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La cumbre COP26 avanza entre deseos y críticas: ¿son 'tan' inalcanzables los retos climáticos globales que plantea?

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Este lunes arranca en Glasgow la última semana de conversaciones en el marco de la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático.
La cumbre COP26 avanza entre deseos y críticas: ¿son 'tan' inalcanzables los retos climáticos globales que plantea?

La COP26 reúne este año a los líderes mundiales en la ciudad escocesa de Glasgow con el objetivo de resolver cuestiones pendientes sobre el clima entre los casi 200 países participantes. El objetivo internacional de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados, establecido en el Acuerdo de París de 2015, y de lograr la neutralidad de carbono para 2050, no es inalcanzable, como podría parecer a primera vista, aunque requiere de la correspondiente voluntad política, que es de donde radican los problemas.

Como señaló el secretario general de la ONU, António Guterres, es preciso actuar "urgentemente" para "salvaguardar nuestro futuro y salvar la humanidad".

Este lunes las conversaciones en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se reanudaron tras un día de pausa, dando inicio a la segunda y última semana del evento. Medir el éxito de la cumbre tampoco será sencillo, pero éste podría reflejarse en el cumplimiento de las siguientes tres metas de la COP26:

  • Recortar en torno a la mitad de las emisiones actuales de los gases de efecto invernadero para 2030 con el fin de mantener vivo el objetivo de 1,5º;
  • Asegurar la financiación en materia del clima y garantizar la llegada de 100.000 millones de dólares que las naciones ricas prometieron aportar en 2009 (promesa que no han cumplido);
  • Que los casi 200 países firmantes del Acuerdo de París cierren las negociaciones abiertas y redacten las normas para implementar lo acordado en 2015.

En cuanto al primer objetivo, el científico Adam Sobel, de la Universidad de Columbia (EE.UU.), comentó a AP que, si bien "es físicamente posible" limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados, "en el mundo real, salvo milagros, está cerca de lo políticamente imposible".

Una docena de científicos que estudian el clima confirmaron básicamente lo mismo a la agencia: si comenzara de inmediato una reducción drástica de emisiones, el mundo podría mantenerse en ese umbral de 1,5 grados, pero no ven indicios de que eso vaya a ocurrir.

"Los ricos deben respetar los compromisos"

Los países más vulnerables al cambio climático instan en Glasgow a abordar la financiación de las recompensas por los altos costes que supone para ellos mitigar la crisis climática. Así, el presidente de Malaui, Lazarus Chakwera, señaló que mientras su país "está plenamente comprometido con la reducción a la mitad de las emisiones de carbono para 2040", necesitan "2.300 millones de dólares anuales para lograr esta hazaña".

"El 1 % más rico de la población mundial es responsable de la emisión de más del doble de CO2 que la mitad más pobre del mundo. Los ricos deben respetar los compromisos de financiación del clima", declaró Chakwera el pasado 1 de noviembre. Asimismo, aseveró que "las naciones desarrolladas deben saber que ni África, en general, ni Malaui, en particular, nunca aceptarán un 'no' como respuesta".

"África no puede sacrificar su prosperidad futura por los objetivos climáticos occidentales", afirma, por su parte, el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, en un artículo publicado en The Wall Street Journal.

En esta misma línea, Ígor Sechin, director general de la petrolera Rosneft, declaró a finales de octubre que, después de labrar su prosperidad en décadas anteriores con combustibles fósiles de bajo costo, los países desarrollados ahora están impidiendo que los países en desarrollo hagan lo mismo.

El historiador de ciencias y ecologista Dimitri Defranc Cevallos ahonda en la idea de que la lucha contra el cambio climático genera mayor desigualdad por las presiones de los países más ricos, al tiempo que recuerda que las naciones pobres prácticamente no contribuyen a la contaminación del planeta.

Según el experto, la desigualdad afecta a "toda Latinoamérica" y algunas comunidades no pueden permitirse comprar el agua para la irrigación de los cultivos. "Ahora imagínate si nosotros comenzamos a ponerles un nuevo reto ecológico tecnológico, esas desigualdades aumentarían mucho", comentó a RT.

"Un festival global de lavado verde"

La COP26 también está marcada por las manifestaciones masivas de jóvenes y activistas medioambientales que exigen que los políticos tomen medidas concretas para evitar futuras catástrofes. Greta Thunberg incluso tachó la cumbre de "evento de relaciones públicas", en el que "los líderes están dando hermosos discursos y anunciando compromisos y objetivos sofisticados, mientras que detrás de las cortinas los gobiernos de los países del Norte Global todavía se niegan a emprender cualquier acción climática drástica".

La joven activista sueca sostiene que la conferencia de la ONU es "la más excluyente de la historia" porque —asegura— "ya no es una conferencia climática", sino "una celebración de dos semanas de negocios como siempre y bla, bla, bla", así como "un festival global de lavado verde", término que alude a la desinformación producida por una entidad para presentar una imagen pública de responsabilidad ambiental.

Las críticas también provienen de algunos políticos, entre ellos, el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador, que cargó contra los países que apoyan las cumbres climáticas mientras aumentan la extracción petrolera. "Ya basta de hipocresía y de modas, lo que hay que hacer es combatir la desigualdad monstruosa que hay en el mundo", afirmó.

Entre las medidas ya acordadas que podrían marcar la diferencia para el futuro figura la iniciativa para revertir la deforestación para 2030. El programa Sembrando Vidas, ideado por López Obrador, busca compensar la pérdida de los bosques y la degradación de la tierra en el marco de la COP26.

Entretanto, la transición mundial a la energía limpia y la renuncia a los combustibles fósiles sigue siendo, de momento, un lujo que pocos países se pueden permitir y que toca el bolsillo de los ciudadanos. Si bien desde las naciones más adineradas se escucha el argumento de que nuestra inacción en materia climática nos saldrá más cara, los residentes de los países en vías de desarrollo muestran el lado realista del problema: no tienen con qué pagar la modernización energética y más les vale invertir en el bienestar de la población a nivel más mundano, como el sector de la sanidad, las infraestructuras, el desarrollo industrial o la educación, que en las costosas tecnologías en pos del bien común global.

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