Uno de los mayores misterios de la radiodifusión española, que todavía sigue vivo en las expresiones y refranes de los hogares, sobre todo entre sus miembros de más edad, se descubrió hace cuatro décadas.
Se trata del 'Consultorio de Elena Francis', un programa que todos los días sonaba en las ondas de las radios españolas y que se emitió ininterrumpidamente por 37 años, desde 1947 hasta los primeros compases de 1984.
Los más jóvenes lo han oído nombrar en innumerables ocasiones, pero sin ser conscientes de lo que supuso para generaciones de mujeres que encontraron en ese programa un espacio para desahogarse y expresar sus vivencias y dudas. Sin embargo, lo que parecía una suerte de consultorio radiofónico, fue en realidad un laboratorio franquista para modelar la sociedad que quería, a través de la figura de la mujer sumisa, obediente y resignada.
Un laboratorio de belleza
En plena posguerra española nació el Instituto Francis, que poco después, en 1947, se trasformaría en Laboratorios Francis, de la mano del matrimonio formado por Francisca Elena Bes Calbet y Josep Fradera Butsems. El Instituto sigue existiendo a día de hoy en Barcelona.
Ese mismo año comenzó la emisión del 'Consultorio de Elena Francis', que se ideó como una campaña de publicidad para el instituto. Se emitía por las tardes y arrancaba con la canción 'Indian Summer' del compositor estadounidense Victor Herbert, melodía unida para siempre a este espacio radiofónico. En poco tiempo se convirtió en el mayor fenómeno sociológico de la época.
El espacio sirvió para leer biografías ejemplares, vidas de santos, dedicar canciones y, cómo no, hablar de los productos de belleza de sus patrocinadores. Pero en seguida su mayor atractivo se centró en la lectura y respuesta de las cartas que enviaban sus oyentes.
Los consejos de Elena Francis comenzaron versando sobre trucos de belleza, cocina, modales y otras cuestiones mayoritariamente domésticas, sin embargo, de inmediato el régimen franquista fue consciente del potencial de esta herramienta. Entonces las recomendaciones comenzaron a variar su temática.
Herramienta de adoctrinamiento
Las cartas que el Consultorio recibía poco a poco se olvidaron de preguntar por trucos para quitar manchas o nuevas recetas, y empezaron a cuestionar por asuntos sentimentales, la educación de los hijos, problemas familiares o cuestiones controvertidas, como podía ser un embarazo no deseado.
Aquí la respuesta siempre tenía el mismo sesgo y las palabras más repetidas eran paciencia y resignación, abogando por una mujer sumisa, siempre presta a complacer a sus padres estando soltera, y a su marido, de casada. Además, la culpa siempre recaía en las mujeres.
Si una mujer soltera se quedaba embarazada y el hombre no quería hacerse cargo del futuro hijo, el consejo realzaba que era culpa de ella por haber dado rienda suelta a sus bajos instintos; si una esposa era maltratada por su marido, debía examinarse a sí misma para descubrir por qué provocaba la reacción de su pareja; si un marido era adultero no tenía importancia, si lo era la mujer tenía que expiar el pecado. Además, si había sido violada, ella había provocado al agresor.
La moral que transmitía era profundamente católica en sintonía con un régimen franquista que quería a una mujer que se ocupara de la casa, criara a los hijos y mantuviera una paz en el hogar a toda costa, mostrándose sumisa.
Todo ello pasado por el filtro de la censura del régimen y asesorados por un equipo en el que había psicólogos y sacerdotes.
Elena Francis era un hombre
Durante 37 años la identidad de Elena Francis fue el secreto mejor guardado. Se destapó de pronto, ante la incredulidad de cientos de miles de mujeres, cuando tan solo un mes después de la emisión del último programa en la radio, el periodista Juan Soto Viñolo le confesó a una joven Mercedes Milá, en el programa de televisión 'Buenas Noches', que él había sido Elena Francis durante los últimos 18 años.
"Yo lo hacía bajo unas normas, bajo unas pautas, bajo una orientación. Yo traducía, ponía mi experiencia periodística al servicio de esta ideología tan conocida de doña Elena Francis. Yo me sentaba, escribía y contestaba, pero traduciendo la filosofía, los sentimientos de Elena Francis", declaraba en febrero de 1984 Soto Viñuelo, que incluso confesó que llegó a inventarse cartas para subir la audiencia.
Durante décadas se había aludido a la intimidad de Elena Francis para explicar por qué se mantenía en el anonimato, por qué no había fotos suyas ni nunca había concedido una entrevista.
Ahora se sabe que era un personaje de ficción alimentado por un equipo de guionistas y otro de 'contestadores', personas encargadas de contestar una a una las cartas que llegaban, que podían ser más 1.000 al día en sus mejores tiempos.
Ángela Castells, fallecida en 1981, fue la primera guionista de este espacio. Miembro de la sección femenina de la Falange, fue además la primera voz de Elena Francis, puesto que ocupó hasta 1953. A ella la sucederían otras voces, como la de María Garriga o Rosario Caballé, aunque la que más tiempo estuvo en antena fue Maruja Fernández.
Siempre una voz potente a la vez que entrañable, que encarnaba a la perfección el papel de una madre que da consejos a su prole y la lleva por el buen camino.
Los Laboratorios Francis no llegaron nunca a reconocer el engaño: que el personaje era ficticio y correspondía a una estrategia comercial. De hecho, tras la confesión de Soto Viñolo, su propietaria llegó a mandar una carta a los medios en los que afirmaba que ella, Francisca Elena Bes Calbet, era Elena Francis.
Admitía que existía un 'equipo Francis', debido al gran volumen de cartas recibido, pero aseguraba que siempre trabajó bajo sus directrices personales y que ni una sola respuesta fue cursada sin su visto bueno.
Millones de cartas
En 2005, una masía abandonada de Cataluña mostró uno de los secretos mejor guardados durante décadas. En su interior se encontraron más de un millón de cartas dirigidas a Elena Francis. Pudieron rescatarse de la carcoma, la humedad y los insectos unas 100.000, que en la actualidad se encuentran en el Archivo Comarcal del Baix Llobregat.
El Consultorio apuntaba a una población muy joven, desde adolescentes a partir de 13 o 14 años, y mayoritariamente de ámbito urbano.
Las mujeres solían escribir las cartas bajo un pseudónimo para conservar el anonimato, en el caso de que sus misivas fueran radiadas. Tenían miedo de ser reconocidas por sus vecinas, familia o marido, porque el espacio había acabado convirtiéndose un confesionario para esas mujeres.
Sin embargo, las respuestas que recibían estaban mediadas por los poderes del régimen franquista, fundamentalmente la sección femenina de Falange y la Iglesia católica, que vieron en el Consultorio una inmejorable manera de difundir sus valores.
Así, se transmitía un discurso claramente adoctrinador hacia la mujer, empujándola hacia un modelo tradicional, con una posición subordinada dentro de la familia y la sociedad. Explicaba claramente que no eran iguales, sino inferiores a los hombres, y repetía los mantras de la aceptación de la discriminación, la obediencia, la resignación y la sumisión.
Se difunde la idea de la mujer sometida, incluso en el ámbito sexual, y se propaga la moral católica y la presión religiosa. Valores como la virginidad antes del matrimonio, el pecado de la anticoncepción, la homosexualidad como antinatural o la normalización de los celos, el alcoholismo o los maltratos por parte de un hombre eran la regla general.
Así, aunque muchas de las cartas leídas en el programa (entre cinco y siete en cada emisión y alrededor de 60.000 en toda su historia) eran escritas por mujeres oyentes, otras eran inventadas por los propios guionistas del programa, cuando interesaba difundir una determinada cuestión.
Tras la muerte del dictador Francisco Franco, la llegada de la Transición y el cambio radical en la sociedad española, el espacio fue agonizando durante sus últimos años. Con la legalización del divorcio, las mujeres tomando píldoras anticonceptivas y liberándose del yugo del hogar, los consejos de Elena Francis dejaron de tener sentido.
Aunque ya lejano en el tiempo, el 'Consultorio de Elena Francis' ha sobrevivido hasta nuestros días, gracias al boca a boca de madres a hijas y a libros como 'Las cartas de Elena Francis', de la periodista Rosario Fontova y el catedrático de Comunicación Armand Balsebre; 'Queridas amigas. El secreto de doña Elena Francis', de Pietat Estany; o 'Elena Francis, un consultorio para la transición', de Gérard Imbert; además de documentales como 'Elena Francis: la primera influencer', de la televisión pública.
Así, pervive en los hogares españoles, en los que al menos un millón de mujeres mandaron cartas y contaron su experiencia y otras muchas escucharon el programa, y en el resto de viviendas subsiste cuando se tratan temas amorosos y alguna voz lanza: "Esto parece el 'Consultorio de Elena Francis'".
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