Hispanos en EE. UU. , cada vez más presionados por leyes 'anti inmigrantes'
Martín Anaya entró a Estados Unidos de forma ilegal hace más de una década, pero con el paso del tiempo logró legalizar su situación en el país. Sin embargo, hoy más que nunca, este ciudadano estadounidense siente que, con documentos o sin ellos, los hispanos están siendo perseguidos.
“Siempre habrá esa sensación de no ser bienvenido por ser hispano, sea uno legal o ilegal”, dice Martín. En términos legislativos, la frustrante tendencia a la que Martín se refiere llegó a formalizarse en Arizona con la ley SB1070, firmada el 23 de abril de 2010. Seguidamente, varias demandas ante cortes superiores pedían suspender esta normativa, por considerarla discriminatoria.
Hoy, esta ley sigue siendo un tema pendiente y sumamente polémico por sus ramificaciones: el diario Washington Post señala que 43.000 contribuciones, que totalizan 3,7 millones de dólares, se han recaudado para la defensa de la SB 1070.
Quizás lo que más complica la situación, es que desde la promulgación de Arizona, otros estados presentaron iniciativas similares contra los indocumentados y con esto se teme que EE. UU. se convierta en un país donde a los hispanos que residen de forma legal, les sea imposible vivir por temor a ser confundidos con un indocumentado.
Durante 2010 y principios de 2011 varios poderes legislativos locales instrumentaron un número récord de leyes y resoluciones, tanto sobre la inmigración legal como sobre la ilegal: Ohio, Oklahoma ,Texas, Virginia, Florida, Georgia, Utah o Nuevo México son sólo algunos de los estados que están planteando propuestas similares o ya han aprobado dichas leyes, sin considerar el precio político y social de hacerlo.
Por su parte, la administración del presidente Barack Obama no ha logrado implementar una reforma migratoria como prometió en su campaña electoral; muchos sospechan que esto se debe a la fuerte oposición conservadora al respecto. En todo caso, por el momento los indocumentados en EE. UU. seguirán viviendo como ciudadanos de segunda clase o al menos así lo demuestra la innegable realidad cotidiana de arrestos y deportaciones y el temor constante.