El pulmón del mundo sufre los estragos de la contaminación global
Una gran sequía azota una de las áreas más estratégicas del Amazonas, en el denominado trapecio amazónico, en la frontera entre Brasil, Perú y Colombia. El efecto inmediato es un descenso alarmante de las aguas que recorren el río más largo y caudaloso del planeta. Según los expertos consultados por Greenpeace Brasil, desde julio el río Negro, un afluente del Amazonas ha experimentado una decrecida de más de trece metros. Técnicamente, la situación se puede calificar de sequía extrema.
Cerca de Manaos, el río Manaquiri presenta un aspecto desolador. Un río y miles de peces muertos. Las canoas y los barcos han quedado encallados en la arena. La suciedad y la putrefacción generan mal olor y el bonito Amazonas parece un basurero.
Según algunas proyecciones de Greenpeace, la selva amazónica corre el peligro de desaparecer completamente. Otros informes menos apocalípticos señalan una destrucción del 83% del Amazonas en 2100.
En la Cumbre del Clima que se celebrará en Copenhague, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva pondrá sobre la mesa de negociaciones, una oferta que gira en torno a dos compromisos: una reducción de entre un 36% y un 39% de las emisiones en 2020, y una caída del 80% de la deforestación del Amazonas en la misma fecha.
Brasil insiste en que la preservación del conocido caudal tiene efectos globales, así que es responsabilidad de todos los países del mundo.
Pero, ¿cuánto cuesta frenar el deterioro del Amazonas? "Centenas de miles de millones sólo hasta 2020 para reducir la deforestación, fortalecer la economía local, consolidar el ecoturismo, y preservar la tierra indígena.
La Amazonia es la gran baza del subcontinente. La ingente masa forestal es el mayor sumidero natural de emisiones del planeta, y, por tanto, la mayor baza de negociación de los países de la región. La postura ante la Cumbre de Copenhague es clara: si el mundo quiere beneficiarse del pulmón natural, que lo pague. A cambio, Brasil ofrece reducir las emisiones casi un 40% en 2020, y la deforestación del Amazonas en un 80%.
El calentamiento reducirá el cauce de los ríos de la cuenca. Como resultado, la zona este de la región dejará de ser selva, para convertirse en sabana. La biodiversidad también sufrirá con el cambio. La productividad del sur decaerá, tanto en cultivos como en ganadería.