La circulación meridional de retorno del Atlántico, que lleva el calor desde los trópicos hasta el norte del océano, se está desacelerando en los últimos años, pero esta no es la única causa de una mancha de frío que se ha instalado al sur de Groenlandia e Islandia, según ha determinado un reciente estudio.
De año en año, esta región vivió una tendencia térmica contraria al calentamiento global y los científicos no encontraban una explicación convincente de por qué se estaba enfriando. Ahora, los cimatólogos estiman que este cambio, que se ha desarrollado durante décadas, acumula casi un grado con valor negativo (-0,9 ºC) respecto a los niveles preindustriales, mientras que la subida de la temperatura a nivel global se cifra en 1 ºC desde el siglo XIX.
Aunque las mediciones directas de la circulación meridional solo han estado disponibles desde el año 2004, varios estudios atribuyeron esta zona libre de calentamiento al descenso de la intensidad de dicho conjunto de corrientes en el Atlántico Norte. El investigador Paul Keil y otros del Instituto Max Planck para la Meteorología (Alemania) señalan dos causas adicionales de ese "agujero" térmico: el remolino subpolar y la retroalimentación de las nubes.
El denominado Grand Ensemble, un modelo climático desarrollado previamente por este instituto, ha demostrado que varios procesos atmosféricos redistribuyen los gases de efecto invernadero hacia fuera de la región, pero detrás de esta tendencia están los cambios en la circulación oceánica, estima el equipo.
La entrada del calor desde el sur se reduce efectivamente en latitudes altas y, al mismo tiempo, más calor es desplazado hacia afuera por la circulación del remolino subpolar. Además, las nubes "tienen un impacto pequeño pero perceptible" en el proceso: las hay cada vez en más cantidad y, producidas a medida que la superficie del mar se enfría, se sitúan a bajo nivel y reflejan más los rayos solares, algo que aumenta aún más el enfriamiento de la superficie.
Los detalles de esta investigación climatológica fueron publicados en la revista Nature Climate Change a finales de junio, en un artículo que apunta también a la gran inyección del agua dulce de los glaciares derretidos de Groenlandia. Este flujo puede prevenir el hundimiento del agua salada fría y, por consiguiente, debilitar la circulación en el océano. Asimismo, los autores no descartan también una influencia antropogénica en el fenómeno.
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