¿Cómo cambiaría el enfoque de EE.UU. hacia Ucrania en el nuevo mandato de Trump?
La promesa que hacía el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, durante su campaña electoral de poner fin al conflicto en Ucrania en 24 horas, a pesar de parecer "poco realista", refleja su "consciente deseo" de hacerlo, aunque "lo más probable es que él aún no sepa qué hacer" al respecto, opina el politólogo y analista internacional ruso Fiódor Lukiánov en su reciente artículo para la revista Prófil.
Lukiánov señala que el saliente mandatario estadounidense, Joe Biden, y su equipo "son representantes de una cohorte de políticos cuyas opiniones fueron moldeadas por el fin de la Guerra Fría", por lo que creen en "la innegable superioridad de EE.UU." que "determina no solo posibilidad, sino la necesidad de dominar el mundo".
En este sentido, el analista indica que "este orden no implicaba desviaciones de las directrices básicas ni permitía compromisos sobre las cuestiones fundamentales", por lo que "las acciones de Rusia respecto a Ucrania se consideraron una invasión del orden liberal como tal". "De ahí la exigencia de una 'derrota estratégica' de Rusia", resume.
"Cambio de hitos"
Trump, a su vez, "representa un cambio de hitos", ya que "en lugar de dominio global" aboga por "una defensa enérgica de intereses estadounidenses concretos", dando preferencia a aquellos que aportan claros beneficios inmediatos, sostiene el politólogo.
Además, tanto el presidente electo como una parte importante del Partido Republicano se guían por el predominio de las tareas internas sobre las externas, lo que demuestra selectividad en los temas internacionales, añade Lukiánov. Para Donald Trump, "la preservación de la hegemonía moral y política de EE.UU. no es un fin en sí mismo, sino más bien una herramienta".
"El proyecto ucraniano en tal sistema de coordenadas pierde su naturaleza fatídica que tiene a los ojos de los partidarios del orden liberal, y se convierte en una carta de un juego mayor", comenta el analista.
Además, el presidente electo de EE.UU. "no percibe la guerra como una herramienta aceptable", al preferir una "negociación dura, flexión de músculos, presión contundente" como a los que está acostumbrado en sus actividades empresariales. "Pero no un conflicto armado destructivo, porque es irracional", opina Lukiánov.
Métodos
El primer mandato de Trump (2016-2020) ofrece dos ejemplos de su enfoque en los conflictos regionales: los llamados Acuerdos de Abraham, que se firmaron en septiembre de 2020 para normalizar las relaciones entre Israel y varios Estados árabes, y las cumbres con el líder de la República Popular Democrática de Corea, Kim Jong-un.
Los Acuerdos de Abraham —producto de la diplomacia itinerante del yerno de Trump, Jared Kushner—, fueron promovidos por "los poderosos intereses financieros de EE.UU., las monarquías del Golfo e Israel" y condujeron a "una serie de pactos políticos en la sombra". A pesar de que "la situación actual en la región es mucho peor que entonces", no se puede decir que los acuerdos hayan fracasado, "el marco está en pie", afirma el politólogo. Sin embargo, este esquema difícilmente podría tomarse como ejemplo para la resolución del conflicto en Ucrania, que es "incomparablemente mayor".
Por otra parte, el intento de Trump de resolver la crisis en la península coreana es un "ejemplo negativo", ya que fracasó al tratar de resolver rápidamente "la confrontación sistémica" mediante una "actuación espectacular" que tendría que haber complacido a Kim Jong-un, el primer líder norcoreano en reunirse con un presidente estadounidense. "No funcionó, porque aparte de eso no había ideas sobre cómo resolver el complejo problema", recuerda el experto.
¿Ventana de oportunidad?
Pese a ello, Lukiánov hace hincapié en que no hay que proyectar el legado del primer mandato de Trump a su próxima presidencia, ya que el mandatario electo "tiene algo de experiencia" y su nuevo equipo es diferente. Al mismo tiempo, para el entrante inquilino de la Casa Blanca "el alcance de lo que es posible es más amplio que antes, pero difícilmente se acerca al alcance de las concesiones que Moscú está dispuesto a permitirse".
La situación está cambiando y "ahora todos dirán que por un corto tiempo se ha abierto una ventana de oportunidad y que no se puede desaprovecharla", pero "en crisis como la de Ucrania, no existen ventanas 'de tiempo corto'", asegura el politólogo. "O hay un portón hacia nuevas relaciones estables —y no se abre de golpe, sino eligiendo las llaves— o se trata de un portal hacia una escaramuza aún más brutal, ya que comienza tras una nueva decepción", concluye el analista.