Desaparece la ambientalista Irma Galindo tras reportar amenazas en el estado mexicano de Oaxaca
La activista y ecologista Irma Galindo fue reportada como desaparecida desde hace una semana, tras haber denunciado amenazas en su contra en la comunidad del municipio de San Esteban Atatlahuca, en el estado mexicano de Oaxaca.
Galindo, de 36 años, fue vista por última vez el 10 de noviembre cuando estuvo en el pueblo de Ndoyocoyo y, posteriormente, se retiró a su vivienda en Buena Vista Totoy.
De acuerdo con amigos y familiares que reportaron la desaparición de la activista, Galindo denunció en las semanas previas que había sido agredida por taladores clandestinos, denunciados por ella ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), en Oaxaca.
Además, a finales de octubre, la activista reportó en sus redes sociales haber recibido amenazas en su contra.
"Desde hace días mis propios vecinos me dijeron que vendrán por mí, sabe quién", escribió el pasado 27 de octubre. "Como sea, no conozco el miedo", señaló tras denunciar la existencia de tensiones con el comisariado ejidal de su localidad y el alcalde de San Esteban Atatlahuca.
Días antes de ser vista por última vez, el 8 de noviembre, Galindo publicó otro mensaje en redes, en el que hablaba de un clima de tensión y violencia en la zona ante la intención de algunas comunidades de defender el territorio.
Desde 2017, la activista había tenido problemas con varios funcionarios públicos por denunciar la tala ilegal del bosque en la zona comunal de Yozo Tiza’a y sus alrededores.
Ambientalistas asesinados en México
Hasta octubre de 2019, la organización no gubernamental Amnistía Internacional había documentado el asesinato de al menos 12 ambientalistas mexicanos.
México fue uno de los 10 países –junto con Guatemala, Brasil y Colombia– con mayor violencia contra defensores ecologistas el año pasado.
A nivel global, el sector de la minería es el que más muertes de ambientalistas ha ocasionado, aunque los conflictos por el acceso al agua han aumentado en los últimos años, mientras que se han mantenido los ataques impulsados por los agronegocios, la tala y la energía hidroeléctrica, según datos de Global Witness.