Tango Queer, el arte de separar el género de los roles al momento de bailar la danza rioplantense
"Tango Queer no presupone la orientación sexual de quienes bailan, ni su gusto por ocupar un rol u otro a la hora de bailar tango": así dice el manifiesto de esta forma de danzar la música típica del Río de La Plata. "Bailar tango queer es apropiarse de algo que históricamente te dejaba afuera", dijo a RT Mariana Docampo, una de las impulsoras de la disciplina.
Del 13 al 17 de noviembre, como desde 2006, en Buenos Aires hay un festival internacional de Tango Queer. Llegan de todas partes del mundo a tomar talleres, bailar en milongas, mirar shows y conocerse todos aquellos que alguna vez se preguntaron: ¿Qué tiene que ver 'ser varón' con cumplir un rol en una danza? ¿Qué es 'ser varón'? ¿Qué es 'ser mujer'? ¿Por qué una mujer no podría llevar adelante la tarea de guiar? ¿Por qué las parejas de baile habrían de seguir siendo solo heterosexuales si en la sociedad se lucha por la diversidad?
Todas estas dudas, Docampo las tuvo hace más de veinte años. Empezó bailando de milonguera, el tango tradicional, ese que dice que la dinámica es que el hombre va 'marcando' los pasos y ella responde. "Pasados cuatro años, más o menos, sentí la necesidad de guiar y bailar con chicas porque tenía más que ver conmigo", contó Docampo. Pero le tocaba el rol de la que reacciona, no sabía conducir. En realidad, las mujeres en general "no sabían conducir". Porque nadie les enseñaba.
Entonces ella decidió aprender, como fuera. "Empecé a tomar clases de rol de guiar: iba y pedía, sucedía por un tiempo y se diluía. Tenía que pelearla", relató. Y poco a poco pudo ir rebelándose ante esas definiciones tan estrictas. "Antes ni siquiera se hablaba de roles. Justamente toda la movida queer tuvo que ver con separar el rol del género", reflexionó Docampo, que además de bailarina es licenciada en letras y escribió un libro sobre esta temática.
Su libro es justamente "el relato en primera persona de quien creó un ámbito de baile que movilizó las estructuras prácticas y simbólicas del tango, en un contexto de transformaciones sociales y culturales bisagra en torno a las disidencias de género y sexuales".
Desde que Ocampo empezó a tomar clases para guiar hasta ahora pasaron dos décadas. En el medio, particularmente en Argentina se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. En los últimos años, además, llegó el 'Ni una menos' y la 'marea verde', dos consignas que pusieron al feminismo, las mujeres e identidades LGTB+ en las calles.
"Antes no había tanta sororidad, había esa necesidad de separar la lesbiana y la heterosexual, había necesidad de diferenciarse, es como si fueran luchas aparte", recordó Docampo. En cambio ahora "hay algo de una alianza entre mujeres que ayuda".
Cuando Docampo empezó a abrir espacios de tango queer no existía ninguno. Ahora ya hay otras iniciativas como el Movimiento Feminista del Tango, por ejemplo. Desde esa organización lanzaron un 'protocolo para milongas' con el objetivo de erradicar el machismo. Con ese documento, buscan "fomentar mensajes que no refuercen estereotipos y valores sexistas degradantes, incluir orquestas mixtas con igualdad de cupo, desterrar la teoría tradicional de los "roles" del tango, promover el "diálogo de pares" como espíritu de la danza y alentar el baile social", entre otras cosas.
Pero, ¿hay forma de desterrar el poder de la danza? ¿O el poder siempre lo tiene quien conduce, independientemente de quien ocupe el rol? Las preguntas no tienen una respuesta unívoca. Para Docampo, si bien es cierto que el rol de conductor da poder porque es quien más información tiene y quien más decisiones toma, "en la medida en que lo puede ocupar cualquiera, el poder se diluye".
Julia Muriel Dominzain
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