", añade Cristina. 

"Un procedimiento innecesariamente complejo"

Arturo tiene 45 años y vive en Copenhague (Dinamarca) desde octubre de 2017. Ésta es la primera vez que se ve obligado a rogar el voto desde el extranjero. "Recibí una carta hace poco en mi domicilio, remitida por la Embajada española en Copenhague, con las instrucciones, que no son fáciles de seguir, y además se necesita tiempo para acudir a la Embajada presencialmente o bien para llamar en un horario muy limitado", explica. 

Arturo envió su solicitud para poder votar de forma telemática, pero no le llegó ninguna respuesta ni resguardo que garantizara la aceptación de su ruego y tuvo que llamar para confirmarlo. "Ahora lo siguiente es esperar a recibir en mi domicilio las papeletas electorales. En la Embajada no hay papeletas electorales, lo cual invita a la sorpresa y a la preocupación", comenta este ingeniero informático nacido en Madrid. "El día que decida ir tengo que ir con la papeleta en el sobre, con una papeleta en mi DNI y con una carta, un documento, que aún no sé que es, aunque me lo han intentado explicar", añade.

A Arturo, el voto rogado le parece "un procedimiento innecesariamente complejo". "Después de un año y medio aquí –explica– ya me he acostumbrado a la administración danesa, que funciona de manera digital a través del teléfono móvil y es muy fácil de entender, y esto del voto rogado me trae recuerdos de mi vieja España". "Este sistema es muy complicado, muy mejorable, y opino que hay mucha gente que posiblemente no vote o bien porque no consiga hacer funcionar el procedimiento o bien porque éste le lleve a un estado de desgana", concluye Arturo.

Eduardo Velazquez es el coordinador de la Federación Exterior de Izquierda Unida y candidato al Senado por la provincia de Palencia. Como agente político, le preocupa la vigencia del voto rogado, un procedimiento que conoce bien por haberlo padecido personalmente.

"Pasé seis años fuera de España y ha tenido que rogar el voto varias veces –explica Velázquez–. Las dos primeras veces fue en Alemania y el proceso más o menos funcionó bien: al menos llegaron las papeletas a tiempo y pude ejercer mi derecho al voto". Sin embargo, recuerda que "de todas formas fue bastante complicado hacer la solicitud de ruego, tener que ir al consulado, y sobretodo esperar a que enviasen las papeletas desde la oficina del censo electoral que me correspondía", lo cual "hizo que los plazos fueran bastante ajustados".

Velázquez también vivió dos años en Chile. "En este caso los plazos fueron claramente insuficientes y las papeletas no llegaron a tiempo –recuerda–: llegaron una semana mas tarde y no pude ejercer mi derecho al voto. Y todo ello a pesar de que para hacer los tramites me desplacé al consulado en Santiago de Chile, porque vivía al sur del país, a unas dos horas y media en avión, con el consiguiente gasto que supuso esta gestión". 

¿Se trata de evitar un voto de castigo?

"Desde la federación exterior de Izquierda Unida –explica el coordinador– tenemos claro que el voto rogado es un sistema censitario para impedir la participación de un colectivo determinado: el de los españoles que viven en el exterior". Velazquez señala que "hay muchísimos españoles viviendo fuera: en estos momentos unos dos millones y medio, según el padrón de españoles residentes en el extranjero".

Tal como él mismo apunta, éstas cifras no reflejan la realidad al completo, porque ese registro solo contabiliza a las personas que se dan de alta en los consulados, "y mucha gente no lo hace por temor a perder ciertos derechos en España".

"Estamos hablando en todo caso de varios millones de personas –asegura Velázquez–, y más de un millón de ellas ha salido a lo largo de los últimos diez años, a consecuencia de la crisis económica y evidentemente efectuarían un voto de castigo bastante importante, fundamentalmente contra los partidos mayoritarios, el Partido Popular y el PSOE". Para este coordinador de IU  no hay dudas de que una de las funciones reales de este sistema censitario es "impedir que esta gente ejerza su derecho con la contundencia con la que lo harían si fuera un procedimiento más accesible y más libre de lo que es ahora".

Es complicado que el voto rogado se derogue

Velázquez sostiene que "aunque muchos partidos se han opuesto al voto rogado, es complicado que el voto rogado se derogue". Admite que "se ha avanzado en el último año y medio, y antes del adelanto de las elecciones hubo incluso una propuesta oficial, de Unidos Podemos y PSOE, para derogar este sistema, pero finalmente no se pudo tramitar esta proposición de ley", a causa de la disolución de las Cortes propiciada por la propia convocatoria electoral.

"De todas formas, el trabajo en la subcomisión parlamentaria ha sido muy lento –denuncia el coordinador de Iu Exterior–. De cara a los medios todos los partidos se oponen al voto rogado, porque queda claro que es un sistema injusto, que ha bajado la participación de los españoles en el exterior a niveles ínfimos, y no queda bien posicionarse a favor del voto rogado de cara a la galería, pero el trabajo de ciertos partidos en la subcomisión ha sido muy lento, han puesto muchos obstáculos, muchas trabas, y finalmente esto no ha podido avanzar y no se ha podido derogar".

Velazquez cree, asimismo, que "es necesario que España tenga una circunscripción exterior, es decir, que la gente que vive en el exterior eligiera a sus representantes al igual que la gente que vive en cualquiera de las provincias de España".

Este sistema para canalizar el voto desde el extranjero ya está implantado en algunos países como Italia, Portugal o Ecuador, cuyos expatriados cuentan efectivamente con una circunscripción propia y eligen a sus propios representantes en sus respectivos parlamentos. 

Mientras tanto, España sigue recibiendo el voto de sus emigrantes a través de un sistema manifiestamente ineficaz que concita un rechazo prácticamente unánime entre quienes tienen que utilizarlo. 

David Romero

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