El llamado a que terminen las hostilidades en Libia, formulado el pasado lunes por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, es el equivalente a que un incendiario instara a la casa que acababa de convertir en cenizas a que deje de echar humo, manifestó el periodista internacional John Wight.
"Solo puede ser un exceso de humor negro o de amnesia intencional, por parte de Stoltenberg, lo que explique su perverso llamado a que este conflicto concreto termine en este país concreto, ocho años después de que [Libia] recibiera una visita prolongada de una alianza militar occidental que él actualmente preside", escribió Wight en un artículo para RT.
Recordó que en 2010 Libia estaba a la altura de los países desarrollados en el índice de la ONU de desarrollo humano y con respecto a la mortalidad infantil, la longevidad, acceso a la educación y los derechos de las mujeres. "Ahora es el lugar donde reinan la muerte y la discordia y donde prosperan mercados de esclavos", subrayó.
Ante estas consecuencias de la invasión de Libia por la OTAN en 2011, sostuvo, la exhortación de Stoltenberg a una resolución pacífica en el país árabe sugiere que sobre la entrada de la sede de la OTAN en Bruselas (Bélgica), en un "lugar de honor", debería citarse el mantra orwelliano: "La guerra es paz. La libertad es esclavitud".
El periodista señala que este famoso lema, que en la novela '1984' usa el Estado para inculcar el 'doblepensar' en sus ciudadanos, corresponde a lo que la OTAN ha estado haciendo tras la desintegración de la Unión Soviética: "buscar significados y aplicabilidades, es decir, oportunidades para lanzar sus democráticos misiles y bombas".
Este proceso sigue involucrando a ideólogos en los medios, laboratorios de ideas neoconservadores y gobiernos que no escatiman esfuerzos para convencer a la gente, en Europa y Estados Unidos, de que sin una OTAN que proteja las murallas de la civilización occidental, los bárbaros del norte, sur, este y oeste llegarán y destruirán todo lo que quieran.
Wight señaló que ahora "su objetivo es inculcar la creencia de que Rusia, Irán, China, Corea del Norte y Venezuela son enemigos y amenazas para la seguridad".
Al mismo tiempo, puntualizó, será muy difícil convencer a cualquier miembro de los 'chalecos amarillos', que llevan medio año protestando contra la política de Emmanuel Macron, de que lo que necesitan es que la OTAN los proteja contra Rusia.
Lo contrario, sostuvo Wight, la violencia usada por servicios de seguridad de Macron contra los miles de manifestantes en las calles de París y otras ciudades, ya es un fuerte fundamento para la intervención de la OTAN, igual que el pretexto de proteger a manifestantes civiles contra el Gobierno, usado en la intervención en Libia.
"Entonces, OTAN, ¿qué es lo que estás esperando?", preguntó el periodista.
Al referirse a los ejercicios militares de 9.000 soldados de la OTAN en Estonia, Wight los calificó de "vergüenza diabólica", dada la glorificación de los estonios que lucharon bajo bandera de las Waffen SS durante la Segunda Guerra Mundial y la ubicación de las maniobras a 15 kilómetros de la frontera rusa, país "cuyo pueblo hizo más que cualquier otro para derrotar el proyecto genocida de Hitler en Europa hace siete décadas".
Además, "el historial de provocaciones, intimidación y agresiones de la OTAN contradice sus declaraciones sobrenaturales y fatuas de sí mismo como una alianza dedicada, según su propia web, a los valores democráticos y resolución pacífica de conflictos".
"No hay nada democrático en los mercados de esclavos, ni tampoco nada pacífico en realizar ejercicios militares en la frontera con Rusia, legitimando así la historica animosidad antirrusa y las proclividades fascistas que existen en Estados que sirven de títeres a la hegemonía occidental", acentuó el periodista.
Describió la existencia de la OTAN, por lo tanto, como un "obstáculo a la paz, la justicia, la estabilidad global y el progreso humano" y la comparó con el Imperio romano, citando para ello al destacado economista del siglo XX Joseph Schumpeter: "No hubo rincón del mundo conocido donde no se hubiese declarado algún interés bajo peligro de ataque. […] El mundo entero estaba plagado de una multitud de enemigos, y era claramente el deber de Roma protegerse contra sus intenciones indudablemente agresivas. Eran enemigos que solo esperaban embestir al pueblo romano".