El secretario general del movimiento militarizado libanés Hezbolá, Hassan Nasrallah, que este viernes fue asesinado de un ataque israelí contra Beirut, dirigió la organización militante y política chiita desde 1992.
Nacido en Beirut en 1960, Nasrallah comenzó su derrotero político en el Movimiento Amal antes de unirse a Hezbolá a principios de la década de 1980. Bajo su liderazgo, Hezbolá se convirtió en una poderosa fuerza con importantes capacidades militares e influencia política en el Líbano.
Nasrallah extendió el alcance de la organización mucho más allá del Líbano. Los combatientes de Hezbolá, considerada como la fuerza 'proxy' de Irán por Washington y sus aliados, contribuyeron decisivamente a apuntalar el Gobierno del presidente Bashar al Asad en Siria. Calificada como organización terrorista por EE.UU., Hezbolá ayudó a entrenar a combatientes de Hamás, así como a milicias en Irak y Yemen, escribe The New York Times.
El Estado dentro del Estado que ayudó a construir Nasrallah con financiación iraní y de expatriados mientras el Líbano luchaba por salir de una larga guerra civil incluye hospitales, escuelas y otros servicios sociales.
Choques con Israel
Hezbolá, bajo el mando de Nasrallah, chocó frecuentemente con Israel, con enfrentamientos notables, como la guerra del Líbano de 2006, escribe The Jerusalem Post. El liderazgo de Nasrallah durante estos conflictos impulsó su popularidad, especialmente entre quienes veían en Hezbolá un símbolo de resistencia contra Israel.
En las últimas semanas, las tensiones se han intensificado debido a los ataques de Israel contra Hezbolá, dirigidos a sus infraestructuras. Nasrallah condenó estas acciones como actos de guerra, acusando a Israel de atacar zonas civiles en el Líbano.
Poderoso orador
Según The New York Times, Nasrallah era un poderoso orador con un sólido dominio del árabe clásico. Aderezaba sus discursos con referencias a la recuperación de la virilidad árabe perdida.
La seguridad en torno a Nasrallah era extraordinaria desde hace mucho tiempo, sobre todo, teniendo en cuenta que un cohete israelí incineró a su predecesor. Cuando concedió una entrevista a The New York Times en 2002, al reportero y al fotógrafo se les vendaron los ojos y se los condujo por los suburbios del sur de Beirut durante un rato antes de la reunión, indica el medio. A continuación, su equipo de seguridad inspeccionó absolutamente todo lo que iba a entrar en la sala e incluso desenroscó los bolígrafos para asegurarse de que solo contuvieran tinta.
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