Los científicos han explicado el origen de las ondas sísmicas que durante este verano se han registrado periódicamente en el estado estadounidense de Oklahoma, informa National Geographic.
De acuerdo con la revista, los reportes del fenómeno empezaron el 24 de junio, cuando una extraña actividad fue registrada a lo largo de cientos de kilómetros en todo el estado durante unos 10 minutos. Durante el verano, las ondas se extendieron por toda Oklahoma con frecuencia, intensidad y propagación crecientes, y en ocasiones llegaron a durar más de 20 minutos. Sin embargo, siempre ocurrían por la mañana, aunque nunca en domingo.
Los científicos explican que los terremotos normales son el resultado de tensiones lentamente acumuladas en la corteza terrestre y el manto superior, creadas por el lento desplazamiento de las placas tectónicas. No obstante, en el estado de Oklahoma con frecuencia se registran terremotos industriales, producto de la inyección de fluidos residuales de las operaciones de extracción de gas y petróleo del subsuelo mediante la técnica llamada 'fracking' o fracturación hidráulica. Estos temblores no naturales ya son conocidos para los científicos.
En el caso de las extrañas ondas de este verano la señal también pulsó de forma antinatural, pero esta presentaba otro patrón, como por ejemplo breves estallidos generalmente a intervalos de 20 segundos, y alcanzó intensidades tan fuertes como un temblor de magnitud 2,2.
Tratando de detectar el origen de las ondas, el equipo de Andrew Thiel, un analista del Servicio Geológico de Oklahoma encargado de investigar el fenómeno, notó que la señal se iniciaba generalmente desde el sureste, donde se encuentra la planta de municiones del Ejército de McAlester.
El 16 de agosto el portavoz de la base, Gideon Rogers, confirmó que la planta elimina las municiones viejas todos los días por la mañana alrededor de las 11:00, excepto los domingos, en explosiones separadas por pausas de 20 segundos.
Por tierra o por aire
Una vez aclarado de dónde provenían las ondas, los investigadores siguieron debatiendo cómo es posible que la energía de unas explosiones presumiblemente pequeñas se propagara por todo el estado.
Las estimaciones de velocidad sugieren que las señales se extendieron por todo el estado de Oklahoma mucho más lentamente de lo que es habitual cuando la energía viaja por el suelo. Durante un terremoto las ondas de superficie generalmente se propagan a aproximadamente 3.540 kilómetros por hora o incluso más, mientras que las ondas de Oklahoma alcanzaron velocidades supersónicas, pero 'solo' de casi 1.450 kilómetros por hora.
En el caso de las ondas generadas en la planta de municiones, los sismómetros podrían haber estar captando ondas de sonido, que pueden viajar increíblemente lejos, según explica Jeffrey Johnson de la Universidad Estatal de Boise, un experto en el uso de infrasonidos para estudiar volcanes.
Las explosiones envían ondas acústicas a diferentes frecuencias, la más baja de las cuales, conocida como infrasonido, viaja más lejos. El infrasonido puede salir a la atmósfera, donde el aire se enfría constantemente y luego vuelve a calentarse. Estas capas de calor pueden presionar las ondas hacia el suelo en zonas concéntricas como una diana.
Por su parte, estudios de explosiones cercanas a la superficie, como un ataque en 2006 contra una base militar de EE.UU. en Irak, han revelado que la energía viaja de una gran variedad de formas. Parte de esta energía viaja a lo largo de la interfaz entre la tierra y el cielo en pares de ondas, una a través del subsuelo poco profundo y otra por el aire justo por encima del suelo.
Este emparejamiento podría permitir que las ondas se alimenten entre sí, 'difuminando' la energía y obligando al dúo a viajar a una velocidad intermedia, que es lenta para la onda de superficie pero rápida para la onda aérea, comentó a Nacional Geographic Joshua Carmichael, del Laboratorio Nacional de Los Álamos.
"La naturaleza está conspirando para hacer que las señales viajen de tal manera que no podamos decir si son acústicas o sísmicas", dice Carmichael.
No obstante, los científicos señalan que aún pueden equivocarse en sus teorías y todavía queda mucho por investigar, pero aseguran que estudiar estos eventos es útil para la ciencia y puede ayudar a los investigadores a discernir más fácilmente lo ordinario de lo extraordinario.