Dos niños yanomamis fueron arrastrados por el río Parima, en el estado brasileño de Roraima, cuando jugaban cerca de una maquinaria que usan los mineros ilegales en la Tierra Indígena Yanomami.
Uno de los menores, de 5 años de edad, fue encontrado esta mañana, mientras que el otro, de 7, sigue desaparecido, informó a RT Júnior Hekurari Yanomami, presidente del Consejo de Salud Indígena Yanomami e Ye'kuanna (Condisi-YY).
"El suceso ocurrió el martes cuando los niños jugaban cerca de la maquinaria de los mineros, que está fija en un determinado lugar del río y genera mucha corriente. Perdieron el equilibrio y fueron arrastrados por el agua", comenta.
El presidente del Consejo de Salud Indígena Yanomami e Ye'kuanna aseveró que se trata de "un acontecimiento triste" porque muestra "la negligencia del Gobierno al no retirar a los invasores" de los territorios de ese pueblo originario. En estos momentos, el Condisi-YY se coordina con el Cuerpo de Bomberos para que acudan al lugar a ayudar con las tareas de rescate.
"Blanco de mineros ilegales"
El Territorio Indígena Yanomami, que cuenta con más de 96.000 kilómetros cuadrados –dos veces el tamaño de Suiza–, es la reserva más grande de Brasil y cubre aproximadamente 10 millones de hectáreas entre los estados de Roraima y Amazonas.
Cerca de 28.000 indígenas viven en está región, que desde 1980 es blanco de mineros ilegales en busca de oro. Desde hace poco, a muchos de esos 'garimpeiros' –se estima que hay más de 20.000– se les vincula con bandas como el Primer Comando de la Capital (PCC), la organización criminal más poderosa de Brasil, que domina el narcotráfico en Roraima.
Hace unos meses, la comunidad de Paliminú, también dentro del Territorio Indígena Yanomami, fue víctima de varios ataques de mineros ilegales hasta que el Gobierno de Brasil autorizó el envío a la zona de la Fuerza Nacional, un cuerpo de élite de la Policía.
La minería ilegal destrozó en 2020 un total de 2.400 hectáreas, una área equivalente a 500 campos de fútbol, de tierras protegidas de los indígenas yanomamis. Ni siquiera la pandemia impidió que esta actividad ilegal se expandiese un 30 % el año pasado en estas zonas.