La estación de investigación británica Halley VI, situada en la costa de la Antártida, se ha llevado más de cuatro meses completamente abandonada y ha seguido, por primera vez en la historia de la exploración de las regiones polares de esta parte del mundo, realizando observaciones de un modo autónomo.
Su operadora, British Antarctic Survey, reportó a finales de junio haber recibido importantes datos sobre el clima, la capa de ozono y el tiempo espacial que normalmente son tarea de los meteorólogos. Los datos fueron reunidos gracias a un innovador sistema autónomo de energía, que puede generar hasta 30 kilovatios de potencia y es operable a temperaturas inferiores a los 40º C bajo cero.
Esa microturbina, que los científicos calificaron de "motor a reacción en una caja", debe seguir girando 24 horas al día y siete días a la semana sin mantenimiento alguno durante nueve meses para que la Halley VI se mantenga encendida hasta que el personal regrese en noviembre.
Otra herramienta destacada es la denominada AutoDobson: una versión totalmente automatizada del dispositivo que permitió a los investigadores de la Halley ser los primeros en descubrir el agujero de la capa de ozono en la década de 1980.
La estación de investigación Halley VI fue diseñada y desplegada en 2012 sobre la barrera de hielo Brunt para ser habitada durante todo el año. No obstante, el miedo a que el enorme glaciar que le sirve de base se fracture hizo que la operadora británica evacuara al personal a principios del año 2017.
Desde entonces, los investigadores solo aparecen en la estación durante un breve período del 'verano' antártico, de ahí que el portal Live Science llame a la estación"base fantasma". Sin embargo, British Antarctic Survey explicó que el repetido abandono ha sido solo una medida temporal de seguridad y que el recinto, con independencia de que haya sido evacuado, continuará su trabajo científico esta temporada, tras dos inviernos sin funcionar.