Mientras Latinoamérica se afianza como nuevo epicentro de la pandemia de coronavirus a nivel mundial, con más de 920.000 casos y por encima de las 50.000 muertes, solo tres países entre los 33 que componen la región han iniciado su camino hacia la llamada 'nueva normalidad'. Uno de ellos, es Uruguay.
Los primeros pacientes detectados en la nación oriental fueron confirmados el 13 de marzo, tan solo 12 días después de la asunción del nuevo presidente, Luis Lacalle Pou, el líder del conservador Partido Nacional.
Hoy día, Uruguay contabiliza 826 infectados en total, de los cuales 112 están activos y 691 se han recuperado. Hasta el momento, fueron confirmadas 23 muertes. Con algo más de 3,5 millones de habitantes, la tasa de letalidad es de 0,6 cada 100.000.
Más allá de que la cantidad de habitantes es mucho menor que la de sus vecinos de Argentina (44,5 millones) y Brasil (209,5 millones), el impacto de la pandemia ha sido notablemente menor. Y este miércoles, fue el primer día sin tests positivos desde que comenzó la crisis sanitaria.
Estos avances le permitieron a las autoridades uruguayas comenzar a retomar actividades que en la mayor parte de América Latina están suspendidas. Así, el país se convirtió en el primero de la región en reiniciar las clases: desde el 1 de junio, 80.000 estudiantes pudieron volver a las aulas en unos 600 centros educativos de primaria y secundaria. El regreso será paulatino y voluntario. En dos semanas, podrán retomar el ciclo lectivo otros 230.000 estudiantes, mientras que los 390.000 restantes podrán hacerlo a fin de mes.
Oficinas del Estado, comercios, industria y transporte, también retomaron las actividades a partir del 21 de mayo, bajo la condición de usar tapabocas y seguir el consejo de distanciamiento social, de dos metros entre cada persona. Incluso hubo lugar para la reactivación de pasatiempos culturales: en Montevideo, se instalaron dos autocines que ya están funcionando.
¿Cómo fue la gestión sanitaria del Gobierno de Lacalle Pou?
Apenas asumido, el Gobierno uruguayo debió enfrentar al virus que hoy tiene en vilo a todo el planeta, pero en especial, a la región. Tras la confirmación de los primeros positivos en marzo, la estrategia para evitar la proliferación de casos no fue ni tan estricta como en Argentina, ni tan laxa como la de Brasil, donde el presidente Jair Bolsonaro todavía minimizaba el drama sanitario calificándolo como una "gripecita".
El mismo 13 de marzo, Lacalle Pou declaró la emergencia sanitaria en todo el país, lo que significó la suspensión de clases, de eventos masivos y actividades no primordiales. Al mismo tiempo, y en coincidencia con sus países vecinos, se dispuso el cierre de las fronteras, permitiendo únicamente la repatriación de uruguayos en el exterior.
Sin embargo, las medidas no incluyeron la obligatoriedad de permanecer en confinamiento, sino que se exhortó a la población a hacer un uso de una "libertad responsable": "Si se toman los recaudos, si se aplica el distanciamiento social y se usa tapaboca, salir no está desaconsejado", afirmó el mandatario al anunciar las políticas que recomendaron sus asesores del Ministerio de Salud Pública. Eso sí, Lacalle llamó a la ciudadanía a "no aglomerar gente" y a "abstenerse de reuniones multitudinarias".
Paralelamente, el 'Fondo Coronavirus' creado por el Gobierno, implicó la reducción de los salarios más altos de los empleos públicos en un 20 %, para financiar la realización de tests, así como equipamientos e insumos necesarios, sobre todo para los prestadores de la salud pública.
"Compromiso y confiabilidad"
Jorge Facal es médico infectólogo y miembro del Comité de Gestión de Crisis del Ministerio de la Salud Pública, conformado por un grupo de especialistas que asesora al Gobierno de Uruguay respecto al seguimiento de la pandemia y las medidas sanitarias.
En diálogo con RT, Facal señala que una de las claves que posibilitaron mantener "bastante controlado" al virus en el país es el nivel de "compromiso" de la ciudadanía respecto a las recomendaciones, y, por otro lado, la "confianza" que generó en la sociedad la información oficial "precisa y constante" sobre lo que ocurría diariamente con el coronavirus.
"El aislamiento no fue obligatorio ni impuesto, sino un llamado a la responsabilidad. Y bajo esa modalidad, creo que se logró una mayor adherencia y compromiso de la ciudadanía del que se hubieran podido obtener con medidas impuestas de forma coercitiva", sostiene el profesional de la salud.
Por otra parte, Facal destaca que hubo una comunicación "muy fluida y muy directa" entre las autoridades de Gobierno y la población, con una declaración diaria del número de casos "certera", en la que -afirma- no hubo ningún desfase en cuanto a la veracidad de los datos.
"Eso logró un vínculo muy directo y confiable. Y estimuló a que la población, en forma voluntaria, cumpliera y acatara las medidas recomendadas. Los resultados están a la vista", opina el especialista.
A diferencia de Uruguay, los otros dos países que iniciaron el camino a la "nueva normalidad" en América Latina, Costa Rica y Paraguay, postergaron la vuelta a clases para julio y diciembre respectivamente.
"Los pasos hay que darlos"
Facal coincide con la evaluación del presidente respecto a que los riesgos que se corren con la medida son bajos. Sin embargo, remarca que en esto "no hay certezas absolutas".
"Uruguay está bien hoy, y no sabemos si podrá estar bien mañana. Pero los pasos hay que darlos. De la forma que se va a establecer, que la asistencia a las clases sea de forma progresiva y voluntaria, con turnos de menor duración, y de acuerdo a la situación epidemiológica actual, el riesgo parece ser menor. Pero todas las medidas son revisadas permanentemente y se van ajustando de acuerdo a la evolución", explica el médico.
Otro punto que diferencia a Uruguay de sus vecinos Argentina y Brasil es que en esos países el virus llegó a los barrios pobres, donde la expansión se da rápidamente por las condiciones de vida y el hacinamiento de las familias.
El asesor del Comité de Crisis del Ministerio de Salud Pública (MSP) señala que en su país el virus llegó por el aeropuerto de Carrasco, en Montevideo, el único internacional. Los primeros casos fueron de personas de nivel socioeconómico medio o alto, y se extendieron a partir de eventos de asistencia numerosa, como fue el de un casamiento, en el que hubo unos 44 contagios.
"Ese fue el brote inicial, pero la cantidad de test realizados y las medidas de aislamiento permitieron tener cierto control de la situación. La llegada a los barrios marginales, así como las residencias de ancianos, fue más demorada en el tiempo y más contenida. El sistema de salud está preparado para mitigar los problemas que pudieran surgir", concluyó Facal.