Rompecabezas de una caída: La disolución de la URSS, el paso que cambió el mundo
La catástrofe geopolítica más grande del siglo. Así se expresó el primer ministro de Rusia, Vladímir Putin, sobre la disolución de la Unión Soviética. Un hecho que, sin duda alguna, cambió el rumbo del mundo para siempre. 20 años después, entre los historiadores todavía no existe una opinión unánime sobre este acontecimiento.
“Para el pueblo ruso se convirtió en todo un drama. Decenas de millones de nuestros ciudadanos y compatriotas se vieron fuera de las fronteras del territorio ruso. La epidemia de la desintegración se propagó a la misma Rusia”, afirmó Putin, recordando los tiempos cuando “los ahorros de la gente perdieron su valor, los viejos ideales fueron destruidos, mientras que muchas entidades fueron disueltas o se transformaron con prisas”.
El sistema tambaleaba
El país más grande del mundo atravesaba una profunda crisis. Cuando en 1982 falleció su líder, Brézhnev, tras los fallidos intentos de los gobiernos de Andrópov y el de Chernenko ante un reto de cambiar el sistema político y la economía, Mijaíl Gorbachov tomó las riendas de la nación en 1985.
Según el historiador británico Geoffrey Roberts, el sistema que construyó Stalin persistió después de su muerte, aunque algunos de sus aspectos brutales desaparecieron, como por ejemplo, el terror masivo. “Esencialmente, siguió vigente el sistema de Stalin, pero como era muy defectuoso, fueron justamente esos defectos, por los que al final, la unión colapsó. Gorbachov llegó y comenzó a cuestionarlos”, subraya el experto.
Con la llegada al poder de Gorbachov el sistema empezó a tambalearse.
Profundas reformas
Bajo los lemas de Perestroika y Glastnost, es decir, de la libertad y transparencia de la información, el nuevo líder realizó una serie de profundas reformas. Las cuales, según muchos especialistas, aceleraron un proceso que terminó llevándose por delante la propia existencia del la Unión Soviética.
Entre las decisiones más importantes estaba el cese del monopolio político del Partido Comunista permitiendo asá el registro de nuevos partidos.
El convenio que nadie deseaba
En el año 1991 en Lituania, Estonia, Letonia proclaman su independencia, creando un precedente para las demás repúblicas que entonces conformaban la URSS. El acontecimiento que puso punto final a la existencia de la URSS fue la firma del convenio de Belavezha. El presidente de Rusia, Boris Yeltsin, el de Ucrania, Leonid Kravchuk, y el de Bielorusia, Stanislav Shushkévich, decidieron el destino de la Unión en menos de 24 horas.
Esto sucedió a pesar de un referéndum en el que la mayoría de la población votó por la conservación de la Unión Soviética. Desde entonces, los latentes conflictos interétnicos que persistían en varias repúblicas de la URSS, se intensificaron y desataron choques armados. Según diferentes datos, estos enfrentamientos se cobraron las vidas de decenas de miles de personas. Millones tuvieron que refugiarse.
20 años después
“En el proceso de la desintegración de la URSS podríamos haber consolidado nuestras posiciones y recibir garantías de acuerdo a nuestros intereses en cuanto a la seguridad, en cuanto a las comunidades rusas en los países Bálticos. Pero eso no se hizo”, subraya el politólogo Mijail Alexandrov. “Como resultado, todavía estamos luchando contra cada uno de estos problemas, porque nadie pensó cuál sería la situación en diez o 20 años”, concluye el analista.
Con la disolución de la URSS y la reunificación de Europa, EE.UU. obtuvo la oportunidad de reforzar sus posiciones y su influencia en el viejo continente. La OTAN expandió sus fronteras al Este, aunque prometió no hacerlo. En 1999, los países del antiguo bloque soviético: Checoslovaquia, Hungría y Polonia entran en la alianza Atlántica. En 2004, lo hacen Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia.
En 20 años el mundo ha seguido cambiando rápidamente. La heredera de la URSS, Rusia, también ha ganado terreno a nivel internacional. En la nación ha crecido una nueva generación, gente que vive según unas normas diferentes y que sabe poco de la realidad soviética. Sin embargo, entre sus padres y abuelos persiste una gran duda: ¿Qué habría pasado con el país, si su destino hubiese sido otro? Pero todavía queda mucho para que los historiadores y analistas puedan responder a esta pregunta.