VIDEO: Cómo resurge el trueque en Argentina (o un recuerdo a la crisis de 2001)
El trueque está de vuelta. Como en la crisis económica, política y social del 2001, cuando se saqueaban supermercados, 38 ciudadanos morían en medio de protestas y el entonces presidente Fernando de La Rúa escapaba en un helicóptero, la actividad resurge en la gestión de Mauricio Macri, aunque en una escala mucho menor. Así, años más tarde, varias familias que no pueden comprar artículos en los comercios tradicionales, utilizan este mecanismo de intercambio para intentar llenar las panzas de sus hijos, mientras las cuentas del Ministerio de Hacienda son supervisadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la inflación no da tregua.
En Tolosa, un barrio de la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, se instaló una de aquellas ferias, a unas seis cuadras de la estación del tren Roca. Existe hace tres años, cuando el modelo económico argentino empezó a dar su giro de 180 grados, pero en el medio hubo algunos frenos. El martes 14 de mayo se volvió a lanzar, "porque la situación no da para más y la gente está pasando hambre", comenta Paula Reinaldi, quien tomó la iniciativa y organiza las jornadas. "Me da una tristeza bárbara. En el 2001 iba al trueque con mi mamá, y ahora ver a mis hijas cambiando pantalones que ya no usan por un poco de comida, es un dolor muy grande", lamenta.
El sistema es bastante sencillo. Las familias, numerosas, colocan sus mantas sobre el pasto de una cancha de fútbol ubicada en las calles 115 y 522, a pocos metros de las vías del ferrocarril, mientras los más chicos corretean junto a los perros del lugar. Allí exhiben sus productos, principalmente ropa usada, pero también hay tortas caseras y hasta artículos para celulares. Todo se puede cambiar por alimentos o un tope de hasta 250 pesos (unos cinco dólares), aunque se consiguen pantalones por 50 (más de un dólar).
"Hay gente que no falta nunca, hablo de familias con siete u ocho 'pibes' —niños— que necesitan darles de comer. Estamos cada vez peor", se queja Reinaldi. Por su parte, ella tiene cuatro hijos, gana 15.000 pesos (330 dólares) en un centro de salud y en los primeros días del mes las cuentas ya no cierran. "Todos mis chicos están vestidos del canje", cuenta.
Daniela, una de las puesteras, perdió su trabajo hace más de dos años, y va al trueque desde que está desempleada: "Antes comía de esto", nos relata. De igual modo, consigue un paquete de fideos a cambio de una campera para adultos que ofrecía, en perfecto estado. En sintonía, Jorgelina exhibe la vestimenta que sus tres hijos ya no usan, "para sobrevivir el día a día". Y describe: "Estamos mal, aumenta todo, ya no alcanza y a los nenes hay que darles de comer todos los días". Si puede, va a volver a este encuentro todas las fechas, "porque es un método de subsistencia", afirma.
En este predio de Tolosa nadie habla del riesgo país, corridas financieras o las últimas medidas dispuestas por el Banco Central, pero la visión es unánime: antes, hace pocos años, podían llenar la olla, y ahora está mucho más difícil. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC), 2018 terminó con un 32% de pobres en ese país sudamericano, basado en una población de 40 millones de personas, aunque todavía se desconocen los datos oficiales del año actual. Para la Universidad Católica Argentina (UCA), la cifra de chicos que vivían por debajo de la línea de pobreza el año pasado creció hasta el 51,7% del total. Además, una investigadora de esa academia, Ianina Tuñón, le dijo a este medio que "el 7% de los niños no está cenando". Bajo este panorama, las puesteras esperan que la feria crezca con el correr de las semanas.
La ideología detrás del canje
Este resurgir no se da solo en las localidades provinciales. En la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, también está volviendo a cobrar fuerza. Por citar un ejemplo, todos los lunes a la tarde en la Sociedad de Fomento Manuel Belgrano, del barrio de Floresta, el Club de Trueque se pone a funcionar. El grupo pertenece a la Red Global del Trueque, una organización nacida en Argentina que está cumpliendo 24 años de vida.
Su existencia tiene un fin completamente ideológico, más allá de los contextos sociales de cada época: "Queremos prosperar sin el uso directo del dinero, con la economía del hombre", explica Horacio Covas, uno de los fundadores. En efecto, sueñan con formar "prosumidores", es decir, personas que produzcan y consuman al mismo tiempo, un término utilizado por el escritor estadounidense Alvin Toffler.
Al margen de sus ideas, bien de izquierda, y algunas de ellas anarquistas, saben que la gente suele acercarse en mayor cantidad cuando la economía funciona mal, como ahora: "Mientras hay devaluación, desempleo y angustia, los clubes de trueque vuelven a transformarse en un elemento pacificador y contenedor de las personas, donde hay herramientas para repensar la economía", subraya.
Irma Sofía Mendoza tiene 89 años, y está en el club ofreciendo buñuelos y bocaditos de arroz. Se la ve sonriente, porque ya consiguió una camisa y un saco para su hija. Al intercambio viene hace un año, cuando el contexto conspiró en su contra: "La situación apretó y no dejé que estallara", explica. Aquella señora es jubilada, cobra la pensión mínima e intenta ayudar a familiares propios en condiciones comprometidas: "Antes les compraba cosas, ahora no me alcanza, pero si vengo acá puedo llevarles mercadería sin sacar dinero de mi bolsillo", explica.
Nora, otra "troquera" de unos 60 años que se acercó a este sistema hace un mes, también cuenta que se sumó por el actual momento económico: "La situación está difícil, tenemos que vender sin plata. Estamos privándonos de muchas cosas que antes podíamos comprar, y ahora no", resume.
El gran desafío para los organizadores es convencer a los miembros de que utilicen este método como una filosofía de vida, y no solamente cuando las cuentas del país estallan por los aires. Sin embargo, la Red tuvo su punto máximo de popularidad después de la crisis de 2001: "En medio de la hambruna, decidimos abrir las puertas de los clubes a toda la población", recuerda Covas.
Así, de manera directa o indirecta tuvieron alrededor de 7 millones de personas participando, nos dicen, causando el malestar de los partidos políticos tradicionales. De hecho, años atrás recibieron denuncias penales de todo tipo, pero la Justicia acaba de dictar su inocencia, y los organizadores están convencidos de que las causas judiciales, con allanamientos incluidos, fueron armadas para boicotear su proyecto durante la Presidencia de Eduardo Duhalde, en el 2003.
No obstante, en sus tiempos de esplendor el modelo pudo expandirse hacia otros países de la región y Europa. Hoy a nivel local hay cientos de personas activas, y se están abriendo nuevos clubes en diversos puntos de esa nación latinoamericana, mientras la situación social empeora. "La inflación de hoy impide que el dinero alcance para llegar a fin de mes, pero muchos vuelven recordando que cuando participaban de la Red las heladeras siempre las tenían llenas, con la consigna de que en el trueque todo se consigue", sostiene Covas.
- Economía paralela
En este caso, el trueque no se hace de forma directa, sino que hay una moneda alternativa. Es decir, billetes diseñados especialmente para estos clubes, donde no interviene el sistema financiero ni tampoco el Estado. Aquellos "créditos" solo sirven para ser utilizados en la Red, donde hay que intercambiarlos por productos, generando un círculo virtuoso. En otras palabras, no se acostumbra a ahorrar. De esta forma, garantizan que la gente vuelva, y que nadie atesore los papeles de colores, porque no tendrían ninguna utilidad en el mercado tradicional.
Así, mientras algunos clubes dan billetes gratis a sus miembros, otros cobran el acceso. En aquella sociedad de fomento de la capital el puntapié inicial vale 400 pesos (nueve dólares), en forma de créditos, que se mantienen siempre en el circuito, al menos hasta que el sistema deje de funcionar.
Al mal tiempo, buena cara
Muchas veces las malas condiciones económicas afectan también las relaciones sociales. ¿Quién no ha discutido alguna vez con un ser querido por plata? Más aún en aquellos sectores sociales que empeoraron su calidad alimenticia. No obstante, mientras parece que la situación de muchos argentinos no podría empeorar más, en estas ferias de trueque se vive un extraño clima de alegría. Risas, bromas, abrazos, palmadas en el hombro, consejos y mates que se pasan de mano en mano, brindan un escenario de compañerismo que difícilmente se vea en los barrios privados más exclusivos del país.
Ellos, los que tienen que cambiar objetos materiales por alimentos u otros artículos de utilidad variada, y no encuentran otra salida, evitan sumarle depresión al duro momento que atraviesan, aunque les gustaría intercambiar su difícil presente. "Por un lado tenés la depresión en la calle, y por el otro la felicidad de querer participar del club", compara Covas. El amor no alcanza, pero ayuda. Entre tanto, la deuda externa e interna de Argentina toca cifras siderales: gane quien gane las próximas elecciones de octubre, no se avizora un lecho de rosas.
Algunos resisten como pueden.
Leandro Lutzky