La escritora Beatriz Gutiérrez Müller quedó envuelta en una polémica luego de que, en cuestión de horas, pasara del respaldo a la crítica del Paro Nacional de Mujeres convocado por organizaciones feministas en repudio a las políticas de su esposo, el presidente Andrés Manuel López Obrador, contra la violencia de género.
Gutiérrez Müller publicó en sus redes sociales el llamado a la inédita huelga que lleva el lema "Un día sin mujeres", y que se realizará un día después de las masivas manifestaciones por el Día Internacional de las Mujeres.
La propuesta de las activistas es que el 8 de marzo miles de mujeres salgan a las calles, y que al otro día ninguna trabaje en la casa ni en el hogar, para visibilizar así la importancia de las labores que ejercen con y sin salario.
El apoyo de Gutiérrez Müller a las feministas, que fue acompañado por la frase: "¿qué harían sin nosotras?", generó un debate porque se sumaba así a las críticas del movimiento de mujeres contra su esposo, quien en las últimas semanas ha enfrentado una crisis política por su reacción a los femicidios y a las violencias que padecen las mexicanas en general.
Sin embargo, horas más tarde, la académica también promovió la respuesta de los simpatizantes de López Obrador que convocaron "no al paro nacional" y a trabajar para que el país cuente "un día más con nosotras".
Al publicar ambas movilizaciones, Gutiérrez Müller no dejó en claro cuál es su posición, lo que le granjeó críticas en redes sociales y en medios de comunicación.
Sin "primera dama"
Cuando López Obrador comenzó a gobernar, ella se convirtió en un ícono feminista gracias a que se negó a ejercer como "primera dama", un cargo teñido de estereotipos de género, y continuó con su trabajo académico.
De acuerdo con datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en México cada día son asesinadas diez mujeres, pero solo algunos casos logran alterar la agenda pública.
Eso ocurrió el 8 de febrero, cuando Ingrid Escamilla, una joven de 25 años, fue asesinada en la Ciudad de México. Su pareja, Érick Francisco, la apuñaló en el cuello, la desolló de la cabeza a las piernas, le extirpó algunos órganos y los tiró al inodoro. El hijo del asesino, un adolescente autista de 15 años, presenció el crimen. La Policía filtró fotos del cuerpo y varios medios las publicaron.
Las protestas feministas estallaron y se recrudecieron una semana más tarde ante el hallazgo del cuerpo de Fátima, una niña de siete años que había desaparecido al salir de la escuela. Su cuerpo fue encontrado en una bolsa y tenía signos de tortura.
En ese momento, el gobierno estaba envuelto en una polémica por la propuesta del fiscal general Alejandro Gertz Manero de eliminar la tipificación de "feminicidio" para calificarlo como "homicidio agravado". La intención, según él, era mejorar la investigación e impartición de justicia, pero organizaciones feministas advirtieron que ello eliminaba el componente de género en el asesinato.
El presidente rechazó la iniciativa, pero se molestó durante una conferencia de prensa porque los femicidios iban a ser la nota principal en lugar de la rifa del avión presidencial que quería promover. "No quiero que el tema sea nada más lo del feminicidio, ya está muy claro", dijo, lo que sorprendió e irritó a feministas.
Luego, ante las movilizaciones, el presidente respondió con un decálogo contra la violencia a las mujeres en el que proponía: "proteger la vida de todos los seres humanos", "es una cobardía agredir a la mujer", "se tiene que respetar a las mujeres" y "castigar a los culpables", pero sin definir estrategias, políticas y objetivos concretos.
Cuando fue cuestionado sobre las medidas que tomará para frenar la violencia de género, el presidente habló de "una crisis profunda de valores" y "decadencia", y advirtió que "sólo siendo buenos podemos ser felices". Convocó "a seguir moralizando, purificando la vida pública" y culpó de los femicidios al neoliberalismo, pero, otra vez, no explicó si tenía un proyecto específico para enfrentar las violencias machistas.
El movimiento feminista se indignó aún más cuando López Obrador les pidió que ya no pintaran puertas y paredes del Palacio Nacional y que se manifestaran de manera pacífica, a lo que respondieron con más pintas y con el llamado al Paro Nacional de Mujeres, que el presidente y sus seguidores descalificaron como una estrategia de "la derecha" que quiere afectar a su gobierno.