¿Qué tan factible es que Venezuela vuelva a la Comunidad Andina?
Recuperar una herencia común "en lo político, lo histórico y lo social". Esa ha sido la propuesta del presidente de Perú, Pedro Castillo, para promover el retorno de países como Venezuela y Chile a la Comunidad Andina de Naciones (CAN).
Esta semana su planteamiento ha recibido el respaldo del presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien consideró que la apuesta del bloque debe ser recuperar su poder y "juntar más voces".
"[Tenemos que] volver al primer escenario de la comunidad andina, cuando ellos integraban este instrumento", dijo el mandatario colombiano el lunes, tras considerar incluso la incorporación de países como Argentina. Pero la idea tiene sus bemoles.
En el caso de Chile, el país salió del grupo en 1976, durante la dictadura de Augusto Pinochet, pero permanece como miembro asociado al igual que Argentina. Con Venezuela, sin embargo, la historia es distinta.
Una "mentira"
En 2006, el entonces presidente venezolano Hugo Chávez anunció la salida de su país de la CAN, alegando su férrea oposición a los acuerdos de libre comercio que establecieron Perú y Colombia con EE.UU.
"La Comunidad Andina era una gran mentira. Ya antes estaba muerta, pero ahora la remataron con la firma de estos acuerdos con el imperio norteamericano", argumentó Chávez en esa oportunidad.
La firme postura de Caracas contra ese tipo de pactos había quedado clara un año atrás, cuando el cónclave encabezado por Chávez y sus pares, el argentino Néstor Kirchner y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, derrotaron el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA), en una histórica cumbre en Mar del Plata.
Por eso, al año siguiente, el líder bolivariano aseguró que ante ese fracaso de Washington, EE.UU. estaba logrando que algunos países le firmaran "un mini-ALCA". "En esas circunstancias, qué sentido tiene mantenernos en la CAN", alegó. Y así Venezuela salió del bloque.
¿Qué ha cambiado?
Aunque ya han pasado 16 años desde la salida de Venezuela de la CAN, Perú y Colombia mantienen en pie sus acuerdos de libre comercio con EE.UU. No obstante, la situación política y económica de la región es sustancialmente distinta.
En primera instancia, la llegada de Petro al poder en Colombia –el primer mandatario progresista que gobierna ese país– ha abierto la puerta a una posible renegociación del pacto comercial con EE.UU. De hecho, esa fue una de las principales propuestas del mandatario y la más espinosa, en términos económicos, ya que Washington considera a Bogotá como su aliado estratégico en la región.
Por otra parte, Castillo es una pieza clave en el giro político regional, toda vez que ha fortalecido su cercanía con los mandatarios de izquierda de la región. La alianza, más allá de las simpatías ideológicas, tiene que ver con el espaldarazo que ha recibido de ellos en medio de las turbulencias de su Gobierno, bajo constante asedio de la justicia, la derecha y los medios de comunicación.
El mandatario peruano ejercerá la presidencia del bloque por un año y, según adelantó su canciller, Miguel Rodríguez MacKay, la prioridad es trabajar por la reunificación del grupo "para que se produzca el retorno de Chile al seno de la CAN y también en su momento, cómo no, el retorno de Venezuela".
¿De Mercosur a la CAN?
Estos gestos abiertos con Venezuela son diametralmente opuestos a la política que mantuvieron Perú y Colombia en los últimos años, países que estuvieron gobernados por mandatarios de derecha que desconocieron a la administración del presidente Nicolás Maduro.
Además, la propuesta de integración regional surge en un momento interesante. En 2006, Venezuela declaró la "muerte" de la CAN y salió del grupo para redoblar su apuesta hacia el Mercado Común del Sur (Mercosur) –del que se volvió miembro pleno en 2012–, pero en la actualidad el bloque suramericano afronta una severa crisis interna y Caracas está suspendida desde 2019.
La ventaja que tendría ahora el planteamiento de la CAN es que tanto Castillo como Petro, además del boliviano Luis Arce, son proclives a reintegrar a Venezuela a la región.
Esa suerte de congelamiento entre Venezuela y el Mercosur parece complicado de superar, sobre todo porque el bloque está integrado, en su mayoría, por Gobiernos que no reconocieron la legitimidad de Maduro durante años: el brasileño Jair Bolsonaro, el uruguayo Luis Lacalle Pou y el paraguayo Mario Abdo Benítez.
La ventaja que tendría ahora el planteamiento de la CAN es que tanto Castillo como Petro, además del boliviano Luis Arce, son proclives a reintegrar a Venezuela a la región. El ambiente favorable también podría incluir la luz verde del derechista Guillermo Lasso, quien hace unos meses reconoció que veía "con buenos ojos" la decisión de Argentina de normalizar los lazos con Caracas.
Más allá del bloqueo
Venezuela, por su parte, trata de superar las duras consecuencias del 'bloqueo' impuesto por EE.UU. Su panorama actual plantea la necesidad reinsertarse en los mercados, especialmente los que no estén afectados por las medidas coercitivas unilaterales. Es allí donde la CAN puede lucir atractiva.
Sin embargo, el ingreso no podría ser instantáneo o a cualquier precio. Con una incipiente producción nacional y la precaria capacidad de compra del Estado, el país suramericano tendría que establecer reglas claras para convivir con los programas de liberación comercial que ya están en marcha entre los miembros de la CAN, sin perjudicar a sus empresarios locales.
En este punto, de darse un reingreso a la CAN, la lectura debería ser más política que económica: de manera inédita, cuatro Gobiernos de izquierda integrarían ese mecanismo de integración, un golpe simbólico al 'cerco diplomático' que impuso EE.UU. contra Caracas.
Por el lado práctico, si ocurre la adhesión, el panorama pinta una negociación larga y compleja porque Venezuela no está en condiciones de abrir inmediatamente su comercio o reducir sus aranceles a economías mucho más competitivas.
La última palabra sobre el regreso a la CAN o no dependerá del Gobierno de Maduro, que deberá decidir si es su momento de apostar en clave económica o política. Aunque la historia reciente demuestra que Caracas, bloqueos y sanciones aparte, es capaz de jugar ambas cartas.
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