El 26 de abril de 1986, estalló el cuarto reactor de la planta nuclear de Chernóbil. La catástrofe contaminó un área de cerca de 140.000 kilómetros cuadrados donde vivían alrededor de 7 millones de ciudadanos soviéticos, provocando una oleada de enfermedades relacionadas con la radiación en el territorio, que incluía partes de tres repúblicas de la URSS: Ucrania, Rusia y Bielorrusia.
La tragedia incluye un eminente episodio poco reflejado por los medios de comunicación: la asistencia cubana a decenas de miles de "niños de Chernóbil".
Respuesta inmediata
En febrero de 1990, el Comité Central del Komsomol (Unión Comunista de la Juventud) de Ucrania emitió una solicitud de ayuda internacional a los niños víctimas de Chernóbil.
"Esto fue un jueves, y el sábado teníamos ya una respuesta de la alta dirección de nuestro país de que estaban preparados los tres mejores especialistas en las patologías más frecuentes en la niñez y que podían viajar de inmediato a Ucrania", dijo en el 2006 Sergio López Briel, quien era el cónsul cubano en la URSS en 1990.
Poco después, los médicos —Martha Longchong Ramos, José Manuel Ballester Santovenia y José Ricardo Güell González— inspeccionaban los pueblos contaminados por la radiación. Ya el 29 de marzo, las dos primeras aeronaves con 139 niños con enfermedades oncohematológicas a bordo aterrizaron en el aeropuerto de La Habana.
Lo hicieron a pesar de los obstáculos creados por los funcionarios soviéticos, reveló el presidente del Fondo Juvenil Ucraniano de Chernóbil, Alexander Bozhko: "Uno de los aviones cubanos acababa de salir de reparaciones de la fábrica de Taskent [capital de Uzbekistán] y aún no habían terminado de pintarlo. Al otro le cambiaron su ruta habitual Roma-La Habana para mandarlo a Kiev".
Al recibir al primer grupo de niños, Fidel Castro anunció que su país iba a recibir a 10.000 pacientes de la Unión Soviética.
"No lo pude creer. Le pregunté al traductor si se había equivocado. Pero no era un error. Los cubanos hicieron eso, y más", dijo Liliya Piltyay, de la Unión Comunista de la Juventud de Ucrania, que escoltaba a los niños.
El balneario de Tarará
Cuando llegaron los primeros vuelos, los niños fueron llevados a dos hospitales pediátricos de La Habana: el William Soler y el Juan Manuel Márquez.
No obstante, al entender la verdadera magnitud de la catástrofe, el Gobierno cubano empezó a buscar un nuevo alojamiento capaz de recibir a todas las personas que necesitaban ayuda. Lo halló en el campamento de pioneros José Martí en Tarará.
La zona, de unos 11 kilómetros cuadrados, que cuenta con 850 metros de playa, fue transformada por brigadas de trabajo voluntario hacia julio de 1990.
"Camiones con trabajadores, jóvenes, hombres y mujeres iban directo para Tarará de diferentes municipios. […] Miles de personas que había que coordinar y organizar todos los días", describió el doctor Julio Medina, en una entrevista con Militante.
El programa 'Niños de Chernóbil'
Según el programa elaborado por el Gobierno cubano, la selección de los pacientes se realizaba con base en varios criterios, formando cuatro grupos dependiendo de la gravedad de su estado. Cada uno de los grupos tenía cierta cuota entre las personas que viajaban a la isla.
Los servicios médicos se estructuraban en tres niveles. El primario suponía la terapia médica ofrecida tanto en clínicas como en las propias viviendas de los pacientes. El secundario requería el tratamiento en el Hospital de Tarará. Por fin, el terciario incluía la atención en las instalaciones médicas especializadas en la capital del país.
Se suponía el envío de psicólogos y médicos de Ucrania, lo que facilitaba la comunicación con los enfermos.
Todo eso se acompañaba por el trato humano por parte del personal del hospital y cubanos de a pie. Así, el programa de rehabilitación psicológica incluía excursiones y actividades culturales, y los trabajadores solían hacer dulces a los niños y regalarles un pastel para sus cumpleaños.
"Este apoyo social vino del pueblo, de las personas. […] Eso no lo puede dirigir nadie. No lo puede dirigir ni el Gobierno ni la política. Esos son valores. Por supuesto esos valores nacen con la revolución y su política, con una forma de vivir. Pero expresaban esos valores de forma espontánea", afirmó Medina.
"No lo estamos haciendo por publicidad"
Desde el inicio del programa, Cuba proponía prestar los servicios médicos gratuitamente, solo pidiendo a la URSS pagar el transporte de los niños. No cambió esa política ni en los años más duros después del colapso del bloque soviético, cuando la isla vivía una enorme crisis económica durante el llamado 'período especial en tiempos de paz'.
En efecto, esto significa que La Habana soportaba la parte abrumadora de los gastos. Por ejemplo, en 1997, el tratamiento de un niño con una enfermedad oncohematológica costaba tanto como la organización del vuelo de 160 personas, detalló entonces la revista ucraniana Zerkalo Nedeli.
"Los propios cubanos nunca nos dirán qué fondos dedican a nuestros hijos", escribió la reportera Valentina Petrochénkova. "En una conversación el jefe del centro de bienestar en Tarará respondió a tal pregunta: 'No sé, no lo calculamos'", reseñó.
Según reveló López Briel en el documental 'Chernóbil en nosotros' (2009), Fidel tampoco quería demostrar las dificultades que tenía su país en el curso del programa. "Este es un deber elemental que estamos haciendo con el pueblo soviético, con un pueblo hermano. No lo estamos haciendo para publicidad", afirmó después de la llegada del primer grupo de niños enfermos.
Según estimaciones, hacia el 2009 la isla gastó 350 millones de dólares, una suma enorme para la nación caribeña, solo en medicamentos.
El programa fue terminado en el 2016. Cuba fue el único país que atendió gratuita y masivamente las víctimas de la catástrofe de Chernóbil.
Diferentes instituciones benéficas también contribuyen a la recuperación de los afectados. Así, por ejemplo, la organización Chernobyl Children International, con sede en Irlanda, logró enviar a 25.000 menores a familias anfitrionas irlandesas. En el 2008, existían en el Reino Unido más de 70 proyectos que organizaban las vacaciones de recuperación para los "niños de Chernóbil".
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