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El conflicto sirio: un negocio que huele a sangre
La crisis siria se ha convertido en un verdadero negocio para los traficantes de armas. Para ellos, el conflicto en este país árabe no huele a sangre, sino a dinero.
La débil protección de las fronteras sirias hace prosperar el contrabando y así en el vecino Líbano los comerciantes apoyan con pasión la 'revolución', ya que cada día de batallas aumenta el saldo de sus ganancias y el peso de sus bolsillos a costa de las vidas inocentes.
“La gente viene o me contacta cada día. La revolución está muy cerca. Claro que estamos con la gente, les ayudaremos hasta que logren derrocar a Al Assad”, señala un traficante de armas.
Sin embargo, comerciantes como este, se tapan los ojos cínicamente a la hora de mirar en qué manos caen sus armas, un asunto que ha comenzado a preocupar mucho a la comunidad internacional.
A principios de septiembre el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, destacó que “los que suministran armas a las partes solo contribuyen a que continúe la miseria a riesgo de provocar consecuencias inesperadas”.
Según varios medios, el Pentágono acaba de reconocer que en Siria operan numerosos yihadistas radicales y la mayor parte de su equipamiento y armas provienen del exterior.
El periodista Emanuel Stoakes señala que uno de los líderes del Ejército Libre de Siria ha admitido que los yihadistas “están en contacto” con ellos. Stoakes apunta que los islamistas llegan, según dicen algunos informes, de todo el mundo musulmán, pero no se sabe exactamente quiénes son.
Ha llegado finalmente el momento en el que se empieza a admitir que en Siria operan terroristas radicales, que amenazan no solo a la población local, sino a la seguridad e integridad de todo Oriente Próximo. Una vez que parece manifiesta la gravedad de este conflicto que ya se cobró más de 30.000 vidas, según los cálculos de la ONU, queda preguntarse cuánta sangre más se debe derramar para que la comunidad internacional estime la verdadera cara de la revolución siria, en la que tantos agentes externos intervienen solo en busca de intereses o dinero.
“La gente viene o me contacta cada día. La revolución está muy cerca. Claro que estamos con la gente, les ayudaremos hasta que logren derrocar a Al Assad”, señala un traficante de armas.
Sin embargo, comerciantes como este, se tapan los ojos cínicamente a la hora de mirar en qué manos caen sus armas, un asunto que ha comenzado a preocupar mucho a la comunidad internacional.
A principios de septiembre el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, destacó que “los que suministran armas a las partes solo contribuyen a que continúe la miseria a riesgo de provocar consecuencias inesperadas”.
Según varios medios, el Pentágono acaba de reconocer que en Siria operan numerosos yihadistas radicales y la mayor parte de su equipamiento y armas provienen del exterior.
El periodista Emanuel Stoakes señala que uno de los líderes del Ejército Libre de Siria ha admitido que los yihadistas “están en contacto” con ellos. Stoakes apunta que los islamistas llegan, según dicen algunos informes, de todo el mundo musulmán, pero no se sabe exactamente quiénes son.
Ha llegado finalmente el momento en el que se empieza a admitir que en Siria operan terroristas radicales, que amenazan no solo a la población local, sino a la seguridad e integridad de todo Oriente Próximo. Una vez que parece manifiesta la gravedad de este conflicto que ya se cobró más de 30.000 vidas, según los cálculos de la ONU, queda preguntarse cuánta sangre más se debe derramar para que la comunidad internacional estime la verdadera cara de la revolución siria, en la que tantos agentes externos intervienen solo en busca de intereses o dinero.
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