El celular de Carlos Palacios, piloto de avión desde hace 36 años, está a punto de sonar, aunque él aún no lo sabe: son las tres de la mañana de un martes y duerme profundamente junto a su esposa en su casa de Ituzaingó, provincia de Buenos Aires (Argentina). La parsimonia del hogar se acopla con la tranquilidad de afuera: no hay autos que circulen con ruidos estrambóticos, ni barullos de adolescentes con insomnio. Es una noche apacible de octubre en la zona oeste del Conurbano bonaerense.
Pero cuando el dispositivo móvil suene desde una mesita a la par de la cama, e ilumine la frente amplia de Carlos, el piloto ya sabrá de quién se trata. Descartará de inmediato números equivocados o familiares en apuros. Atenderá el llamado con voz ronca y confirmará, con el mismo tenor, que irá "en camino" al aeropuerto. Se colocará prolijamente su uniforme de aviación negro e intentará, sin éxito alguno, no despertar a su esposa, que adivinará lo que ocurre desde la cama y con gestos adormecidos le dirá lo de siempre —"suerte"— y le exigirá un beso de despedida en el mismo momento.
El aviador, a esa altura, sabe que por delante no tendrá un vuelo más; que la continuidad de una vida depende del operativo aeronáutico que realice esta noche y que, al finalizar la hazaña, y si es que tuvo éxito, volverá a su casa con el pecho inflado de orgullo. Entonces, a las tres de la mañana, en medio de la oscuridad y el silencio, su celular se ilumina con una llamada: "Carlos, hay que llevar un corazón a la provincia de Córdoba para un trasplante urgente. Tenemos 4 horas", le ordenan del otro lado.

En Argentina, la donación y el traslado de órganos con el fin de realizar trasplantes en diferentes puntos del país está gestionado por el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI), que depende de la Secretaría de Salud. El organismo es el máximo responsable de regular la actividad y garantizar su correcto funcionamiento en cada centro médico.
En lo que va del año, ya se efectuaron 885 procesos de donación que permitieron que 1.640 personas en lista de espera recibieran un corazón, un pulmón u otras piezas vitales del cuerpo. Además, según los propios números del organismo, Argentina alcanzó la tasa de 20 donantes por millón de habitantes, la más alta de la historia del país hasta el momento. Esta cifra, se acerca por primera vez a la del promedio anual de donantes de países pertenecientes a la Unión Europea y también a la de Australia, regiones líderes en este tipo de operaciones médicas.
Pero los envíos, o búsquedas, de órganos urgentes desde un punto a otro del país se llevan a cabo —en su mayoría—, a través de gestiones comerciales con aerolíneas privadas, que no dependen exclusivamente del ente estatal. De esta manera, comandados por pilotos ajenos al sistema de salud público, aunque con gran experiencia en la aviación profesional, los vuelos son coordinados por el INCUCAI y ejecutados por diversas compañías aéreas.
Los vuelos en primera persona
"Saber que le estás llevando vida a otra persona te hace sentir especial", admite Carlos Palacios, gerente de operaciones de la compañía de vuelos privados Royal Class. La empresa, ubicada en el aeropuerto 'Jorge Newbery' de la Ciudad de Buenos Aires, cuenta con una flota de naves cuyo modelo se asocia a jets privados, que, por su tamaño, suelen alcanzar mayores velocidades que los aviones convencionales. Allí, entre asientos revestidos con un cuero elegante, y con un mini-bar (sin alcohol) en su interior, los órganos son trasladados junto a un equipo médico especializado.
Palacios es el máximo responsable de la seguridad operacional de la empresa y, a su vez, también continúa volando. Por lo general, el servicio es utilizado por ejecutivos de grandes compañías, apresurados por cerrar tratos millonarios. Pero por las noches, los finos portafolios se transforman en pequeñas incubadoras con pulmones, corazones e incluso córneas para los ojos.
"La carga emotiva es muy alta", retoma el piloto, "hay una familia que te está esperando a que llegues en la otra punta del país lo más pronto posible. La adrenalina de esa responsabilidad, y lo que se vive en la nave junto a los médicos, hace que cada viaje sea diferente para un piloto", admite Palacios.

A los 61 años, y con 36 de servicio, el aviador recuerda la primera vez que llevó un órgano del INCUCAI. Era el año 2003 y le tocó trasladar el elemento más sensible del cuerpo humano: el corazón. "Hablaba todo el tiempo con mi copiloto y le decía 'mirá lo que estamos haciendo. Esto es único'", rememora el conductor. Y agrega: "Son imágenes que te quedan para toda la vida".
Pero también, hay postales que Carlos preferiría olvidar: hace unos años, tras recibir un llamado por un traslado urgente, y mientras llegaba con su auto desde su hogar al aeropuerto, su vehículo fue demorado por manifestantes que bloqueaban una calle. Les exigió a los gritos que lo dejaran pasar porque "había una vida en juego". Pero no hubo caso. "Esa noche no llegué", cuenta Carlos.
'No llegar', significa que la donación no se llevó a cabo y que el órgano, finalmente, quedó sin destinatario posible. Cada pieza vital, luego de que se extrae del cuerpo, posee solo unas horas de vida útil. El corazón, por ejemplo, tiene cuatro horas para llegar al donante. Los pulmones, como las corneas de ojo, cinco. Con este escenario, la logística cumple un rol central para efectuar con éxito la operación.

"Hay factores externos que pueden ocurrir y superan a todos los equipos que participan en esto", explica el piloto. "Por suerte, no ocurren con frecuencia y todos los vuelos cumplen su misión", agrega. Pero hay una escena que a Palacios le gustaría vivir antes de su retiro: compartir un momento con la persona a la que le llevó el trasplante. "No sabemos quiénes son los donantes o los receptores. Tampoco lo preguntamos, pero sería lindo el encuentro", admite.
"Estos traslados hacen que la muerte tenga sentido"
Miguel Levi, piloto y dueño la empresa Royal Class, ostenta un récord particular: en 2018 realizó el vuelo de INCUCAI más largo de la historia. "Fueron 14 horas, con paradas en el medio. Lo máximo permitido para un conductor", aclara. Ese vuelo requirió de la participación de equipos médicos especiales que se encontraban en distintas provincias del país, por lo que Levi debió recogerlos primero, antes de buscar el órgano y llevarlos luego hacia el hospital donde se encontraba el donante.
"Cuando te estas aproximando, y venís dentro de las nubes, deseas con un interés particular alcanzar a ver la pista de aterrizaje", admite el empresario. "La muerte cobra sentido cuando ves a la ambulancia llevarse la incubadora con los médicos desde la pista", refuerza.
Si eventualmente hay mucho transito de aviones al momento de un traslado, una sola palabra le vasta a los controladores aéreos para darle prioridad a las naves de la compañía: INCUCAI. "Se genera una sensación mística. Las miradas son distintas. Todo pasa a ser distinto", resume Levi. El piloto afirma que todos los equipos que participan del operativo sienten que no es un vuelo más: "Desde el coordinador que recibe la llamada del INCUCAI pidiendo un traslado, hasta los que preparan la nave en el hangar para el piloto y los médicos, todos ellos lo toman con una responsabilidad diferente".

El dueño de Royal Class puntualiza que, a partir de Ley Justina, hubo un incremento "notable" en la donación de órganos en el país: "Fue un cambio rotundo. Antes de que se promulgue la ley, el año pasado, ya habíamos aumentado la frecuencia de vuelos. Hoy realizamos 60 traslados mensuales".
La Ley Justina
En 2018 la 'Ley Justina', en homenaje a Justina Lo Cane, una niña de 12 años que falleció por no recibir a tiempo un trasplante de corazón, ingresó al Congreso Nacional. La normativa, promulgada a comienzos de este año, convirtió a todas las personas en donantes de órganos de forma automática, salvo que estipulen lo contrario de manera escrita, antes de su muerte.
Mariano Glitz, doctor y coordinador operativo en la dirección médica del INCUCAI, recuerda el tratamiento que tuvo la ley y que, gracias a ella, se duplicaron las donaciones en Argentina: "Participamos de la confección de la ley para darle forma", explica. "Nuestra institución tiene 40 años de experiencia, por lo que podíamos aportar una perspectiva mayor de la actividad y, por suerte, se pudo lograr", recuerda Glitz.
El especialista médico detalla el procedimiento al momento que se detecta un paciente como posible donante: "La persona siempre se encuentra en terapia intensiva, donde el médico encargado de esa sala da aviso a nuestro organismo de su situación", explica. Pero hace una salvedad: "El paciente debe tener muerte encefálica, es decir, el paro circular del cerebro para realizar la operación". El resto de los órganos en esa situación, precisa el médico, se encuentran funcionando "artificialmente", gracias que se mantienen activos con el oxígeno de un respirador.

A partir de ese instante, se comienza con la distribución de órganos. El INCUCAI cuenta con un sistema integral, en el cual están inscritos todos los pacientes receptores de una donación a lo largo del país. El sistema, además, determina en una lista la compatibilidad de aquellas personas con el posible órgano disponible. En caso de que exista una vinculación positiva, se procede con el operativo. Se comunican, primero, con el hospital donde recibirán —por ejemplo—, un corazón o pulmón, para que alisten la sala quirúrgica junto al paciente. Luego, se gestiona el vuelo con las distintas compañías aéreas.
"Intervienen muchas personas en el proceso, pero todas dotadas de gran profesionalidad y eso es lo fundamental", advierte el doctor. Pero hay un detalle que Glitz no le encuentra explicación en relación a los vuelos: "Hacemos traslados durante todo el día, pero por la noche son mucho más frecuentes. No sabemos por qué", confiesa.
Son las diez de la mañana de un miércoles y Carlos Palacios vuelve a su hogar en su auto desde el aeropuerto 'Jorge Newbery', satisfecho por su misión: acaba de entregar con éxito el corazón en la provincia de Córdoba, al norte del país. Prende el estéreo y coloca a todo volumen su banda favorita de rock 'Sulstans of Swing'. La hazaña lo dejó extenuado y quiere relajarse, aunque sabe que su celular podría volver a sonar esta misma noche.
Facundo Lo Duca
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