Las autoridades de China confirmaron este 22 de enero que ya hay nueve muertos por la neumonía que les provocó un nuevo coronavirus. Médicos chinos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) primero indicaron que lo más probablemente era que se contrajera por el contacto con animales, pero posteriormente determinaron que se podía transmitir entre humanos si existían contactos estrechos.
Este brote estaría vinculado a un mercado de Wuhan (provincia de Hubei), dado que muchos pacientes eran vendedores o clientes habituales de ese lugar. Medios locales indicaron que la gran mayoría de los infectados, que ya son 440, se encontraban en Hubei, pero también había afectados en Pekín o Shanghái y se detectaron algunos casos en personas procedentes de territorio chino en Japón, Tailandia, Corea del Sur y Estados Unidos.
Neumonía: el peligro principal
La neumonía atribuida al nuevo coronavirus no destaca por provocar síntomas especiales: los enfermos tienen fiebre, mientras que algunos sufren dificultades para respirar y sus radiografías muestran cambios en los pulmones.
Esta enfermedad de origen vírico no se cura con antibióticos y su tratamiento es sintomático, sin enfocarse en la etiología del mal.
La OMS aún evalúa la gravedad de la situación y no recomienda que quienes viajen a China tomen medidas específicas y se pronuncia en contra de restringir las visitas a ese país asiático, con lo cual aún no se trata de una epidemia.
¿Por qué es tan grave?
Como en otras enfermedades provocadas por virus, no existe ningún medicamento específico que acabe con la causa principal y es el propio sistema inmunológico humano el que debe combatir ese microorganismo: los tratamientos existentes solo ayudan a aliviar los síntomas.
Cuando padecemos enfermedades víricas leves, como resfriados o gripes comunes, nos solemos recuperar por los esfuerzos de nuestro propio organismo y un tratamiento sintomático. Sin embargo, algunos virus son mucho más potentes y generan complicaciones de diversa consideración que pueden derivar en fallecimientos, como sucedió durante el brote del ébola y se observa en algunos casos de este nuevo coronavirus.
¿Hay cura contra los coronavirus?
Ciertas vacunas protegen contra algunos virus, pero no ante infecciones provocadas por un coronavirus humano. Por lo general, en situaciones así los médicos aconsejan un tratamiento parecido al de la gripe: guardar reposo, tomar muchos líquidos y medicinas específicas para los dolores de garganta y la fiebre.
Sin embargo, entre humanos solo nos circula una parte pequeña de los coronavirus que existen, ya que la mayoría solo están presentes en animales. Así, el mortífero síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés) fue provocado por virus de dromedarios, mientras que el origen del síndrome respiratorio agudo grave o la neumonía atípica fue el SARS Co-V que portaban unos felinos llamados civetas.
En el caso de la neumonía atípica por el coronavirus SARS Co-V, los inhibidores de la proteasa lopinavir y ritonavir mostraron cierta actividad antiviral y el interferón alfa y beta también ofreció algunos efectos positivos, pero los datos sobre su eficacia son limitados.
¿Para qué sirven los medicamentos antivirales?
En todo caso, los medicamentos que luchan contra un virus suprimen su replicación e impiden que se reproduzca en células sanas, pero no lo erradican del organismo.
Si se trata de un virus de la gripe, fármacos como oseltamivir, zanamivir, amantadina o rimantadina ayudan a detener su propagación y, de esta manera, alivian los síntomas y reducen la duración de la enfermedad.
En el caso del VIH, el objetivo de la terapia antirretroviral es prevenir la reproducción del virus y reducir su presencia en la sangre para minimizar las posibilidades de que se transmita a otras personas, pero ni mata a esos organismos ni cura a los afectados.