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Las villas argentinas, sin servicios básicos y con hacinamiento: cuando el coronavirus demuestra que entiende de clases

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Las carencias estructurales dificultan el cumplimiento del aislamiento social en los barrios populares de Buenos Aires. Infectólogos le cuentan a RT que la situación será muy difícil de controlar.
Las villas argentinas, sin servicios básicos y con hacinamiento: cuando el coronavirus demuestra que entiende de clases

Si se lo compara con otros países, por ahora, las medidas preventivas aplicadas en Argentina para contener la pandemia del coronavirus están dando buenos resultados. Sin embargo, en las últimas semanas se registraron casos confirmados de covid-19 en villas de la Ciudad de Buenos Aires, y los contagios aumentan rápidamente. En ese marco, se teme la generación de focos infecciosos en los barrios vulnerables y que la situación se salga de control. 

Muchas de estas zonas humildes de la capital se caracterizan por la inexistencia de servicios básicos, falta de limpieza y el hacinamiento en que viven miles de familias: "Cualquier situación que genere condiciones de acercamiento físico permite más transmisión", le dice a este medio el presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), Omar Sued. "Eso pasa en circunstancias donde no se pueda controlar la distancia y el movimiento social", añade.

Es que, respetar la separación de las personas en los angostos pasillos villeros, donde no caben las ambulancias ni mucho menos camiones recolectores de residuos, parece una misión imposible. Y vivir en un solo ambiente con muchos familiares, donde un infectado podría contagiar fácilmente a sus allegados, presenta un escenario frágil para afrontar el brote global.

Martín Hojman, médico infectólogo del Hospital Rivadavia de la Ciudad de Buenos Aires
Martín Hojman, médico infectólogo del Hospital Rivadavia de la Ciudad de Buenos Aires
Todas las enfermedades infecciosas tienen más incidencia y mayor peligrosidad en las poblaciones carenciadas

La situación se está volviendo crítica, y pone sobre la mesa todos los problemas estructurales preexistentes en la vida de los postergados de siempre. Martín Hojman, médico infectólogo del Hospital Rivadavia —donde se atienden vecinos de la Villa 31 afectados por el coronavirus— señala que el avance de la pandemia en estos sectores "se veía venir".

Desde su perspectiva, en ese contexto no se puede garantizar el aislamiento social de los habitantes. "Va a ser muy difícil controlar que los contagios no se sigan multiplicando porque, más allá de esfuerzos para aislar los casos positivos, el virus tiene circulación comunitaria", alerta el experto. Y suma: "Estos lugares crean las situaciones más favorables para la transmisión viral".   

En aquel centro de salud ubicado en el turístico barrio de Recoleta, todos los internados por coronavirus son de la villa. Al respecto, Hojman advierte que "muchos se rehúsan a ser atendidos, por temor a la discriminación". También señala que se viralizaron los nombres de algunos pacientes: "Una mujer tenía miedo que le prendan fuego la casa, porque ya la habían amenazado diciéndole que se fuera de la zona. Sabían que estaba internada".  

Este martes, el Ministerio de Salud de la nación junto a las autoridades sanitarias de Buenos Aires fueron al territorio para identificar a las personas que tuvieron contacto estrecho con los afectados, y registraron nuevos contagios. Las tareas estatales fueron criticadas por su tardanza, y porque no se extendieron a todo el barrio. Con esos testeos, los ciudadanos que tienen la enfermedad deben ser retirados del lugar, ya que allí no se pueden cumplir las disposiciones de aislamiento: "La ciudad tiene clubes y hoteles destinados a dicho efecto, pero esa capacidad es limitada. Esperemos que no pase, pero en algún momento eso puede quedar excedido y sería de muy difícil manejo". 

Aunque la situación todavía no está fuera de control, los nosocomios también tienen cupos reducidos. La atención se torna compleja porque los pacientes recuperados no pueden volver al hacinamiento de la 31, ya que deben estar en soledad los siguientes 14 días. "Entonces, tienen que permanecer internados, afectando la capacidad de los hospitales", describe el entrevistado. Obviamente, los vecinos no tienen la culpa. 

Desde un enfoque social, Hojman destaca que "todas las enfermedades infecciosas tienen más incidencia y mayor peligrosidad en las poblaciones carenciadas". Sobre ello, el especialista confirma que "las condiciones de higiene y nutrición tienen mucho que ver", sumado a convivir apretados. Por otro lado, si se desatan brotes en alguna villa, eso representaría un riesgo para toda la ciudad y sus alrededores, más allá de los residentes de esos barrios puntuales. Al respecto, puntualiza: "Hay que tener cuidado con la estigmatización"

Muchas veces, los vecinos son discriminados por los lugares donde viven, y si el imaginario colectivo relaciona al coronavirus con estos sitios, podría sumarse otra brecha social mayor. En Argentina, no son pocas las personas que usan el término 'villero' a modo de insulto. 

"La pandemia está demostrando las deficiencias que tuvimos por años", dice Hojman. Y finaliza: "Ahora está en evidencia porque representa un riesgo para el resto, pero, es hora de pensar de un modo más solidario, y no darnos cuenta que las cosas existen solo cuando nos ponen en peligro a nosotros". Así, el entrevistado desea que el contexto de emergencia sanitaria sirva para entender que todos los ciudadanos deben tener una vivienda digna, servicios básicos y salud garantizada. 

Ello no debería ser opcional: son compromisos asumidos en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) de las Naciones Unidas, que en Argentina tiene jerarquía constitucional. Se supone que es inviolable, o algo así. 

Estado de situación en los barrios populares

"Hemos tenido casos en prácticamente todas las villas de la ciudad", expresó el martes el ministro de Salud capitalino, Fernán Quirós. Según el reporte del 7 de mayo, de los 2.081 infectados confirmados en toda la ciudad, 410 pertenecen a los sectores vulnerables, con seis muertes. El número parece pequeño, pero en verdad es un problema que recién está comenzando: el miércoles, el Ministerio reportó 82 contagios nuevos, pero 64 de ellos eran de las villas. Es decir, en las zonas humildes el coronavirus se expande en proporciones mucho mayores que en el resto de Buenos Aires. 

El dato es alarmante porque la Villa 31 tuvo su primer contagio el 21 de abril, y en solo 12 días ya había al menos 107 enfermos. Ahora, acumula más de la mitad de los casos reportados en territorios carenciados. La segunda más involucrada es la Villa 1.11.14, a metros de la cancha de San Lorenzo. Así, las circunscripciones donde se ubican estas zonas populares, Retiro y Flores, respectivamente, son las áreas de la capital con mayor incidencia del virus por cada 100.000 habitantes. 

"No hay un protocolo específico del Gobierno de la Ciudad para los barrios populares", se queja Manuel Alonso, un militante del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) que colabora en la 1.11.14. Allí se estima que viven unas 50.000 personas, y hasta el 5 de mayo se contabilizaban más de 70 contagios. Sobre ello, el joven critica que no se realizan seguimientos sobre el entorno de los casos positivos: "Algunos rompen el aislamiento porque nadie los llama para informarles que estuvieron en contacto con un infectado confirmado".

En esa línea, dice que por las noches no funciona el sistema de traslados hacia los hospitales. Si un caso de coronavirus se complica, algún vecino u organización social debe llevar al enfermo en un vehículo particular, "corriendo el riesgo de contagiarse". Pero, el virus es uno de los otros tantos problema que tiene la villa: "Conflictos de suministro eléctrico, manzanas sin agua potable y aprietes de la Gendarmería a vecinos que salen en busca de agua", son cuestiones que forman parte de la vida cotidiana. Y el hambre también: "Al 20 de marzo, cuando empezó la cuarentena, en nuestros cuatro comedores estábamos cocinando para 600 personas. Hoy lo hacemos para 1.500". 

En la Villa 31 el panorama es desolador: "Los hospitales de la ciudad no dan abasto, a veces no pueden atender a los vecinos y los mandan a las casas", remarca Lorenzo Martelli, referente del FOL en la zona. A esa situación se suma que casi todo el lugar tiene problemas con el agua potable, o directamente no tiene. Y en el contexto de pandemia, no poder higienizarse agrava la situación. Al respecto, el militante recuerda que los primeros días de la crisis fueron caóticos: "Muchos iban con baldes y bidones a buscar agua, y eso generaba reuniones entre un montón de personas". 

Martelli coincide en que la pandemia "saca a la luz los problemas de infraestructura que tiene el barrio hace 70 años". Para él, la atención mediática por la crisis sanitaria produjo que el Gobierno colocara un mecanismo cisterna para brindar agua, "pero es precario e insuficiente". Obviamente, no puede entrar a la villa, porque es más ancho que sus callecitas.

Así, mientras miles de familias continúan sin agua, se espera que el Ejecutivo porteño en las próximas horas diseñe un sistema para abastecer a las personas, pero no por decisión propia: tras un amparo colectivo, la Justicia citadina le ordenó a las autoridades de Buenos Aires aumentar la cantidad de agua otorgada —con valores entre 150 y 250 litros al día por cada habitante— y elaborar un plan de contingencia "ante posibles emergencias sanitarias", para asegurar el suministro a todos los sectores de las villas. 

De hecho, la ONU reconoce el derecho humano al agua y al saneamiento desde el 28 de julio del 2010, y Argentina es uno de los 122 países que votaron a favor de la resolución. Para Martelli, el problema pasa por otro lado: "Te consideran un ciudadano de segunda".

Leandro Lutzky

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