Un informe de la organización benéfica Christian Aid señala a los habitantes pobres de ciudades como Harare (capital de Zimbabue) y Kabul (Afganistán) como las personas más vulnerables a las sequías y la creciente escasez de agua potable en el mundo, recoge Bloomberg este 16 de mayo.
El uso global de agua creció a un ritmo más del doble que la tasa de aumento de la población a lo largo del siglo XX, y en las próximas décadas el problema no dejará de lado ni siquiera a focos de bienestar como Londres, así como megaurbes como Pekín o Nueva Delhi, alertan los autores del reporte.
Aunque Reino Unido es un país "famosamente lluvioso", los habitantes de su capital podrían quedarse sin agua en unos 25 años, según la previsión de los expertos. Así, Londres recibe actualmente la mitad de la cantidad de lluvia que cae en la ciudad de Nueva York, y el cambio climático aumentará esta desproporción, causando pérdidas a la economía londinense por valor de 405 millones de dólares diarios.
Casi la mitad (49 %) de los más de 2.200 británicos encuestados sobre las olas de calor que azotaron Reino Unido en 2019 y los años posteriores son conscientes del problema y se muestran preocupados por el impacto de las sequías. Sin embargo, casi dos tercios (64 %) afirman no haber visto nunca información sobre cómo protegerse de esta amenaza.
"La sequía no es nueva, pero su intensidad y frecuencia han aumentado en los últimos 30 años debido al calentamiento global", explicó el coautor del informe Nushrat Rahman Chowdhury, quien ve un peligro real en este problema, que amenaza la vida y el sustento de las personas más pobres, pertenecientes a las comunidades "que menos han hecho para causar la crisis climática".
Christian Aid insiste en que para abordar los problemas de la sequía y la injusta distribución de los recursos hídricos no será suficiente con reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero, por lo que recomienda proporcionar apoyo financiero a las poblaciones más afectadas.
Así, la ONG propone un "mecanismo de financiación de pérdidas y daños" en el que los países ricos paguen para limitar el impacto de la sequía a escala mundial. El informe sostiene que esta opción fue la más popular en un reciente sondeo al respecto, donde respaldada por el 36 % de los encuestados.