Cultura
Cuba convierte el oficio del lector de tabaquería en Patrimonio Cultural
El Consejo Nacional de Patrimonio de Cuba incluyó la lectura de tabaquería en Patrimonio Cultural, reconociendo así la singularidad de esta tradición que no existe en ninguna otra parte del mundo.
Cuba aspira también a que el oficio del lector en las fábricas de tabaco sea incluido por la Unesco en su lista de Patrimonio Intangible de la Humanidad.
En todas las fábricas cubanas de puros hay una tarima y una silla reservada al lector, que cada día lee a los torcedores obras de literatura y la prensa diaria. La tradición de leer en voz alta a los trabajadores se introdujo en 1865 en La Habana y se convirtió en un hábito social. El oficio de lector de tabaquería se proyectó como medio para aliviar las largas jornadas de los torcedores, así como para elevar el nivel cultural de los tabaqueros.
Entre la literatura leída durante todos estos años se encuentran libros de varios tipos, incluyendo también horóscopos, recetas de cocina y manifiestos políticos. En algunas fábricas se leyeron las obras literarias de Fiodor Dostoievski, Víctor Hugo y Emile Zola que elevaron la conciencia social de los trabajadores.
El lector de tabaquería debía tener voz clara y pronunciación correcta y ser culto para poder interpretar lo que leía. En muchas ocasiones, daba respuesta a las dudas de los torcedores en discusiones sobre asuntos históricos, científicos y literarios.
En todas las fábricas cubanas de puros hay una tarima y una silla reservada al lector, que cada día lee a los torcedores obras de literatura y la prensa diaria. La tradición de leer en voz alta a los trabajadores se introdujo en 1865 en La Habana y se convirtió en un hábito social. El oficio de lector de tabaquería se proyectó como medio para aliviar las largas jornadas de los torcedores, así como para elevar el nivel cultural de los tabaqueros.
Entre la literatura leída durante todos estos años se encuentran libros de varios tipos, incluyendo también horóscopos, recetas de cocina y manifiestos políticos. En algunas fábricas se leyeron las obras literarias de Fiodor Dostoievski, Víctor Hugo y Emile Zola que elevaron la conciencia social de los trabajadores.
El lector de tabaquería debía tener voz clara y pronunciación correcta y ser culto para poder interpretar lo que leía. En muchas ocasiones, daba respuesta a las dudas de los torcedores en discusiones sobre asuntos históricos, científicos y literarios.
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