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Los héroes anónimos de la cosmonáutica

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Durante décadas detrás de un grupo de cosmonautas estrellas y reconocidos héroes de la conquista del espacio, se encontraban los denominados cosmonautas de la Tierra, un exclusivo grupo de ingenieros rusos encargados de preparar el terreno a los afortunados que cumplen el sueño de todos ellos: vi
Los héroes anónimos de la cosmonáutica

Durante décadas detrás de un grupo de cosmonautas estrellas y reconocidos héroes de la conquista del espacio, se encontraban los denominados cosmonautas de la Tierra, un exclusivo grupo de ingenieros rusos encargados de preparar el terreno a los afortunados que cumplen el sueño de todos ellos: viajar al espacio.

Todo el mundo conoce la cara del primer cosmonauta del planeta —Gagarin—, pero muy pocos especialistas conocen a Víktor Ren. Su rostro no les resultará familiar, pero a lo largo de su carrera ha realizado muchos más "vuelos espaciales" que su compatriota. Eso sí, sin abandonar la Tierra.

Durante más de dos décadas fue uno de los denominados cosmonautas de la Tierra. Víktor Ren, subdirector del Departamento de Pruebas Extremas, dice: “He trabajado en uno de los sectores más interesantes de la cosmonáutica. Siempre vas por delante de todos, aunque te cueste desmayos, caer enfermo y estar en situaciones límite. Es un orgullo saber que eres pionero en algo”.

Ingenieros como Víktor son los primeros en experimentar la sensación de ingravidez o en resolver los problemas de un transbordador. Lo hacen en este centro, situado en la Ciudad de las Estrellas, en las afueras de Moscú. Son la cara oculta de la cosmonáutica. La sombra de aquellos que como Yuri Gagarin estuvieron al frente de una misión.

Detrás de cada cosmonauta hay un gran equipo de ingenieros dispuestos a probar cada una de las condiciones que se van a encontrar en el espacio exterior. Y lo hacen enfundados en trajes y con el calor que supone llevarlo puesto cuando se meten en máquinas de pruebas.

Y hasta pasan tres días con una temperatura que puede superar en ocasiones los 40º Celsius y una humedad del 100%. Y todo para poner a prueba al cuerpo humano.

Lo curioso es que un cosmonauta, en circunstancias normales, nunca pasará más de tres horas en esas condiciones. Y no es de extrañar.

A sus 80 años, John Gridunov recuerda esta prueba como una de las más duras a las que se tuvo que enfrentar. Entonces, todavía quedaba mucho por descubrir, es decir, todavía quedaba mucho por probar y estos ensayos eran incluso más extremos.

John Gridunov ha compartido con RT sus experiencias: “En ocasiones nos quitaban el oxígeno y hacía muchísimo calor en la cápsula. Me pasé ocho días sudando. Cuando me sacaron de allí revisaron si mi piel había aguantado. ¡Y lo había hecho! Tras la prueba no pude dormir tres días, perdí la noción del tiempo y experimenté otras sensaciones difíciles de creer. Me tocó pasar por todos los escenarios que se puede encontrar un cosmonauta en un vuelo pero que en realidad nunca experimenta. Yo lo hice, y además sobreviví a ello.”

John tenía una salud de hierro cuando lo eligieron para formar parte de este equipo de ingenieros. Sin embargo, hace años que arrastra severos problemas musculares y tiene dificultades para caminar. Está convencido de que estas pruebas le pasaron factura, pero aún así no se arrepiente de haber sido parte de estos proyectos.

Y es que la vocación y la pasión son dos de los elementos clave en esta desconocida profesión solo apta para valientes.

Vladímir Vatsura, otro "cosmonauta de pruebas", contó lo siguiente: “Me tocó experimentar la sobrecarga negativa. Consiste en dar vueltas sin parar. Primero se me rompieron los vasos sanguíneos de los ojos. La prueba siguió y acabé con problemas también en la cabeza y en la pelvis. Entonces tuve que parar.”

Un segundo puede parecer poco tiempo, pero cuando en cada segundo se da una vuelta de 360º este se puede convertir en una eternidad. Vladímir recuerda hoy junto a dos de sus compañeros algunos de los tantos momentos que pasaron en el centro de pruebas. Ahora quedaron en simples anécdotas, pero en su día suponían un reto y sabían que en cada uno de ellos se jugaban la vida. Y por ello, son admirados por quienes sí lo consiguieron.

Gueorgui Grechko, cosmonauta: “Por supuesto que muchos de ellos quieren ser cosmonautas. Pero seamos sinceros, después de estar expuestos a estas pruebas extremas los médicos jamás les dejarán ir al espacio. Simplemente se sacrifican. Y esa es su pena, pero al mismo tiempo su gran proeza.”

Conejillos de indias para unos y héroes en la sombra para otros. Los cosmonautas de la Tierra son capaces de darlo todo por una profesión sin pedir a cambio nada más que la satisfacción de formar parte del interminable trayecto del ser humano hacia el conocimiento del espacio.

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