El área afectada de Brasil sigue sin agua, comida y electricidad

Mientras que la presidenta de Brasil Dilma Rousseff da un sobrevuelo por la zona anonadada por el fuerte temporal, que ya se cobró las vidas de más de 500 personas, la gente en el área sigue sufriendo dificultades incluso en lo que toca a las cosas básicas, como la comida o la electricidad.

Los residentes de una de las ciudades más afectadas, Nova Friburgo, están huyendo de la zona, usando todos los medios posibles, reporta infobae.com. En la única vía que queda conectando la ciudad con el resto del país -todo lo demás está destruido o abarrotado por el barro- se forman atascos enormes de coches que tratan de escapar. Pero antes de salir tienen que dejar pasar a numerosas ambulancias, policías y equipos de rescate. Una cola de más de 60 autos espera su turno para llenar los depósitos de combustible en el único puesto de gasolina que sigue funcionando.

Y el combustible no es el recurso más difícil de encontrar: mucha gente rebusca entre la basura y los derrumbes, cubiertos por una gruesa capa de lodo. Tratan de detectar algo para comer, ya que las tiendas están cerradas. Los dueños temen abrir las puertas tras varios intentos de robos de alimentos. Las autoridades están negociando con ellos para convencer en volver a vender productos para no crear más pánico entre la población.

Además, el área carece de agua potable: la cañería está deteriorada, y la Administración decidió cortar el abastecimiento para no crear riesgos sanitarios. La electricidad, a su vez, no se suministra por temor de las electrocuciones debido al exceso del líquido en la zona.

No es difícil imaginar, en qué situación se encuentran los residentes. Su posición moral empeora más con el entendimiento de que no van a recuperarse pronto de lo sucedido. Nova Friburgo, como muchas de sus ciudades vecinas, es un área turística, y fue arrasada precisamente antes del comienzo de la alta temporada. Los hoteles quedaron en ruinas, y los que restan, están destinados a permanecer vacíos. Los meteorólogos tampoco animan: prometen nuevas lluvias cercanas.

"Mucha gente perdió la vida, familias enteras desaparecieron, ya no hay calles", describen la posición apocalíptica los locales. "Es una total calamidad. El pueblo está acabado. Esto era una ciudad turística, y ahora está acabada".