La renovación del gabinete peruano tras la salida de Guido Bellido: ¿giro de Pedro Castillo hacia el centro o táctica dilatoria?
El miércoles sucedió lo que llevaban demandando los poderes peruanos desde el inicio del Gobierno de Pedro Castillo: la sustitución de Guido Bellido, que hasta ayer se desempeñaba como jefe del Consejo de Ministros.
El suceso ocurrió solo dos meses después de haber sido nombrado y apenas un mes de haber conseguido en el Congreso un voto de confianza para dirigir el gabinete.
"Mi gobierno, en su compromiso por abordar prioritariamente los grandes problemas que tiene el país, como son la salud, el hambre, la pobreza, ha decidido tomar algunas decisiones en favor de la gobernabilidad (…) Es momento de poner al Perú por encima de toda ideología y posiciones partidarias", dijo Castillo al anunciar su decisión.
¿Por qué sucede esto? ¿Habría un giro hacia el centro por parte de Pedro Castillo o es una medida pragmática para bajar la presión política que tiene su gobierno?
Nueva primera ministra
Pocas horas después de la renuncia, Castillo nombró en el cargo a Mirtha Vásquez, una política progresista, ambientalista y feminista, actual parlamentaria del Frente Amplio.
Vásquez forma parte de la izquierda peruana –muy activa en la defensa de los derechos humanos y el ambiente– y es una política conocida, tradicional si se quiere, en tanto ya ha sido presidenta del Congreso en 2020.
Con el nuevo nombramiento, Castillo se mantiene en la izquierda pero le quita el radicalismo que suponía el discurso de Bellido, quien había ganado beligerancia en el Gabinete.
Es decir, con el nuevo nombramiento, el presidente Castillo se mantiene en la izquierda pero le quita el radicalismo que suponía el discurso de Bellido, quien, especialmente a partir de su victoria parlamentaria cuando consiguió el voto de confianza, había ganado beligerancia dentro del gabinete, lo que podría estar llevando a fisuras importantes en el gobierno.
Por qué se produce la renuncia de Bellido
La poderosa clase dominante peruana tomó a Guido Bellido, desde su nombramiento, como el enemigo que había que eliminar. Lo responsabilizaron desde los problemas macroeconómicos de Perú, hasta de terrorismo y blanqueo de capitales. De todo. Incluso antes de llegar al Gobierno ya estaba siendo más que acusado, criminalizado.
De hecho, Bellido había sido recientemente obligado por un juez a someterse a un examen psicológico y psiquiátrico, luego de que una diputada de derecha lo acusara de "haberle disparado frases humillantes".
Además, el partido oficialista Perú Libre, y el presidente de esta formación, Vladimir Cerrón, se han convertido en el centro de las acusaciones por parte de la reaccionaria mediática peruana.
Durante su declaración en el Congreso el mes pasado, se entendió que Bellido era un político radical que apuesta por una transformación profunda. Hablando en quechua, sin corbata en plena sesión solemne y reivindicando a Túpac Amaru, terminó de calentar a sus detractores a pesar que en ese momento consiguió su objetivo: el voto de confianza.
El 26 de septiembre, Bellido amenazó con nacionalizar una empresa relacionada con el tema de la administración del gas, si esta no renegociaba el reparto de utilidades con el Estado.
La declaración ocurrió poco después que Castillo realizara un viaje hacia EE.UU. en busca de inversionistas a los que les ofreció estabilidad y seguridad jurídica.
Al parecer, la actuación de Bellido generó fuertes presiones sobre el presidente, que finalmente decidió cambiarlo.
Cuando se analiza la política en Perú, nunca hay que olvidar que el Congreso peruano tiene mucho poder y está acostumbrado a derrocar presidentes por razones fútiles o abstractas, como la "incapacidad moral". Por ello, el Gobierno de Castillo, débil desde su triunfo y con miles de obstáculos, ha tenido que ceder y hacer un cambio importante de gabinete que no solo incluye a Bellido, sino también a varios ministros.
Consecuencias
La renuncia del primer ministro, según el artículo 133 de la Constitución peruana, implica también la renuncia del gabinete entero, lo que llevó al nombramiento de nuevos ministros en Interior, Educación, Trabajo, Cultura y Producción, entre otros.
Puede leerse que, más que un cambio de gabinete, hay un replanteo del gobierno que deberá ser más moderado para bajar las presiones y ganar mayor margen de maniobra para su Administración. Pero esto trae otros problemas, más estratégicos, a Castillo.
Más que un cambio de gabinete, hay un replanteo del gobierno que deberá ser más moderado para bajar las presiones y ganar mayor margen de maniobra para su Administración.
En la medida que gana estabilidad y oxígeno con el nombramiento de Vásquez, también pierde características de Gobierno polarizante contra el status quo, lo que podría ser visto como el desarrollo de una gestión tradicional más, como tantas que han detentado el poder en los últimos años. Pero no hay que perder de vista que Castillo pudo ganar por lo contrario: por su interpelación desde la cultura rural abiertamente en diatriba con la clase dominante limeña, que por los momentos se sale con la suya.
Hay que recordar que en 2011, cuando los progresismos arrasaban en América Latina, Perú dio su voto a Ollanta Humala, un militar radical que se había levantado contra el Gobierno a comienzos de siglo. La idea era que su triunfo estuviera acompañado de cambios profundos.
Pero esto no fue lo que sucedió. Humala se fue 'atemperando' políticamente (como podría leerse lo que está haciendo Castillo), perdiendo radicalismo y ganando en negociaciones políticas y financieras, lo que hizo que la experiencia resultara traumática, más por lo que dejó de hacer que por lo que hizo. Actualmente, el expresidente está siendo judicializado por lavado de dinero y su gestión quedó marcada como una traición a las demandas populares.
Este recuerdo reciente hace que Castillo entre rápidamente en una zona de duda en relación a sus votantes pobres y rurales, y sobre todo en cuanto a su oferta electoral, basada en controlar a las trasnacionales y en realizar una constituyente. Ambas promesas hoy lucen más lejanas sin Bellido en la jefatura del gabinete.
Después de conocerse la renuncia, el Perú Libre de Bellido lanzó el siguiente trino: "Nuestro poder real es la bancada, nuestro poder popular el partido y nuestros líderes han logrado vuelo nacional. El referéndum es el medio y la Asamblea Plurinacional Constituyente el fin. El partido solo tomará cuerpo en la medida que cumpla sus promesas".
Por su parte, el presidente del partido, Vladimir Cerrón, se atrevió a interpelar al presidente con el siguiente tuit: "Guido Bellido marcó un antes y un después. Político consecuente con sus ideas, con las promesas de campaña, con la Asamblea Constituyente, con la aurora de la nueva patria. El presidente deberá elegir ante la disyuntiva de lo conservador o lo revolucionario".
Esta es la actual disyuntiva a la que se enfrenta Castillo y todo el Perú: por un lado, se le dificulta gobernar con los radicales y, por otro, sin ellos su oferta electoral podría disolverse rápidamente, ganando la apatía de los sectores populares. Lo más preocupante es que la ausencia del ala fuerte podría impedir que el presidente tenga "movilizados" a esos sectores, en el momento en el que las clases dominantes pidan su cabeza y el Congreso pretenda concederla.
Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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