'Outsider', inexperto, delfín político, dictador. Varios de esos apelativos acompañaron el nombre del controvertido presidente de Haití, Jovenel Moïse, quien fue asesinado por un grupo armado la madrugada de este miércoles, mientras que su esposa, la primera dama Martine Moïse, resultó herida de bala.
Un comunicado del primer ministro, Claude Joseph, y las borrosas imágenes que se conocen de la operación que ejecutó el magnicidio, devolvieron a Haití al foco de los grandes medios, algo que no había logrado ni la sostenida crisis de violencia, ni las fuertes protestas contra el Gobierno, ni las dificultades económicas del país más pobre de América Latina.
El asesinato de Moïse marca ahora un nuevo punto de inflexión en un país que se ha acostumbrado a que la crisis sea su normalidad. Pero, ¿quién fue el político electo para gobernar Haití en el último lustro?
'Monsieur Banane'
Jovenel Moïse nació en Trou-du-Nord, en el noreste de Haití, en 1968. Hijo de una costurera y un agricultor, llegó a Puerto Príncipe en 1974 y allí se estableció hasta graduarse en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Quisqueya.
A mediados de los 90, empezó a manejar una plantación de banano con la ayuda de su esposa, Martine Joseph. En 2012, creó la empresa Agritrans para establecerla en la zona franca agrícola de Haití, con el objetivo de importar el producto principalmente a Alemania. Su salto a la política ocurrió en 2015, cuando el entonces expresidente Michel Martelly lo ungió como su delfín en el partido de centroderecha Tèt Kale.
La trayectoria de Moïse como empresario fue la clave de su campaña política, que emprendió con el apodo del "monsieur banane". Sin embargo, no faltaron las críticas por la presunta opacidad en el manejo de las finanzas de su propia compañía, que salpicaron a la élite empresarial e incluso al propio Martelly.
A pesar de su fama de 'outsider' porque no provenía de los sectores tradicionales de la política, el hecho de que los grupos empresariales financiaran su campaña a la presidencia fue algo que sus adversarios políticos no desaprovecharon para deslegitimar sus aspiraciones. El 25 de octubre de 2015, Moïse ganó la primera vuelta de los comicios presidenciales en el país caribeño.
Pero ese fue un triunfo agridulce. La inestabilidad política, la postergación de la segunda vuelta y las denuncias por fraude obligaron a anular el resultado de esos comicios y celebrar nuevas elecciones, a finales de 2016, en las que Moïse volvió a proclamarse como ganador de la presidencia, cargo que asumió finalmente el 7 de febrero de 2017.
"Hago un llamamiento a la juventud del país, a todos los haitianos que viven en el exterior, a todos los profesionales del país para que se comprometan a mi lado para poner al país de pie, porque Haití está de rodillas", dijo Moïse a su llegada al poder. Su imagen de empresario exitoso prometía levantar a un país asolado por la pobreza, la inestabilidad política, el intervencionismo, el descontento social y el expolio.
Promesas incumplidas
Salud, paz y orden fueron los tres compromisos suscritos por el Gobierno de Moïse a finales de 2016. En ese entonces, el país aún arrastraba el duro impacto del terremoto de 2010, que dejó más de 200.000 muertos; el peso de una crisis energética, que se fue agudizando ante la incapacidad estatal de pagar las millonarias deudas a los grandes proveedores de combustible; la presencia de grupos del crimen organizado dedicados al saqueo, robo, secuestro y extorsión de ciudadanos; una expectativa de vida que no llegaba a los 63 años; y una inflación superior al 12 % que resultaba insostenible para más del 60 % de la población que vivía en pobreza.
En los cuatro años y cinco meses que gobernó Haití, Moïse fue incapaz de "poner al país de pie", como prometió al iniciar su presidencia. En cambio, unos 500.000 haitianos se vieron forzados a migrar hacia República Dominicana, según aseguró el Gobierno de la nación vecina.
La crisis política, económica y social provocó un estallido en las principales ciudades del país, mientras que la recuperación del orden público que prometió Moïse quedó en una declaración hueca.
Para febrero de 2020, casi un tercio del territorio nacional estaba controlado por más de 150 pandillas armadas, que en ocasiones, tenían mejor armamento que las fuerzas de seguridad. La población civil quedó a merced de los grupos criminales en territorios inaccesibles para la Policía.
Los secuestros de civiles perpetrados por grupos armados, con el objetivo de obtener un rescate, crecieron de tal forma que el propio Moïse pidió apoyo a la población en enero de este año para combatir este flagelo.
La pandemia del covid-19 agudizó la falta de acceso a alimentos y agua potable en Haití. La Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estimó que en 2021 habría 4,4 millones de personas que padecerían inseguridad alimentaria, incluidos 1,9 millones de niños. En este contexto, la nación caribeña aún no ha dado inicio a la vacunación.
La fecha de la discordia
La escasa participación electoral en los comicios fue el caldo de cultivo para múltiples protestas contra Moïse, desde el inicio de su Gobierno.
No obstante, el descontento escaló debido a que el presidente aseguraba que su mandato terminaba en febrero de 2022 y no en 2021, como corresponde constitucionalmente. El argumento de Moïse era que había asumido el cargo un año después de su controvertida elección, pero la Carta Magna y el propio Poder Judicial determinaron que su período culminaba en febrero de este año.
Irónicamente, el argumento que el mandatario haitiano esgrimía para quedarse un año más en el poder no fue aplicado en el Parlamento. A principios de 2020, Moïse disolvió el Congreso alegando que ya había culminado el período para que había sido electo, por lo que él decidió seguir gobernando por decreto.
En respuesta, la oposición autoproclamó como presidente interino al magistrado de la Corte Suprema, Joseph Mécène Jean-Louis, quien después fue destituido por Moïse, aunque no tenía facultades constitucionales para hacerlo.
La pugna política derivó en acusaciones de autoritarismo en contra del mandatario haitiano quien, por su parte, denunció que había una conspiración de empresarios para perpetrar un golpe de Estado en su contra.
En concreto, Moïse señaló en febrero que "un pequeño grupo de oligarcas", perteneciente a la élite económica afectada por las decisiones de su Gobierno, quería perpetrar un golpe para "apoderarse" de Haití.