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Violencia sectaria, otra plaga que hunde a Irak en ríos de sangre
El mes de abril ha sido el más violento en Irak desde el año 2008. Detrás de los más de 700 muertos, vuelve a surgir el rostro más oscuro de la violencia sectaria.
La violencia vuelve a sacudir a Irak en estos últimos días. La tensión sectaria ya no solo se traduce en atentados como ocurre en el país desde hace años. El mayor número de muertos, actualmente, se registra durante los intensos choques entre manifestantes suníes y las fuerzas del orden público. El escenario: ciudades de mayoría suní.
El iraquí Safa habita en una de ellas y no de forma voluntaria. Salió de Bagdad por el miedo a ser detenido por el Ejército. Ahora, cada vez que hay una manifestación contra el Gobierno de Al Maliki acude con su hijo. Dice que sus derechos en el país se han evaporado.
"Yo vivía en un distrito de Bagdad. Un día, un batallón del Ejército acordonó la casa de mi tío y detuvo a mis dos primos. Eso es lo que hacen con los sunitas. O los matan o los detienen. Cuando supe que habían detenido a mi primo, agarré a mi familia y me marché a Faluya", explica Safa.
Las protestas han arreciado en los últimos meses. Los suníes se quejan de la discriminación que sufren por parte del Gobierno del chií Nuri al Maliki. Piden que no se los discrimine en los trabajos en la Administración. También demandan que el ejecutivo deje de usar a su antojo la ley antiterrorista y que se libere a los detenidos sin cargos.
El temor y la preocupación vienen en parte por el documento de identidad. Ser de una ciudad de mayoría suní, como Faluya, ya se puede convertir en una excusa para que las fuerzas armadas hagan pasar un mal trago a muchos ciudadanos simplemente por su etnia. Uno de los lugares que genera más inquietud son los controles militares.
Tras los atentados también aparece la impunidad. Las explosiones suelen ocurrir en la mayoría de ocasiones en barrios chiíes. Solo horas después del atentado, el Ejército realiza redadas. En ese mismo distrito son detenidos vecinos suníes por una supuesta colaboración con los terroristas. Hechos que para muchos tienen una doble lectura.
"El Gobierno está sacando a los suníes de manera sistemática de Bagdad. Esto que está pasando no es una inmigración silenciosa sino que es algo obvio. Creemos que el Gobierno está siguiendo la agenda de Irán para echar a todos los sunitas que estén en la capital", cree Safa.
Pero en función del lugar en Irak, la versión que se escucha es muy diferente. Un chií, que prefiere ocultar su rostro, asegura que muchos suníes siguen trabajando en el aparato estatal. Además, recuerda que los propios chiíes también son discriminados en barrios donde son minoría.
"A día de hoy, suníes y chiíes se siguen intercambiando sus casas de una zona a otra. Cada uno quiere vivir en el barrio de la mayoría de su etnia. Negocian, entre ellos, y se acaban mudando solo para no estar en minoría", expresa un ciudadano chií que prefiere mantener el anonimato.
Los propios jóvenes reconocen que tras la guerra civil que terminó hace cinco años, la brecha entre suníes y chiíes sigue marcando sus vidas. "La tensión sectaria afecta de forma muy negativa a nuestras vidas. A uno le miran mal en el barrio si va con personas de otra rama del islam. Hemos perdido muchos amigos por eso. La mayoría de los jóvenes, ahora, se casan con personas de su misma confesión", dijo un joven iraquí.
Mientras tanto, en un reciente mensaje televisivo a todo el país, el primer ministro, Al Maliki, advierte que todos los iraquíes perderán si se enciende de nuevo la mecha del sectarismo.
"Los insto a unirse ante la amenaza del terrorismo, es decir, ante todas las personas que nos llevan a la guerra civil e interreligiosa", exhortó el jefe de Gobierno iraquí.
Las últimas semanas han sido las más sangrientas desde que salieran las tropas estadounidenses del país en el 2011 y los fantasmas de que regrese la crudeza de un conflicto entre suníes y chiíes parecen cada vez más reales.
El iraquí Safa habita en una de ellas y no de forma voluntaria. Salió de Bagdad por el miedo a ser detenido por el Ejército. Ahora, cada vez que hay una manifestación contra el Gobierno de Al Maliki acude con su hijo. Dice que sus derechos en el país se han evaporado.
"Yo vivía en un distrito de Bagdad. Un día, un batallón del Ejército acordonó la casa de mi tío y detuvo a mis dos primos. Eso es lo que hacen con los sunitas. O los matan o los detienen. Cuando supe que habían detenido a mi primo, agarré a mi familia y me marché a Faluya", explica Safa.
Las protestas han arreciado en los últimos meses. Los suníes se quejan de la discriminación que sufren por parte del Gobierno del chií Nuri al Maliki. Piden que no se los discrimine en los trabajos en la Administración. También demandan que el ejecutivo deje de usar a su antojo la ley antiterrorista y que se libere a los detenidos sin cargos.
El temor y la preocupación vienen en parte por el documento de identidad. Ser de una ciudad de mayoría suní, como Faluya, ya se puede convertir en una excusa para que las fuerzas armadas hagan pasar un mal trago a muchos ciudadanos simplemente por su etnia. Uno de los lugares que genera más inquietud son los controles militares.
Tras los atentados también aparece la impunidad. Las explosiones suelen ocurrir en la mayoría de ocasiones en barrios chiíes. Solo horas después del atentado, el Ejército realiza redadas. En ese mismo distrito son detenidos vecinos suníes por una supuesta colaboración con los terroristas. Hechos que para muchos tienen una doble lectura.
"El Gobierno está sacando a los suníes de manera sistemática de Bagdad. Esto que está pasando no es una inmigración silenciosa sino que es algo obvio. Creemos que el Gobierno está siguiendo la agenda de Irán para echar a todos los sunitas que estén en la capital", cree Safa.
Pero en función del lugar en Irak, la versión que se escucha es muy diferente. Un chií, que prefiere ocultar su rostro, asegura que muchos suníes siguen trabajando en el aparato estatal. Además, recuerda que los propios chiíes también son discriminados en barrios donde son minoría.
"A día de hoy, suníes y chiíes se siguen intercambiando sus casas de una zona a otra. Cada uno quiere vivir en el barrio de la mayoría de su etnia. Negocian, entre ellos, y se acaban mudando solo para no estar en minoría", expresa un ciudadano chií que prefiere mantener el anonimato.
Los propios jóvenes reconocen que tras la guerra civil que terminó hace cinco años, la brecha entre suníes y chiíes sigue marcando sus vidas. "La tensión sectaria afecta de forma muy negativa a nuestras vidas. A uno le miran mal en el barrio si va con personas de otra rama del islam. Hemos perdido muchos amigos por eso. La mayoría de los jóvenes, ahora, se casan con personas de su misma confesión", dijo un joven iraquí.
Mientras tanto, en un reciente mensaje televisivo a todo el país, el primer ministro, Al Maliki, advierte que todos los iraquíes perderán si se enciende de nuevo la mecha del sectarismo.
"Los insto a unirse ante la amenaza del terrorismo, es decir, ante todas las personas que nos llevan a la guerra civil e interreligiosa", exhortó el jefe de Gobierno iraquí.
Las últimas semanas han sido las más sangrientas desde que salieran las tropas estadounidenses del país en el 2011 y los fantasmas de que regrese la crudeza de un conflicto entre suníes y chiíes parecen cada vez más reales.
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