Japón y Corea del Sur han vuelto a reavivar una disputa territorial por unas pequeñas islas cuyo peso simbólico supera con creces su tamaño: Dokdo (para los surcoreanos) o Takeshima (para los japoneses).
En este contexto, la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, reiteró la semana pasada la reclamación de Tokio. "Takeshima […] es claramente un territorio inherente de Japón, basado en hechos históricos y en el derecho internacional. Sobre esta posición fundamental, seguiremos respondiendo con firmeza. No veo otra forma de gestionarlo", anunció en una rueda de prensa.
Por su parte, Seúl reaccionó con rapidez y rechazó de plano las afirmaciones de Takaichi. La Oficina presidencial surcoreana reafirmó su postura, y un alto cargo del Ejecutivo, en una sesión parlamentaria, insistió en que no existe ninguna disputa territorial sobre Dokdo.
En este sentido, el funcionario subrayó que "Dokdo es parte integral del territorio coreano histórica, geográfica y jurídicamente, según el derecho internacional". "Responderemos de manera estricta y firme a las pretensiones injustas de Japón sobre Dokdo", añadió, citado por la agencia Yonhap.
Las mencionadas islas, que se encuentran en el mar de Japón, han sido durante mucho tiempo un motivo de discordia entre ambos países asiáticos. Seúl mantiene un pequeño destacamento policial en el lugar, por lo que, de facto, lo controla.
"Un retroceso en el progreso"
El momento elegido por Sanae Takaichi para reavivar la disputa no favorece a ninguna de las partes, evaluó Stephen Nagy, profesor de Política y Estudios Internacionales en la Universidad Cristiana Internacional de Tokio, citado por el South China Morning Post.
En el caso de Japón, plantear las tensiones parecen estar "alejando a un socio necesario" para resistir a China, declaró Nagy. Al mismo tiempo, la polémica tampoco beneficia a Corea del Sur, agregó, ya que solo serviría para socavar sus lazos con Japón y EE.UU., considerados fundamentales para equilibrar las relaciones con China y disuadir a Pionyang.
En este sentido, el analista describió el episodio como "un retroceso en el progreso que ambos Estados han logrado en su acercamiento". Es improbable que Washington, bajo la presidencia de Donald Trump, presione a los dos aliados "para que dieran un paso atrás y analicen el panorama general", remarcó.


