El incendio que se produjo en la catedral de Notre Dame de París, el lunes de la semana pasada, ha puesto de relieve un espectáculo poco edificante, al mostrar cómo los multimillonarios y presidentes de grandes corporaciones "descubren a su Jesucristo interior", sostiene el columnista escocés John Wight.
Las personas más ricas de Francia y sus grandes empresas no tardaron en responder al llamado de socorro del presidente Emmanuel Macron, con generosas sumas de hasta 200.000 euros (unos 225.000 dólares): en menos de dos días, las donaciones y contribuciones a nivel mundial sumaron alrededor de 850 millones de euros.
En un artículo para RT, Wight cita al jefe de la confederación sindical francesa CGT, Philippe Martinez, quien alega que "si pueden dar decenas de millones para reconstruir Notre Dame, deben dejar de decirnos que no hay dinero para ayudar a resolver la emergencia social".
Wight precisa que la emergencia social de la que habla Martinez son los apuros de los desfavorecidos: los pobres, los desempleados y los que apenas perciben salarios de subsistencia. Vale decir, aquellos que se sienten abandonados al tiempo que el presidente Emmanuel Macron, desdeñado como 'presidente de los ricos' por las decenas de miles de hombres y mujeres que forman el movimiento de los chalecos amarillos, sigue desfilando por la arena europea y mundial. "Un líder tan desconectado de su propio pueblo, que cada palabra y gesto suyos solo consiguen echar más leña al fuego del descontento popular", escribe Wight.
Sin minimizar la necesidad de conservar el patrimonio cultural, el periodista considera que las contribuciones de los multimillonarios y sus corporaciones "de ninguna manera pueden ser parte de una solución, en un mundo donde la desigualdad paralizante y la injusticia económica y social se han convertido en norma".
Al mencionar como ejemplo que la mitad de Inglaterra pertenece a menos del 1 % de la población, señala que, claramente, "ya es tiempo de pulsar el reseteo".
Wight lamenta que los más de 1.000 millones de dólares ya recaudados para reconstruir la catedral parisina no se asignen para reconstruir países como Siria, donde iglesias y otros santuarios –representativos de una de las comunidades cristianas más antiguas del planeta– han sido destruidos por hordas yihadistas. "Es tiempo de presentar con todo enfado acusaciones contra los gobiernos occidentales, incluido el francés, por su papel en la perpetuación del conflicto mediante su apoyo político y material a diversos grupos 'insurgentes'", subraya.
Recuerda además que cuando un incendio dejó 72 muertos en el edificio residencial londinense Grenfell, en junio de 2017, los ricos y las corporaciones guardaron silencio: "No hubo telemaratones benéficos, ni se prometieron millones para asegurar en unos días el realojamiento apropiado y cómodo de los supervivientes".
Wight asegura que "si Jesús estuviera vivo en la actualidad, se preocuparía más por la situación de las víctimas y supervivientes del incendio de Grenfell que por la suerte de la catedral de París, priorizando a los vivos sobre los muertos".
"En Francia, estaría vestido de chaleco amarillo, liderando a los Gilets Jaunes y siendo gaseado y atacado con balas de goma por la Policía antidisturbios de Macron", afirma.
La controversia sobre la respuesta de los ricos al desastre de Notre Dame -sostiene el periodista- "pone de relieve la diferencia entre la sombra y la sustancia, o entre la forma y el contenido".
Aunque no hay que dudar de la condición de Notre Dame como parte invalorable de Francia y patrimonio cultural cristiano, dice, hoy, "tras el incendio, se ha convertido en un símbolo de la falta de cohesión y de unión social del país".
Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos!