Cómo Australia mandó tropas para combatir contra unas aves y descubrió un enemigo invencible
En 1932 tuvo lugar una de las guerras más insólitas de la historia de la humanidad, la que libró el Ejército de Australia contra los emúes, unas grandes aves que resultaron ser más inteligentes de lo que creían los militares. Conocida como la Guerra del Emú, se desencadenó como una operación militar en la que el Ejército australiano empleó un gran número de proyectiles con poco éxito debido a la gran habilidad para organizarse que mostraron esas aves.
Sucedió a finales de año, cuando muchos veteranos de la Primera Guerra Mundial, convertidos en campesinos, se vieron obligados a trabajar sus tierras en condiciones deplorables. Además de tener que cultivar áreas de Australia Occidental donde la tierra era apenas utilizable, los veteranos tenían que lidiar con la caída en picado de los precios del trigo con el inicio de la Gran Depresión en 1929. Sus dificultades aumentaron con la llegada de hasta 20.000 emúes, cuyas rutas migratorias los llevan regularmente hacia la costa desde las regiones interiores del continente después de la época de cría. Las enormes aves descubrieron que las tierras cultivadas suponían un buen hábitat y consumieron y echaron a perder las cosechas.
Frente a esta adversidad, los agricultores solicitaron ayuda al Gobierno para que les concediera acceso a armas y municiones con el fin de deshacerse de la plaga. El ministro de Defensa, George Pearce, aceptó ayudarles y en octubre de 1932 inició un despliegue militar en los territorios donde hacían estragos los emúes, convencido de que la victoria sería rápida y fácil. La operación estuvo dirigida por el mayor Gwynydd Purves Wynne-Aubrey Meredith de la Séptima Batería Pesada de la Real Artillería Australiana, que tenía a su disposición dos ametralladoras Lewis y 10.000 cartuchos.
El 2 de noviembre los soldados realizaron su primer intento para acabar con la población de emúes, confiados de que no enfrentarían demasiadas dificultades. Cuando la unidad detectó una manada de emúes, compuesta por una cincuentena de ejemplares, el comandante ordenó el inicio del ataque. No obstante, las aves se dividieron en pequeños grupos y evitaron sufrir grandes bajas. Unos días después, una planeada emboscada resultó en un fracaso cuando una de las ametralladoras se atascó tras haber dado muerte a solo 12 aves. Un intento posterior de perseguir a los animales restantes en un camión tampoco tuvo éxito cuando se hizo evidente que el vehículo no podía seguir el ritmo de los emúes.
"Si tuviéramos una división militar que resistiera a las balas como estas aves podría enfrentarse a cualquier ejército del mundo. Pueden hacer frente a ametralladoras con la invulnerabilidad de los tanques", dijo Meredith a la prensa local en 1953.
Seis días después del primer combate, tras haber gastado unos 2.500 cartuchos, el Ejército solo había logrado matar a entre 50 y 500 emúes. Entonces el ministro de Defensa ordenó la retirada de los militares. Por su participación en el despliegue, Pearce obtuvo el título no oficial de 'ministro de la Guerra del Emú'.
No obstante, solo unos días después las aves reanudaron sus fechorías y la operación militar volvió a iniciarse para combatir a la grave amenaza agrícola. El Gobierno de Australia Occidental reanudó la operación, y Meredith de nuevo encabezó la ofensiva. Pronto lograron causar entre las filas del plumífero enemigo pérdidas de un centenar de 'efectivos' a la semana. Cuando el Ejército se retiró el 10 de diciembre, se estimaba que 986 emúes habían muerto en la batalla y que 2.500 lo hicieron posteriormente como consecuencia de las heridas. Para las tropas australianas, la operación se saldó con el gasto de 9.860 cartuchos.
Pero la Guerra del Emú no resolvió los problemas de los campesinos australianos, ya que años más tarde —en 1934, 1943 y 1948— tuvieron que volver a solicitar ayuda militar para reducir el número de aves. No obstante, en esas ocasiones sus peticiones no fueron satisfechas.
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